Desde mucho antes del inicio de la nueva situación generada por la COVID-19, defendí la idea, junto a otros compañeros, de que en los espacios públicos de nuestro país no se permitiera el consumo de bebidas alcohólicas. Tal sugerencia que no es nada original, pues es algo que se practica en varios países –como México, tan cercano a nosotros– y su incumplimiento implica una sanción que consiste generalmente en una multa si el consumo no va acompañado de violaciones de las normas sociales de convivencia en la que el castigo resulta mayor.
La propuesta nació de la observación cotidiana, especialmente en el municipio de Centro Habana donde transito con más frecuencia, de grupos de alcohólicos reunidos en la calle, sentados en las aceras o en cualquier otro lugar –incluso frente a las escuelas–, alrededor de una botella desde tempranas horas de la mañana. El muro del Malecón ha devenido en una especie de barra gigante, como la del famoso Sloppy Joe’s Bar, de la Habana Vieja, aunque evidentemente más económica.
Algunas de las personas que ingieren bebidas en esos sitios violentan el espacio personal de quienes no lo hacen. Es común también que sean generadores de muchas de las llamadas indisciplinas sociales, la mayoría de las cuales son realmente contravenciones y no merecen únicamente la charla educativa, sino una sanción legal. Son feas escenas de nuestra cotidianidad que sólo contribuyen al desorden y a la distorsión de la imagen de un pueblo que es considerado culto y educado. Sin embargo, pueden ser minimizadas o eliminadas por completo si nos empeñamos en ello, con una iniciativa legislativa que las proscriba en espacios públicos.
Algo al respecto se ha adelantado, pues entre las saludables medidas para el control de la pandemia se ha prohibido la ingestión de bebidas alcohólicas en espacios públicos, el cierre de los lugares de consumo y el expendio sólo en algunos sitios. Hay muchas regulaciones de esta etapa que han llegado para quedarse y sugiero que estas relacionadas con la prohibición del consumo de alcohol en lugares públicos sea una de ellas. No así, por supuesto, con las otras mencionadas ya que no se está hablando de una absurda «ley seca» o «semiseca», por la cual convirtamos al alcohol en un objeto perdido y vedado, y, por lo tanto, codiciado.
Considero que es el momento y el contexto oportuno para esta iniciativa ante una nueva cotidianidad. Para un grupo significativo de personas, esta medida no es adecuada ni simpática: es lógico, pensando empáticamente, que moleste a quienes beban en espacios públicos, lo que es considerado por ellos como un hecho natural y apropiado. A los que deban tomar la decisión les preocupa probablemente la reacción de algunos ciudadanos y las dificultades que se puedan crear en su implementación por las respuestas a la misma, pero a largo plazo será más saludable en todos los sentidos, no sólo desde un enfoque salubrista.
Un detalle de extrema importancia es que, si se mantiene la medida, no quede en el «papel mojado». Si realmente «hay que cambiar todo lo que deba ser cambiado», como se afirma reiteradamente, debe enfrentarse a determinadas fuerzas sociales internas si este enfrentamiento redunda en beneficio de la mayoría y se traduce en mejores condiciones para la convivencia social.
La presencia del consumo de bebidas alcohólicas en los espacios públicos cubanos, además de un modelo negativo en la educación de las nuevas generaciones de ciudadanos, es la expresión de una actitud de tolerancia social incondicional ante el consumo de esta droga, que aunque legal, tiene efectos sobre la conciencia y la conducta.
La discusión está abierta y la propuesta lanzada: ¿beber o no beber en los espacios públicos cubanos? Para algún suspicaz, aclaro que no soy abstemio, aunque este detalle es irrelevante para el debate. La propuesta se fundamenta en el principio de que muchos de los problemas de salud van más allá de ese sector, implicando a otros e incluso a la sociedad en su conjunto. La lucha contra la COVID-19 es el ejemplo más reciente. Apliquemos ese principio a muchos otros problemas sanitarios, entre ellos, los de salud mental.
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