Dos acontecimientos importantes en materia de crisis migratoria y relaciones Cuba-Estados Unidos han tenido lugar esta semana. Como se había anunciado desde el segundo semestre del pasado año, Washington retomaría los servicios consulares en La Habana para atender las solicitudes de visas de inmigrantes, lo que aconteció este miércoles 5 de enero.
Apenas un día después, se conoció la noticia de que para paliar la crisis migratoria que ha enfrentado Estados Unidos en los últimos años, y con efecto inmediato, el país norteño solo recibiría hasta 30 mil inmigrantes por mes procedentes de Cuba, Nicaragua, Haití y Venezuela, siempre que solicitaran un permiso de entrada especial mediante una aplicación online y cumplieran con requisitos como un garante en Estados Unidos, esquemas de vacunación anti-Covid-19 y una investigación de antecedentes. También se advirtió que quienes intenten ingresar de manera ilegal serán deportados y vetados de manera definitiva.
Ambos hechos se insertan en lo que parece ser un panorama de tímida distensión entre los dos gobiernos, si bien no existen anuncios oficiales al respecto. Para comprender mejor el impacto de estas medidas y posibles claves del diálogo futuro por parte de ambas administraciones, La Joven Cuba conversó con el exdiplomático y académico Carlos Alzugaray.
Carlos Alzugaray (Foto: Mabel Torres/LJC)
A pesar de la reanudación de los servicios consulares y la tramitación de visados, aún no se incluyen visas de no migrantes. ¿Qué obstaculiza la normalización de los servicios consulares y qué podemos esperar en ese sentido durante el presente año?
Hay razones técnicas y razones políticas. Comencemos por estas últimas. Normalizar los trámites consulares es echar abajo una política que estableció Trump en el 2017. Biden debe evitar que triunfe la campaña que lo señala como un presidente débil que le hace concesiones al gobierno cubano. Por eso va haciendo las cosas en cámara lenta. Por cierto, sin pedirle disculpas al pueblo cubano por los sufrimientos que ha causado sobre presupuestos falsos, como el mal llamado “síndrome de la Habana”.
Lo técnico: el procesamiento de visas por parte la administración estadunidense es bastante complejo y conlleva consultar al menos siete instituciones vinculadas a la seguridad nacional. Esto es especialmente así con los visitantes temporales.
La inclusión de Cuba en la lista de estados promotores del terrorismo implica regulaciones aún más estrictas. De igual manera, establecer el andamiaje tecnológico necesario para que el Consulado pueda procesar los casos lleva bastante trabajo de especialistas en el procesamiento de información digital. Estoy convencido de que se restablecerá en los próximos meses, pero primero es necesario echar a andar el procesamiento de las visas de emigrantes y estabilizarlo, por demás con una gran acumulación de casos pendientes.
Embajada de Estados Unidos en la Habana. Foto: NBC News
¿Cómo cree que influya la reanudación de los trámites en la crisis migratoria actual que vive Cuba?
Con este paso se elimina un factor que agudiza el panorama, pero no vamos a ver una disminución radical inmediata, aunque con la medida anunciada ayer por Biden es obvio que la señal para los posibles emigrantes es que eviten llegar ilegalmente a suelo estadounidense. Esto es bueno en el largo plazo, aunque en el futuro inmediato puede causar numerosos sufrimientos a quienes ya están en camino.
Por cierto, la medida desbanca la falsa idea de que la política hacia Cuba se hace en Miami y que los emigrantes son el factor decisivo. No, la política hacia Cuba se hace en Washington y se tiene en cuenta, ante todo, los intereses nacionales de este país.
Ambos gobiernos están conversando y concuerdan en que hay que disminuir la gravedad del problema. Por lógica, el gobierno cubano le tiene que haber dicho al norteamericano que las sanciones le atan las manos y complejizan su accionar en la Isla por la repercusión que tienen en lo económico. Y ahí la pelota se va al lado norteamericano. Aunque eso lo sabe perfectamente la administración y, si no lo saben, Ben Rhodes se encargó de recordárselos recientemente
A partir del anuncio realizado este jueves por la administración estadounidense que se ha interpretado como “el cierre de la frontera sur”, surgen algunas interrogantes acerca de las opciones de los cubanos de burlar los controles fronterizos, esconderse un año y luego acogerse a la Ley de Ajuste. ¿Será esto posible?
En efecto, La Ley de Ajuste permanece vigente, aunque existen presiones para abolirla. Así que la respuesta corta es que sí podrían intentar acogerse, pero habrá que ver qué pasa. Hay que tener en cuenta que entre los privilegios de que gozan los cubanos, a diferencia de los mexicanos, por ejemplo, es que la Migra no los persigue activamente. Sin embargo, a partir de ahora sí se arriesgan a la deportación si las autoridades los descubren entrando o permaneciendo en territorio ilegalmente.
