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2018

Contenidos con fecha 2018

Mundos paralelos

por Alina Bárbara López Hernández 4 octubre 2018
escrito por Alina Bárbara López Hernández

La televisión cubana, desde el 24 de octubre de 1950, fue pionera de las transmisiones en el área de Latinoamérica. Además de como vehículo de entretenimiento y promoción comercial, ella fue asumida desde su origen como un poderoso medio de difusión ideológica.

A mediados de la década del cincuenta surgió un programa que, bajo la denominación indistinta de mesas redondas o paneles, invitaba a personalidades de la intelectualidad cubana a exponer sus consideraciones sobre la realidad nacional. Juan Marinello, notable intelectual y a su vez presidente de los comunistas, criticaba que fueran exceptuados de tales presentaciones los intelectuales procedentes de su partido, ya que, según argumentaba, debían ser escuchados representantes de todas las “zonas de ideología” que existían en Cuba.

Tras tantos años, y en un contexto diferente, se mantiene esa exclusión. A pesar de que el proyecto constitucional que se discute afirma en su primer artículo que uno de los objetivos de la república es la libertad política, y de que el artículo 59 expresa que “El Estado reco­noce, respeta y garantiza la liber­tad de pensamiento, conciencia y expresión”; la televisión nacional da la espalda a esa libertad en momento tan crucial como el del debate ciudadano sobre el referido Proyecto.

Admitamos que ha sido amplia la cobertura televisiva a las discusiones relativas al documento en barrios, centros de trabajo o estudio. Es cierto igualmente que varios canales han establecido espacios de intercambio entre especialistas y la ciudadanía a través de correos electrónicos. ¿Qué reprochamos entonces a este medio con presencia protagónica en los hogares cubanos? Lo mismo que Marinello en su tiempo: la visión restringida y excluyente que mantiene, la cual le impide abrirse a todas las zonas de ideología y a todas las valiosas opiniones que sobre el tema se están generando en el país.

Sus invitados son casi siempre personas involucradas directamente en la autoría y/o revisión del proyecto, es decir, miembros de la comisión de los 33. Algunos de ellos muy bien preparados teóricamente, aunque su perspectiva es solo una entre las muchas posibles; otros, sin embargo, han dejado una impresión de desnudez teórica e indefensión científica que apena.

Este tempo televisivo, sesgado y unidireccional, contrasta con lo que ocurre en los medios digitales. En estos últimos se ha hecho realidad el llamado a un debate profundo, a una construcción colectiva, a un verdadero ejercicio de democracia ciudadana. Allí confluyen valiosos miembros de la intelligentsia nacional cuyos análisis se realizan desde perspectivas tan diversas como la jurídica, la económica, la histórica, la filosófica, la sociológica y la filológica, entre otras. No hay acuerdos previos, pero la seriedad de los enfoques y las aristas diversas que han asomado enriquecen de modo excepcional el documento que deberá convertirse en nuestra Ley de leyes.

Las Ciencias Sociales en Cuba han estado mucho tiempo de espalda unas a otras. Hijas de un siglo que, como el XIX, definió rígidos objetos de estudio y metodologías particulares, ellas se encerraron en compartimentos estancos y reclamaron para sí una parte de la realidad social. Ocurre, sin embargo, que la sociedad es una, y compleja, y mientras más se fraccione para su estudio menos será entendida. Ante fenómenos sociales, siempre multicausales, se requieren enfoques multidisciplinarios. Y es precisamente esta la mayor contribución de los análisis que pueden hallarse en los medios digitales, ellos son más completos, complejos y comprometidos con las necesidades de cambio que la discusión del anteproyecto abre ante la ciudadanía.

Según una de las muchas definiciones, intelectual es quien se dedica al estudio y la reflexión crítica sobre la realidad, y comunica sus ideas con la pretensión de influir en ella, alcanzando cierto estatus de autoridad ante la opinión pública. Interviene en el mundo de la política al defender propuestas o denunciar injusticias concretas, además de producir o extender ideologías y defender unos u otros valores. El intelectual, al abrirse a las interpretaciones alternativas de la realidad, amplía la perspectiva de los ciudadanos. Eso hacemos hoy los intelectuales cubanos, y en el proceso aprendemos unos de otros, polemizamos, intercambiamos. El resultado final es que la perspectiva que adquirimos de la realidad nacional se hace más clara.

La Joven Cuba, La Cosa, La Tiza, La Trinchera, Segunda Cita, Cuba Posible, OnCuba, Elestadocomotal, son algunos de los blogs y publicaciones que logro consultar, directa o indirectamente, y que me parece han dedicado con profundidad su espacio al tema que hoy ocupa a los cubanos. Mientras, la televisión decide qué es lo que quiere transmitir a los espectadores, ¿lo decide verdaderamente? Pero sean sus directivos o alguna fuerza dirigente superior los que determinen el acceso de los intelectuales cubanos a ese espacio, lo cierto es que ponen en tela de juicio su propio reclamo a ser una sociedad más democrática. Y, además, no evitan que la esfera mediática digital funcione como una alternativa real a las aspiraciones colectivas de la ciudadanía.

