Creo que el único caso de un filósofo que ha obtenido el Premio Nobel de Economía es el de Amartya Sen, en 1998. El bengalí lo obtuvo precisamente por unir la reflexión filosófica a la económica y hacer importantes aportes a los estudios de la pobreza/bienestar, la desigualdad y el desarrollo, que superaron los estudios tradicionales basados en los índices económicos y se introdujeron en el mundo de la subjetividad humana donde el rol de lo simbólico es fundamental.
Su hallazgo científico más importante es la Teoría de las capacidades humanas, aquellas de las que cada persona dispondría para poder convertir sus derechos en libertades reales, que clasifica en positivas -capacidad real de una persona de ser o de hacer algo-, y negativas, que se expresan simplemente como la no interferencia y son las más comunes en la economía y la política. Por eso sostiene que un gobierno tiene que ser juzgado en función de las capacidades reales concretas de sus ciudadanos.
Si se aplica esta teoría a los asuntos cubanos muchos aspectos relevantes salen a la luz. En primer lugar, se aprecia el interés de la revolución triunfante por dotar a la mayoría del pueblo de los recursos indispensables para hacer valer sus derechos mediante el fomento de la salud, educación, alimentación, vivienda, seguridad social y participación activa en las tareas sociales. Para ello se usó lo que el propio Amartya Sen llamó el Estado Providencia, garante del empoderamiento de los sectores tradicionalmente excluidos, que implementó medidas favorecedoras como fueron: la rebaja de alquileres; el racionamiento, que garantizó la adquisición de productos alimenticios e industriales para todos; el plan de becas, que permitió la llegada de los pobres hasta la universidad; y la realización de grandes proyectos económico-sociales –unos brillantes, otros descabellados− a los que se incorporaron, de manera consciente, miles de cubanos y cubanas.
Pero en la medida que crecieron las expectativas individuales y familiares y el estado socialista fue asumiendo un modelo burocrático, este fomento de las libertades reales fue inclinándose hacia las libertades negativas y dejando a un lado las positivas. Muestra de ello es que si bien al inicio se abrieron posibilidades para que los individuos se superaran y lograran de ese modo ascender en la escala social, hoy la movilidad social se basa más en el sociolismo propio de la casta burocrática, la riqueza material disponible y el capital simbólico familiar que en el mérito individual.
Así la burocracia, como antes la oligarquía, garantiza la reproducción cultural de su clase y limita el empoderamiento de los trabajadores. Prueba de ello es que cada día más las universidades cubanas se blanquean, feminizan desproporcionadamente y se vacían de hijos de obreros y campesinos ya que la mayoría de los jóvenes pobres, negros y mulatos, tiene que trabajar desde temprano -casi siempre en el sector privado e informal-, para poder cumplir sus funciones básicas de proveedor, lo cual limita la realización de sus capacidades reales como individuo.
Por otra parte, en el plano económico, las retrancas burocráticas para pagar acorde al trabajo, de las que se habla tanto en la sobremesa familiar como en los discursos de la dirección del país, han puesto en crisis las libertades reales de los trabajadores del mayoritario sector estatal para vivir de los ingresos provenientes de su trabajo honesto y actúan como fuerzas centrífugas que provocan el éxodo de especialistas de alto nivel y de jóvenes prometedores que se van a cualquier país –haya o no Ley de Ajuste Cubano− en pos de escenarios donde consideran que podrán poner en práctica sus libertades positivas, irrealizables en el entorno social cubano actual.
El estado socialista cubano tiene todo el poder, material y simbólico, para ser el vehículo conductor de las capacidades reales concretas de sus ciudadanos y ciudadanas −en su inmensa mayoría, sanos, talentosos y emprendedores−, solo falta que la burocracia acabe de abrir las compuertas para la realización plena de las libertades positivas de Amartya Sen.
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