Los migrantes de otros países buscan trabajo generalmente en la agricultura o en factorías (eso sucede mucho en California y Texas), por lo que detectarlos es relativamente fácil para las autoridades. Pero los cubanos por lo general se “disuelven” en Miami. Al año y un día se presentan ante las oficinas de la ICE y solicitan acogerse a la Ley de Ajuste. La nueva regulación que Biden anunció ayer ofrece una vía para arreglar este proceder. Pero siempre será complicado.
Los pasos dados por el gobierno de Biden parecen apuntar a un nuevo acercamiento, si bien ni Washington ni La Habana han hecho anuncio oficial al respecto. ¿Estaremos cerca de retomar la normalización?
A título de hipótesis, pudiera decirse que ambos gobiernos están acercándose aunque sea solamente para ver cómo resolver la crisis migratoria. Para Biden es importante hacerlo porque ya se encuentra en la segunda mitad de su mandato y debe demostrar que su política migratoria es efectiva.
Pero lo afectan otros temas de política exterior. En la guerra de Ucrania enfrenta una etapa crítica con factores agudizantes que pueden ser favorables a Rusia: invierno, crisis energética en Europa y enormes gastos militares en ascenso. En América Latina y el Caribe tiene que manejar el problema migratorio, el avance de China y el resurgimiento de la izquierda.
A ello se suma puntualmente el fall out del fracaso de la operación Guaidó, que lamentablemente Biden abrazó aunque era una iniciativa de Trump, evidentemente fallida cuando el actual mandatario asumió. La elección de Lula y su próximo viaje a Washington fortalecerá la demanda ya presentada por el gobierno de Petro en Colombia de que hay que retirar a Cuba de la lista de estados promotores del terrorismo. Todos estos factores externos lo obligan a ver el tema de La Habana de otra manera.
Se espera que Biden anuncie en breve nuevas medidas hacia la Isla y que se tengan en cuenta estos planteamientos del gobierno cubano que, además, le ha servido la mesa con el discurso del vicecanciller De Cossío y la no oposición del gobierno cubano a medidas que favorezcan en desarrollo de las MIPYMES. Por otro lado, Biden ha nombrado a Chris Dodd, un partidario del levantamiento del bloqueo, como su representante para América Latina y el Caribe.
En algún momento van a tener que pedirle a Obama que suba al ring para defender al candidato demócrata, sea el propio Biden u otro cualquiera. La apertura a Cuba fue el gran logro de su mandato. Y quizás algunas mentes pragmáticas le están diciendo a Biden: “con respecto a Cuba, lo menos riesgoso en este contexto es volver a la política de la normalización”.
Raúl Castro y Barack Obama. Foto: Granma
El gobierno cubano podría aprovechar la oportunidad y poner en libertad a los presos del 11J. Hay algo que los oficiales de inteligencia y especialistas norteamericanos en política exterior aprecian mucho y es la capacidad de cualquier gobierno, amigo o enemigo, de demostrar fortaleza y mantener el control. La liberación de algunos presos puede dar esa imagen. En el caso cubano esto es más importante por la vecindad, y más allá de cualquier crítica, Cuba ha demostrado, desde el 11J para acá, que puede mantener el control. Tampoco hay una oposición creíble.
Existen muchas razones para volver paulatinamente a la era de Obama. Lo que impide u obstaculiza avanzar más es la adopción por parte del gobierno de Biden de la lógica del “cambio de régimen” en Cuba a través de presiones económicas (medidas coercitivas unilaterales) y políticas (fomento de la subversión con abundantes fondos canalizados a través de organizaciones contrarias al gobierno cubano en Cuba y en Miami).
Por ejemplo, un elemento importante podría ser un cambio en la retórica agresiva contra el gobierno cubano que se expresa constantemente por el Departamento de Estado y los principales voceros de la administración. Recuerdo que eso fue lo primero que hizo Obama incluso antes del 2014. Desde el 2009 el gobierno norteamericano bajó el nivel de la retórica anticubana. Sin embargo, Biden no da ninguna muestra de querer comenzar por ahí.
Dicho esto, hay que reconocer que, al haber retomado conversaciones en varios temas, entre ellos el de la emigración ilegal que las medidas de Trump provocaron, es una señal cautelosamente positiva.
No obstante, el camino para un acercamiento diplomático sólido, permanente y estable es largo y hay que avanzar con más decisión. El gobierno cubano ha manifestado varias veces que esa es su posición. Su homólogo estadounidense no lo ha hecho. Se ha limitado a reaccionar ante los acontecimientos y todo parece indicar que con gran reticencia cuando es un asunto que requiere negociar con el gobierno cubano de igual a igual.
Y, finalmente, contra toda lógica, ha mantenido una retórica anticubana, lo que nunca ayuda cuando se necesita la colaboración de otro país para resolver un problema.
Urge que Washington dé señales claras de buena voluntad. Una de ellas pudiera ser bajar el tono de la retórica contra el gobierno cubano.
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