Hace poco escribí en otro post: “Es cierto que nunca fue tan retador y desafiante el panorama mediático, pero más cierto es que ese panorama no va a cambiar. Las reglas del juego son diferentes a las de décadas anteriores”. En tiempos de Marinello no existía internet.

En geometría se denominan rectas paralelas a aquellos pares de líneas que nunca se unen o cruzan. El que ambos universos en Cuba, el televisivo y el digital, se muevan sin acercarse, los convierte en mundos paralelos. El presidente de los consejos de Estado y de ministros de Cuba expresó hace pocos días en Nueva York que era necesario derrumbar muros y tender puentes. Es una excelente propuesta, pero ella es puesta en solfa ante la clausura de los medios oficiales en Cuba a su propia intelectualidad.

¿Cómo vamos a tender puentes al exterior si dentro de la isla vivimos separados por barreras? El mundo de la televisión y el de la blogosfera son un buen ejemplo, mayor que ese solo la muralla china.

4 octubre 2018 4 comentarios 716 vistas
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Miopía de mercado

por Osmany Sánchez Roque 3 octubre 2018
escrito por Osmany Sánchez Roque

Entender cómo funciona la economía cubana es complejo, hasta para los mejores especialistas. A nivel de país, la política es una, pero a nivel de base se aplica otra. 

Si contamos a estudiantes, profesores y la población flotante, cerca de 4000 personas deambulan por la Universidad de Matanzas todos los días. Esto sin dudas constituye un atractivo para cualquier empresario ya sea estatal o privado.

Desde hace un tiempo la unidad de Correos de Cuba que estaba en esta universidad fue cerrada porque no era rentable. ¿Cómo puede no ser rentable si está ubicada en un universidad con miles de clientes potenciales? Para más detalles, es necesario aclarar que dicha unidad de correos está ubicada justo en la entrada principal. 

Esta decisión de Correos de Cuba nos hace pensar una vez más en si realmente el sector empresarial comprende el papel que debe jugar dentro de la economía cubana. No es el único caso. A pocos metros de una parada de ómnibus tan concurrida en la ciudad de Matanzas como es Peñas Altas, otra unidad de Correos de Cuba permanece cerrada la mayoría del tiempo y cuando abre es para vender postales y periódicos viejos.

¿Cómo pueden ser rentables si lo único que venden son unos pocos periódicos y revistas de poca demanda? ¿Es una medida inteligente renunciar a una unidad ubicada en un sitio tan apetecible como una universidad? ¿Qué valor tendrá ese espacio para otro que sepa utilizarlo mejor?

Habría que indagar si los empleados de Correos de Cuba reciben el mismo salario con el local abierto o cerrado, es decir, qué incentivos tienen para ser más productivos. 

El ciclo de improductividad que generan estas dinámicas lastran la economía del país. Si la empresa socialista quiere competir con el sector privado y generar la riqueza que necesita para mantener logros actuales y alcanzar otros nuevos, mejor que no se ponga trabas a sí misma.

3 octubre 2018 31 comentarios 298 vistas
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TRD por la libreta

por Mario Valdés Navia 2 octubre 2018
escrito por Mario Valdés Navia

Desde que la manzana dorada de la discordia provocara la cadena de eventos que dio lugar a la Guerra de Troya, esta fruta no causaba un cataclismo tan grande como el que la venta única de 15,000 manzanas de “La Puntilla” puede llegar a provocar en la circulación mercantil cubana. Al menos, eso es lo que parece cuando el Ministerio del Comercio Interior proclama, a pocos días del publicitado caso, que se estudia la reglamentación de la cantidad de productos que se podrán adquirir de una vez en las TRD, a partir de una lista de 48 productos seleccionados.

Confieso que cuando leí esto los axones se me recalentaron. Ahora sí que no entiendo nada. Es que durante muchos años la población se ha visto obligada a  comprar en las TRD mercancías de primera necesidad a precios exorbitantes porque se perdían del mercado normal y cuando se acababan no pasaba nada. Hablo, entre otros muchos, de papel higiénico, desodorantes, detergentes, medicinas y alimentos –y no menciono la ropa y los zapatos porque eso cada vez menos van a comprarlos a las TRD-.

En todo este tiempo, a ninguna autoridad se le ocurrió racionarlas y bajarle los precios para que alcanzara a más individuos y familias. La explicación tecnocrática ha sido que las TRD actúan bajo la ley de la oferta y la demanda y que allí los precios se forman libremente. Todo el mundo sabe que precisamente es lo contrario. Las TRD –a quién van a engañar con ese nombre tan transparente− son un mecanismo típico de los monopolios comerciales burocratizados, donde la oferta estatal se impone sobre la demanda en un mercado cautivo.

