El lingüista y profesor holandés Teun Van Dijk asegura que la esfera política es completamente ideológica y, en consecuencia, lo son también las prácticas sociales y los discursos, pues estos contribuyen a que sean expresadas, aprendidas, difundidas e impregnadas las ideologías políticas.
Sobre la base de lo anterior, este artículo persigue un acercamiento a los rasgos que definen el discurso extremista y ejemplifica cómo se expresan en el discurso que producen y reproducen, tanto afiliados al gobierno cubano como los de la oposición.
Como norma general, aunque se presente en múltiples facetas, cada bando extremista marca los límites de la legitimidad política, catalogando de indignos a sus contrarios y alertando sobre los peligros de simpatizar con tales ideales. Para lograrlo, los discursos se fundamentan en estrategias discursivas. En el caso del discurso extremista, dichas estrategias están enraizadas en una intención de generar polarización y logra desglosarse en otras prácticas:
1. Autopresentación positiva y presentación negativa
La autopresentación positiva y presentación negativa evidencian la constante rivalidad entre grupos extremistas antagónicos. Por regla general, se expresan a través del llamado «cuadrado ideológico», compuesto por cuatro aristas: enfatizar en nuestros aspectos positivos, enfatizar en sus aspectos negativos, minimizar nuestros aspectos negativos y minimizar sus aspectos positivos.
Generalmente, esta estrategia está muy presente en la construcción del discurso que realizan sobre Cuba, tanto el gobierno como una zona considerable de la oposición. Se apela a comparaciones entre el pasado y el presente, estandarizando y simplificando las complejidades de ambos períodos para presentarlos como glorioso o deplorable, según convenga. Asimismo, comienza a ponderarse el pronombre nosotros o el sustantivo Cuba como ideas centrales de una colectividad unida a partir de los intereses comunes.
Por su parte, el grupo opositor se vale de esta estrategia discursiva para mostrar la imagen de la decandencia, pobreza y estancamiento que se construye en torno a la Isla después de 1959, en contraste con el carácter flexible y de oportunidades para progresar con que se autopresenta la sociedad estadounidense. Ello responde a las lógicas de una propaganda enraizada en la génesis de ese país.
2. Marcas ideológicas nacionalistas
El nacionalismo asociado a sentimientos de amor a la patria y desprecio a quien la amenaza, también deviene estrategia discursiva, ampliamente explotada en el discurso extremista. En este sentido, desde lo discursivo, se exageran los contenidos ideológicos asociados a dichos sentimientos, en dependencia de los intereses políticos y las identidades colectivas que diferencian a uno u otro grupo.
Así, el discurso del gobierno cubano se enfoca en la preservación de la nación y las conquistas del proceso revolucionario. Como parte de esta estrategia, en los últimos tiempos emergieron frases de profunda connotación nacionalista: «Somos continuidad» ‒con un recuento implícito de la historia de luchas y resistencias de la nación‒ y «Cuba es nuestra». Esta última se acompaña con mensajes de refuerzo para marcar la exclusión de otros grupos de cubanos, que no son tomados en cuenta en la construcción del proyecto de nación.
En ambos ejemplos se presenta como un proceso histórico cubano lineal desde sus orígenes, lo cual desconoce las rupturas y contradicciones inherentes a cualquier evolución histórica. Por otro lado, se entienden los logros de ese proceso como exclusivo del grupo vinculado a la postura política e ideológica del emisor, desdibujando además las fronteras entre gobierno, Estado y Patria.
Se construye entonces un discurso en torno a Cuba, tildándola como un Estado fallido, dictatorial e incapaz de generar prosperidad. Se asume entonces una única salida «patriótica» a la crisis, el apoyo a la oposición para la destrucción de ese Estado y la instauración de una democracia liberal.
3. Técnicas de victimización
La victimización es un fenómeno inherente a los discursos que se acompaña de relatos orientados a legitimar a los grupos como víctimas. Como estrategia, busca resaltar las condiciones desfavorables de un individuo o grupo con el propósito de exonerarlo de responsabilidades, en estrecho vínculo con los sentimientos de solidaridad y compasión.
En el discurso extremista, la victimización suele rememorar hechos históricos en torno a eventos represivos, para mantener latentes los aspectos negativos que provocaron la situación de victimización actual. Se pretende que esos sucesos no vuelvan a repetirse, a la vez que se intenciona la búsqueda de empatía, sentimientos de culpa o reconocimiento de responsabilidades en quien se señala como victimario.
El gobierno cubano utiliza los efectos reales de las medidas unilaterales coercitivas, asumidas por Estados Unidos contra la Isla. La nación del Caribe se vale de recursos propios de la estrategia de victimización para denunciar los efectos de esta política extranjera en las esferas de la vida del ciudadano común, como únicos causantes de las carencias en el plano socioeconómico, desconociendo o minimizando así las ineficiencias y los errores en la gestión gubernamental. Asimismo, se utiliza ese estado de vulnerabilidad para justificar rasgos autoritarios del Estado cubano, bajo la lógica de que responden a la defensa ante las agresiones extranjeras.