Aquí el vendedor puede establecer precios monopólicos expoliadores que poco tienen que ver con el libre juego de la oferta y la demanda. Garantía impuesta como única vía para que tales empresas obtengan una ganancia extraordinaria más allá de la eficiencia y la eficacia de su gestión comercial.

Entonces ahora, cuando los consumidores de “La Puntilla” –que no está en el Reparto Obrero, ni en Alamar− se han quedado sin manzanas por culpa de un acaparador incógnito, aparece la propuesta de racionar las ventas en las TRD. El tema está duro de creer y suscita muchas preguntas: ¿estarán las manzanas a la cabeza de los productos seleccionados?; ¿será una lista de productos suntuosos para regular el consumo de los nuevos estratos medios y ricos?; ¿cuando la libreta de los Pánfilos y familia parecía a punto de extinguirse se anuncia otra para los bolsillos emprendedores?

Realmente, una cosa es pretender regular la venta de un producto y otra es poder hacerlo. Si se apela a una tarjeta tendría que ser para un reparto equitativo, por cuotas, y eso no lo creo posible con los deficitarios productos de las TRD. Entonces ¿cómo se haría? Si no hay cupones que marcar aparecerían los coleros furtivos, que darían vuelta impunemente en la noria de las colas hasta que se acabara el producto. Claro, se podría tomarle el número del carné de identidad a los compradores, como en las hamburgueseras del Período Especial.

No creo que para sacarle el dinero a nuestros hombres y mujeres de éxito se apele a mecanismos de ese tipo. ¿Acaso no sería mejor venderle autos del año a precios mundiales, u ofertarle viajes turísticos por el mundo con paquetes atractivos?, o mejor: ¿por qué no abrirles las puertas de la inversión de capitales en la solución de necesidades de su municipio y provincia, y no preocuparnos tanto porque se les acaben las manzanas en su tienda favorita?

¡Ah, un momento! Se me ocurre probar con un método que data de cuando apareció el comercio en el neolítico. A lo mejor si se le vendiera a comerciantes acreditados (estatales, cooperativos o privados), que paguen impuestos al fisco, cantidades al por mayor de productos a precios intermedios, entonces la gente mala no iría a las TRD a comprar tantas manzanas de un golpe –o desodorantes, papel higiénico, detergentes, etc− para después cargarle esos precios minoristas al costo de producción.

De todos modos, hallo que si la libreta de las TRD ya fue mandada a imprimir al por mayor, de nada servirá esta vieja propuesta. La verdad es que esto de dirigir burocráticamente: el plan y el mercado, la riqueza y la propiedad, el CUC y el CUP, el verticalismo y la participación, se está tornando cada vez más difícil.

2 octubre 2018 23 comentarios 257 vistas
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Violamos la Constitución: ¿y qué?

por René Fidel González García 1 octubre 2018
escrito por René Fidel González García

Compañero Miguel M. Díaz-Canel Bermúdez. Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba.
Ciudadano:

Se siente la necesidad de escribir serenamente sobre la injusticia que se comete sobre uno cuando ella rebasa, por sus proporciones y alcances, y por los peligros que entraña para el país que soñamos la mayoría de los cubanos, lo que de otro modo no sería más que un episodio de la vida personal de cualquiera.
Durante más de una década enseñé a generaciones de estudiantes de Derecho en el amor y respeto a la Constitución, en la historia de nuestro Derecho, en los valores más altos del civismo cubano.

Nada, ni nadie, podrá cuestionar hasta hoy ni un ápice la devoción y pasión, la ética y la coherencia entre ese ejercicio profesoral y mi vida personal.

Ahora que el país junta e intenta hacer valer en el proceso de discusión de la reforma de la Constitución sus sueños y metas, sus esperanzas y aspiraciones más caras, su dignidad y el orgullo de pueblo libre, la inteligencia de las generaciones anteriores para la libertad, el decoro y la felicidad común; ahora que precisamente por todo eso, o por la elemental defensa del honor propio y del destino de los míos le escribo, lo hago con el tranquilo valor de la honestidad.

Despojado arbitraria e ilegalmente de mi condición de Profesor de Derecho desde hace dos años, he visto durante ese mismo tiempo en el espurio interés de otorgar la impunidad a los responsables, en la cobarde pretensión de ocultar el delito flagrante y la violación de derechos, en el oscuro afán de la soberbia que nace de vicio del despotismo y el irrespeto al otro, en el cálculo venal de los beneficios y las ventajas probables de la obsecuencia de unos pocos, en la creencia de que desapareceré y me oscureceré en lo cotidiano, defraudar nuestra Constitución e institucionalidad por aquellos a los que precisamente les correspondía defenderla por mandato constitucional y por responsabilidad ante el pueblo de Cuba.

Ahora que queremos hacer del Estado de Derecho la realización más alta de la vocación por la justicia del Socialismo en Cuba, escandaliza y enerva saber plenamente que el Consejo de Estado y el de Ministros, que ya dos direcciones seguidas de la Fiscalía General de la República han respondido con el silencio a mi ejercicio formal y continuado en el tiempo del derecho constitucional de Queja y Petición, y a la denuncia directa y pertinente de la comisión de delitos y de la violación de la Constitución por parte de altos funcionarios del Estado cubano.

Es contraproducente que funcionarios y un miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, advertidos primero de la posibilidad de esas violaciones y luego de su comisión, actúen como si el denunciante fuere un enemigo ideológico, le persigan, e incluso justifiquen abiertamente la conculcación de los derechos y de la letra y el espíritu de la Constitución que el pueblo cubano se dio a sí mismo para el Socialismo, en nombre de una falaz y por necesidad abyecta defensa de la Revolución.

Duele, y sobre todo por la confianza depositada y por la responsabilidad y por la ética profesional debida a cada uno de nosotros, ver a nuestra prensa plana hacer también silencio, o tramitar sin pasión y ahínco, si es que lo hace, una grave denuncia como ésta. Atreverse incluso, a irrespetar con una respuesta incivil y burocrática a la madre comunista que escribió indignada a la dirección periodística del Granma, no ya para proteger a uno de sus hijos como hacen todos los padres, sino para hacer cumplir la palabra, para invocar en la publicación de la denuncia, la promesa de justicia empeñada ante ella por Fidel cuando muy joven se fue a alfabetizar en las montañas del Oriente cubano.

¿Por qué tanto absurdo, tanta inconsecuencia? ¿Se reacciona y se hace reaccionar al Gobierno ante una compra desproporcionada de manzanas en una tienda habanera y se ningunea la denuncia de la violación de la Constitución como un caso muy específico y personal? ¿Cómo entenderlo?

¿Acaso porque ésta vez los denunciados formalmente ante nuestras autoridades, los presuntos delincuentes y violadores de la Constitución son un miembro del Consejo de Ministros, el Ministro de la Educación Superior, José Ramón Saborido Lodi, y la miembro del Consejo de Estado, Vice Ministra Primera de la Educación Superior, Martha del Carmen Mesa Valenciano?

A ambos Usted los conoce, han sido antes y son ahora sus subordinados.

¿Es que son ya realmente intocables? ¿Es que ya gozan de poder suficiente como para sentirse libres de rendir cuenta ante el pueblo, o para pisotear los derechos de cualquier ciudadano? ¿Es que pueden negar tranquilamente la República sin fueros ni privilegios que soñara Martí? Violamos la Constitución ¿y qué?, ¿nos dicen desde sus altos cargos?

Ésta vez no es un enemigo de la Revolución quien le escribe de forma pública a la persona que ahora ejerce la responsabilidad gubernamental más importante la Republica por decisión de los representantes del pueblo cubano.

Es un ciudadano que entiende, incluso a riesgo de parecer ingenuo, que la terquedad de un hombre que cree en sus ideas es superior a cualquier circunstancia que enfrente, que no siente miedo, porque aquilata perfectamente que su responsabilidad cívica en la defensa de nuestra Constitución y del imperio de la Ley más allá de lo personal, lo es también de las ideas, los principios y finalidad de la Revolución en Cuba.

Ello es también, un ser o no ser.

No ha quedado recurso, o vía legal, o social por usar en llamar, con discreción y utilidad pública, la atención sobre los hechos y sus consecuencias.

Usted podrá identificar fácilmente a quién corresponde éste número telefónico: 5 2861986, y quedará el registro de la comunicación recientemente hecha para advertir de las violaciones iniciales, de trato posterior irrespetuoso y transgresor de sus propias normas por parte de algunas de nuestras más importantes instituciones encargadas de preservar la legalidad socialista. De nada ha servido.

No miento, las pruebas están a su disposición y no pueden ser falseadas, pero tampoco le hago ruego alguno en ésta misiva.
¿Será acaso que acaba una época y que se va con los últimos hombres y mujeres de la Generación del Centenario la rabia ante la injusticia de la que nació la Revolución? ¿Será que los funcionarios públicos que les continúan carecen ya de la sensibilidad y el coraje necesario para poner freno a la arbitrariedad a menos que se lo indiquen, a menos que no les cause problemas?

Nos hace tanta falta la decencia, el valor de las personas buenas.

Bastaría que apenas un rayo de luz hubiese dado a la denuncia de estos hechos para que nadie pudiera justificar de ninguna forma imaginable el incumplimiento de aquello a lo que están obligados por la Ley. ¿Quién podrá exigirlo? ¿un ciudadano? No parece ser posible. ¿Es ese el Estado de Derecho Socialista que tendremos en lo adelante después de años luchando por él? ¿Estado de Derecho para quién?