Atendiendo al punto de vista discursivo, se trata de una estrategia donde se presenta la dualidad gobierno-pueblo como víctima permanente de una política, incuestionablemente irracional, por parte de un enemigo poderoso con pretensiones imperialistas. Se recurre a destacar historias de vida personales y familiares, afectadas por el bloqueo, en especial en el plano de la salud.
Entre los detractores del gobierno cubano es frecuente la construcción de una narrativa que enfatiza los acosos y violaciones de derechos humanos que experimentan los opositores en la Isla, para justificar, por su parte, cualquier acción extremista o poco ética en su estrategia de lucha política.
(Publicación de Twitter de una activista opositora)
Ejemplo de ello fue la campaña alrededor de la activista opositora Anamely Ramos. El Estado cubano no le permite regresar a La Habana y por un tiempo quedó indocumentada y en un limbo legal, hecho que le dificultaría el viaje a Argentina para visitar a su hijo adolescente.
Dichas acciones violatorias de su libertad de movimiento se emplearon como punta de lanza por grupos de la oposición y medios de comunicación para intentar limitar los viajes de otros cubanos. Incluso le exigieron a la administración de Biden que retirara las licencias otorgadas a las aerolíneas norteamericanas para operar en Cuba.
4. Discursos de odio, sentimientos negativos o uso de vocablos con referencias a conflictos
Autores como Katharine Sarikakis y Francisco Seoane Pérez aseguran que los discursos de odio son los nuevos fantasmas que recorren la esfera pública contemporánea. Suelen asociarse a la antesala de la violencia y dan lugar a una polarización afectiva y a una actitud de desprecio hacia el otro, por apoyar una formación ideológica diferente.
En la actualidad, las redes sociales en espacios digitales han contribuido a la proliferación de esta estrategia discursiva. Según Oscar Pérez de la Fuente, resultan contradictorios los temas como la dignidad humana, la libertad y la igualdad, pues se promueve una conexión entre pensamiento y praxis que refuerza hostilidades y la intolerancia entre los grupos antagónicos en el terreno ideológico.
Un ejemplo de ello es la apertura en Facebook, Twitter o Instagram de perfiles con carácter anónimo. Resulta esta una estrategia centrada en denigrar, infravalorar y desacreditar posturas ideológicas contrarias. Varias de estas cuentas, con una orientación afín al gobierno cubano, de manera habitual confrontan el discurso de activistas, periodistas de medios no estatales, o cualquier persona natural o jurídica que critique la gestión de dicho gobierno cubano.
Del lado de la oposición también es posible identificar discursos, tanto de sujetos individuales como de medios de comunicación e influencers quienes, bajo la justificación de ser cómplices de un sistema dictatorial, atacan directamente a individuos o grupos del escenario político cubano.
Para descalificar a su adversario, estos emisores han utilizando en varias ocasiones mensajes con contenidos permeados por prejuicios de raza, género, orientación sexual o clase social. Al hacer esto no se ofende únicamente al sujeto imputado, sino al resto de las personas que comparten sus rasgos, pues se naturaliza el hecho de que esta característica pueda ser motivo de burla.
5. Exhortación a la transformación social con visión de futuro o hacia un pasado idealizado
El investigador Omar García Olascoaga argumenta que en la retórica extremista, los bandos contendientes enarbolan propuestas orientadas también a la transformación de la sociedad, en aras de legitimar la construcción de un país con características afines a sus propósitos ideológicos.
La distinción entre pasado y futuro como asunto de justicia por el bien público, recurriendo a mecanismos propios de la lógica para tratar de convencer de la necesidad de la continuidad o del retorno al pasado, es otro elemento en el que se fundamenta el discurso extremista.
Desde el gobierno cubano se exhorta a la transformación social con visión de un futuro mejor, aunque no se visibilice a nivel racional la estrategia para lograrlo. Como respaldo se emplean consignas como «Vamos por más» o «Cuba avanza y eso les duele».
Por su parte, subyace en el discurso extremista opositor la añoranza por un pasado idealizado como estrategia discursiva. Es visible una estrategia de «limpieza histórica» a figuras como Fulgencio Batista, cuestionando información verificable sobre sus crímenes; o la construcción de una narrativa, principalmente visual, para demostrar la decadencia arquitectónica de la Isla, en un intento de probar, a partir de casos aislados, la caducidad y el estancamiento en torno a lo que ocurrió después de 1959 en la Isla.
En el plano discursivo, la polarización conduce a la pérdida de formas de negociación y compromiso entre las distintas tendencias ideológicas, legitimando formas extremas dentro del terreno político y en consecuencia, rechazando o expulsando opiniones, intereses, ideas o actores.
A la visibilidad y reproducción de esta estrategia ha contribuido la presencia de las redes sociales en el espacio digital cubano. Emplea fundamentos discursivos en torno a la construcción de una nación basada en la exclusión de un «otro» que agrupa, tanto a movimientos políticos contrarios, como a quienes difieren en algunas líneas de la postura ideológica del grupo extremista. De esta manera se legitiman salidas violentas en el conflicto político. Ello dificulta la construcción de estrategias de un consenso para garantizar un diálogo que se encamine a un proyecto plural de nación.
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