Avergüenza que conste públicamente que, por expulsar a un profesor y un militante revolucionario de una Universidad cubana, para ir contra su prestigio social y político se apele y escoja a conciencia entre nosotros a los peores y más deleznables medios de difamación y abuso de poder, que se le tilde cobardemente de lo peor que se puede tildar a un patriota cubano con todas las seguridades que brinda el poder.

Como si dicha la primera mentira no se pudiera hacer más que seguir mintiendo, como si fuere posible hacerlo sin dejar entre los estudiantes y profesores que son educados y creen en la justicia y los derechos una estela de incertidumbre, de miedo, sin socavar, al fin, los valores de la libertad, de la igualdad jurídica y la democracia, la posibilidad misma de ser sinceros, por el modo grotesco e inmoral con que se paralizó la acción de los órganos de control de la legalidad. ¿Quién tiene tanto poder en Cuba? ¿Vale la pena sacrificar tanto por tan poco?

Como profesor de Derecho sé que los valores, los principios y las virtudes que queremos formar como sociedad y proyecto político pueden ser reproducidos por el ejemplo personal, por la importancia y jerarquía social que alcancen en la sociedad, tanto como el oportunismo, la mentira, la simulación, el irrespeto al otro. ¿Qué es todo lo que se aprende cuando se aprende que se puede violar la Ley con impunidad? ¿Qué se enseña?

He sentido asco junto a muchos de mis compañeros y estudiantes cada vez que les he visto a ellos mancillar en estos años el concepto de Revolución que Fidel legó a los cubanos más humildes como la única y delgada línea ética, de respeto a los principios, al ser humano, que se puede tener para merecer el respeto de un pueblo.

Como hombre digno formado por mis padres y por mi tiempo, ni siquiera espero ya que me sea restituida mi condición de profesor, como tampoco creo que alguna otra vez volveré enseñar Derecho en la amada Universidad de Oriente.
No le escribo por eso.

Demasiado bien conozco el peaje que se paga a las conveniencias cuando se dice la verdad, cuando se es integro, incluso cuando se compruebe luego la injusticia cometida, la felonía y la complicidad con ella.

Pero he tenido el enorme privilegio de poder compartir durante dos años una última y prolongada clase. La de ser consecuente con las ideas y convicciones que profesé siempre junto a mis compañeros de magisterio sin amargarme y perder mi raíz de intelectual revolucionario y eso me basta.

Sus subordinados leerán ésta carta con seguridad. Y mi familia que ha visto con pavor el poder, la impunidad y la cobardía de unos pocos, su capacidad de conculcar y atropellar derechos e irrumpir en la vida de una persona, preferiría que dejase de denunciar sus actos. Pero no se puede ser libre y esclavo al mismo tiempo.

Dentro de unos días una niña cubana cumplirá su primer año de vida, y mi lucha ciudadana es también por ella, por su futuro, por las metas de la Cuba que somos que ya están en la Constitución aún vigente, por lo que se sueña entre todos hoy, en lo que se salva de la dignidad plena del hombre en la discusión del proyecto constitucional.

Esa lucha irrenunciable reivindica para ella y expande a los tiempos venideros lo que escribiera hace mucho tiempo un joven abogado cubano: No sé cuál será el placer vesánico de los opresores, en el látigo que dejan caer como caínes sobre la espalda humana, pero sí sé que hay una felicidad infinita en combatirlos, en levantar la mano fuerte y decir: ¡No quiero ser esclavo!

Sírvase Usted a responder de la forma que considere
Cordialmente,
René Fidel González García

1 octubre 2018 27 comentarios 344 vistas
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Más que Socialismo

por Miguel Alejandro Hayes 1 octubre 2018
escrito por Miguel Alejandro Hayes

Contaba el comandante Chávez que cada venezolano tenía un abuelo llamado Pedro Pérez Delgado, algún llanero que luchó por el fin de la dominación y la injerencia. Los cubanos también tenemos algún familiar que de una forma u otra ha estado involucrado en el derrocamiento de la tiranía o las luchas armadas posteriores.

En mi caso, tuve un bisabuelo semianalfabeto que se había marchado a New York para vender su fuerza de trabajo. Conoció a Fidel y se acercó a la Revolución naciente. Fue parte de un grupo de cubanos que intentaba recaudar fondos para la lucha.

Era de esos tantos emigrados que colaboró como podía, formando una especie de células del 26 que apoyaban la causa. Su historia, me recuerda que la de esta nación, de sus luchas, ha sumado a cubanos de adentro y de afuera, sin distinción. Y que en momentos difíciles nos unimos sin importar diferencias.

Hoy el discurso del presidente apunta ahí, donde eliminar el bloqueo es esa lucha que amerita una sola Cuba. Aprecio que el lenguaje inclusivo no sea solo para asuntos de identidades sexuales y de género, sino que vaya a la forma de tratar la emigración cubana, tomando una necesaria dimensión política.

Arturo López-Levy y Miguel Díaz-Canel, sonrientes en encuentro de emigrados

Se avanza en desmontar el viejo patrón de aquíbien, allámal. Comienza este discurso la búsqueda de unidad a través del diálogo y no de la imposición, dando una lección de cómo hacer política revolucionaria en medio de un contexto político de marcos estrechos. Sin embargo, tal mensaje es difícil de ponerlo en marcha a cabalidad sin la requerida dosis de tolerancia.

Ya vivimos el tiempo donde no querer ser parte del proyecto recibía el grito de gusano. Se tiraron huevos, incluso por error mi puerta recibió uno. En un discurso alguien gritó que se vayan. Me temo que mucha de esas mentalidades fascistas y discriminatorias perduran todavía. Aunque reconozco que estas no podrán hacer mucha resistencia al discurso del presidente.

Hugo Cancio, Editor en Jefe de OnCuba Magazine, intercambiando un saludo con el presidente

Pero alegra mucho el simple hecho que se hable en términos de compatriotas y es algo que trascenderá. Vibré al escucharlo. Se rompió un esquema, para que la condición de cubano se levante por encima de cualquier proyecto político.

Espero que eso se aplique no solo a los del exterior, sino que lo usemos entre los que vivimos en Cuba. La buena relación y diálogo con la emigración, con esa que opta por el capitalismo, debe ir acompañada de la misma actitud tolerante en la política doméstica.

Ahora disfruto la victoria. Esta vez ser cubano, fue más que socialismo o capitalismo.

Para contactar al autor: hayesmartinez.mrgh@gmail.com

1 octubre 2018 30 comentarios 282 vistas
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Los órganos judiciales

por Daniel Rafuls Pineda 30 septiembre 2018
escrito por Daniel Rafuls Pineda

En la experiencia de Cuba, aun cuando muchos políticos y autores reconocen que legislar, ejecutar (en el sentido administrativo) y juzgar, son diferentes funciones atribuidas a representantes y funcionarios públicos, tampoco es falso que los límites fundamentales de esas prerrogativas (el equilibrio entre lo justo o lo injusto, entre lo legal e ilegal), como en toda sociedad de clases, no los diseñan esos parlamentarios, ministros o jueces, sino el grupo humano o clase social, cuya hegemonía política le garantiza el control global de los procesos de toma de decisiones.

Son estos, los verdaderos detentadores del poder público, único e indivisible dentro de los Estados, lo que ocurre tanto dentro de los marcos de sistemas políticos capitalistas (aunque muchos de sus defensores no lo reconozcan), como de los socialistas. Y es lo que hace coherente el art. 10 de nuestro nuevo Proyecto Constitucional que, reconociendo el carácter anti oligárquico de nuestro Estado,  establece: “En la República de Cuba la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, del cual dimana todo el poder del Estado…”

Pero para legitimarnos como “Estado de Derecho” y democrático, tampoco es suficiente prescribir que “La Constitución es la norma suprema del Estado. Todos están obligados a cumplirla…” (art.7), establecer que “Todos los órganos del Estado, directivos, funcionarios y empleados, tienen la obligación de observar estrictamente la legalidad socialista y velar por su respeto en la vida de toda la sociedad” (art.8) o preceptuar que “Los órganos del Estado, sus directivos, funcionarios y empleados, están obligados a respetar y atender al pueblo, mantener estrechos vínculos con este y someterse a su control…” (art.9). Es necesario, además, en particular en un estado socialista como el nuestro, crear todos los mecanismos e instituciones que faciliten el cumplimiento de esas normativas constitucionales, otorgando, realmente, mayor participación directa al pueblo.

En este sentido, si, como parte de nuestro Estado Socialista de Derecho, no queremos que, verdaderamente, nadie quede al margen de la Ley, lo que tiene un respaldo importante en todas las legislaciones complementarias cubanas (entre las que destacan, particularmente, los Códigos penal y civil y sus respectivas Leyes de procedimiento) y, sobre todo, en su espíritu justiciero en general, es necesario que prestemos mayor atención legislativa, a los órganos judiciales, a todos los niveles del Estado, principalmente, a los jueces y fiscales. Son estos, no por casualidad, los funcionarios jurídicos[1]que, desempeñan los roles más importantes en la impartición de justicia y el control de la legalidad.

Aun cuando en los caps. VI y VII del nuevo Proyecto Constitucional, se destacan, respectivamente, las características, prerrogativas e independencia funcional de los Tribunales de Justicia y de la Fiscalía General de la República (FGR), las dos instituciones escapan, totalmente, al control popular. Es decir, no es que “Las sentencias y demás resoluciones firmes de los tribunales, dictadas dentro de los límites de su competencia” (art.148) o la misión de la FGR de “velar por el estricto cumplimiento de la Constitución, las leyes y demás disposiciones legales”, así como el ejercicio del control de la investigación penal y de la acción penal pública (art. 153), no tengan que ser sus funciones específicas y, al mismo tiempo, tampoco deban ser de obligatorio acatamiento por los órganos del Estado, las entidades y los ciudadanos, sino que si no se establece un contrapeso al papel de las dos más importantes instituciones judiciales de nuestro país, los enunciados de los artículos 7, 8 y 9 constituyen una simple formalidad. Aquí el principio, como en otros órganos del Estado, tiene que ser el mismo: “Nadie puede ser juez de sí mismo”.

Por eso, en un contexto donde defendemos la idea de que “Todas las personas son iguales ante la ley…” (art. 40), no parece coherente que continuemos cometiendo errores, imprecisiones u omisiones conceptuales, vinculados a las instituciones judiciales, que ponen en juego nuestra credibilidad como “Estado de Derecho”, máxime dentro los marcos de un proceso cuyo diseño ha estado abandonando una sociedad de privilegios por la construcción de otra que condena la impunidad.

Entre las posibles carencias del nuevo texto constitucional y de las leyes complementarias de la Constitución vigente, analizadas a lo largo de todos sus contenidos respectivos, destacan dos cuestiones esenciales:

Primero, que cuando se habla de “Órganos del Estado”[2]y, en particular de sus obligaciones, no se asume que, así como los ministerios, sus dependencias e instituciones subordinadas y, en general, los componentes de todo el sistema del poder popular son órganos del Estado, en igual medida los Tribunales de Justicia y las Fiscalías (que desempeñan funciones judiciales, pero igualmente estatales), también lo son y, por tanto, asimismo, tienen que ser objeto de control popular constitucional. Nada los hace infalibles a cometer equivocaciones.

El segundo error, imprecisión u omisión, en muchos sentidos coherente con la limitación anterior, consiste en que la Ley de Procedimiento Penal, solo asigna responsabilidad penal (art. 394) a los jueces profesionales y legos y fiscales de los niveles provinciales y municipales. Además, como, por un lado, las legislaciones cubanas, dan total libertad, sin cuestionamientos, a las decisiones del Tribunal Supremo Popular en menesteres de justicia y, por otro, prácticamente, ningún tribunal, casi como principio, cuestiona lo que la FGR, o sus instancias subordinadas, pueda considerar violaciones o no de la legalidad, lo cierto es que hoy, ningún abogado, mucho menos a petición de un simple ciudadano, se aventura a establecer una demanda contra jueces o fiscales[3], por malos procedimientos o errónea interpretación de la ley.

Desde que finalizaron los juicios contra los representantes de la dictadura de Batista, hay muy pocos casos de enjuiciamientos a Presidentes de Tribunales, de Salas, Jueces profesionales y legos, así como a Fiscales, por violación de la legalidad, algo que, desde luego, también puede ser muestra de la seriedad de nuestras instituciones judiciales. Pero no obviemos que, más allá de las profesiones y las características físicas, éticas y psicológicas de los profesionales cubanos, no existen diferencias sustanciales entre un juez y un fiscal, en relación a un médico o un maestro. Todos se gradúan con 3, 4 o 5 puntos, todos se ubican con más o menos experiencia en posiciones de trabajo que tienen que ver con las personas y, por tanto, todos tienen la posibilidad de acertar en sus decisiones y, al mismo tiempo, equivocarse, con la diferencia de que solo los médicos, como los jueces y fiscales, tienen en sus manos la vida y la libertad de los hombres.

En este sentido, y a manera de ilustración de lo expuesto antes, pueden hacerse públicos, al menos, dos ejemplos recientes, vinculados a decisiones de fiscales y jueces que violan la legalidad y, por consiguiente, la constitucionalidad, y que no ha sido posible llevarlos a tribunales penales, pero esto también requiere un espacio de reflexión particular que tendrá que hacerse más adelante…

[1]El término “jurista” incluye a varios profesionales de la ley: jueces, fiscales, abogados, notarios, registradores, asesores jurídicos.

[2]Que, en el Glosario del nuevo Proyecto de Constitución, se define como “… todos los órganos, organismos e instituciones que permiten el desempeño de las funciones del Estado”,

[3]Esta última conclusión la derivó el autor de varias experiencias personales como delegado y diputado de la ANPP y de una conversación, el pasado martes 31 de julio del año en curso, en la sede de la Asociación Nacional de Bufetes Colectivos, con su Presidente, Cro. Ariel Mantecón. Según las palabras de este último, corroborando los criterios de otros abogados entrevistados anteriormente, para enjuiciar a jueces y fiscales, las pruebas contra estos tendrían que ser más que suficientes.

30 septiembre 2018 3 comentarios 339 vistas
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Viejos hábitos y frases complejas

por Carlos Miguel Casas Sancesario 28 septiembre 2018
escrito por Carlos Miguel Casas Sancesario

Me duele confesar, luego de haber pasado por más de 17 años de estudio en todas las enseñanzas hasta la universidad, nunca hubo un análisis profundo de la constitución vigente.  Estudiando una carrera técnica solo en la asignatura teoría sociopolítica se trataron algunos aspectos de la misma, pero eso no fue hasta 3er año. De igual manera me siento alarmado ante el creciente interés de todo el pueblo sobre la reforma constitucional, alarmado positivamente.

Pero esto solo provoca que muchos nos enfrentemos por primera vez ante el contenido de la constitución haciéndose indiferenciables los cambios entre una y otra pues no dominamos la vigente. Convencido además que en unos meses luego de su aprobación, volverá a formar parte de todo aquello que nunca se tiene en cuenta en el día a día de los ciudadanos de a pie. Muy a mi pesar, estoy consciente que no se incluirá en una asignatura de ninguna enseñanza básica el estudio de la constitución, los deberes y derechos del ciudadano, ni de los derechos humanos de los que siempre aparecemos abanderados cumplidores en la ONU (o los discursos políticos) pero que nunca se exponen ni divulgan en las escuelas o centros de trabajo para permitirle a cada cual dar su opinión sobre el cumplimiento o no de los mismos.

Con 25 años no he recibido nunca la enseñanza por parte del Estado de cuáles son mis derechos más allá de la educación y salud gratuitas. Recuerdo que, justo antes de entrar a la universidad escuché un comentario preocupante: “la universidad es para los revolucionarios”, al cual respondí con una pegunta ¿qué otra opción hay para los que no se sientan revolucionarios, pero sí quieran tener una carrera universitaria en Cuba? Que, aunque no era mi caso sé que existen, no conseguí respuesta. Luego, gracias al estudio autodidacta de la historia latinoamericana conocí una frase del Dr. Salvador Allende que me hizo cambiar la perspectiva y la llevo conmigo desde entonces para todo aquel que me pregunte si soy revolucionario: “ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”.

Volviendo al tema de la constitución, un simple ejemplo de muchos. Tanto la vigente como la propuesta mantienen desde el comienzo un enfoque socialista, pero no comprendo cómo puede reconocerse la libertad política de cada cual (Artículo 1) y aun así sujetar a todo cubano a la norma de que su patria es socialista y como tal debe defenderla (Artículo 3). Está perfecto que se castigue a quien traicione a la patria y que se sea máximo deber protegerla, pero la patria no es socialista, ni capitalista, ni feudal. El patriotismo es el sentimiento que se desarrolla como parte de la conciencia individual hacia todo aquello que nos rodea cultural, material, espiritualmente.

No se debe poner apellidos a la patria, a la educación ni al pueblo para no caer en el mismo error de los primeros años de la Revolución, cuando a todos lo que emigraron llamaron gusanos y anticubanos, un término doloroso para aquellos que se sentían y de hecho eran patriotas, pero que no estaban de acuerdo con el sistema del nuevo gobierno, siempre hay sus excepciones, y no me refiero a los terroristas sino a los simples cubanos que partieron por diferencias ideológicas y por problemas económicos, motivos tan válidos como los de quienes decidieron quedarse y construir el proyecto social del que hoy disfrutamos. Defender la patria siempre ha sido tarea de todos y se ha demostrado en las luchas independistas, en todas, que la migración siempre jugó un papel importante y que los que vivían fuera no eran antipatriotas.

Salvar el nuevo texto constitucional de frases hechas y poco convincentes que no reflejan la realidad del pueblo cubano actual, que no es el mismo que se lanzó a las calles hace 60 años, pero continúa con su espíritu revolucionario. Incorporar al sistema educacional marcos o asignaturas que permitan el conocimiento de los deberes y derechos ciudadanos y humanos. Respetar verdaderamente la ideología de cada cubano dentro y fuera de las fronteras políticas y geográficas… más que un deber es una obligación de nuestro tiempo.

28 septiembre 2018 5 comentarios 217 vistas
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El calor de la fogata

por Yassel Padrón Kunakbaeva 27 septiembre 2018
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

Una fogata crepita suavemente e ilumina la noche. A su alrededor, un grupo de jóvenes se dedica a disfrutar de la vida, de la música y de la mutua compañía. No se puede decir con seguridad si pertenecen a algún destacamento de apoyo a la agricultura, si son estudiantes de acampada o de si se trata simplemente de una excursión organizada por un grupo de amigos. La guitarra se deja arrastrar hacia claras melodías, una risa cristalina atraviesa el espacio. Una mirada seductora, clandestina. Por todos lados, hasta donde alcanza la vista, naturaleza cubana en estado bruto. Grillos.

Un grupo de jóvenes, cargados de defectos y virtudes del tamaño del sol, viven su vida a mil años luz del poder de las grandes corporaciones, de las bolsas de valores y otros espectros. Por eso se dedican a disfrutar de esa libertad de canción bajo la lluvia, esa que sus antepasados ganaron con el filo del machete y el plomo de las balas. El monte, templo silencioso del mambí y del miliciano, los envuelve de mil maneras distintas. Pasa la noche como un alegre y misterioso canto.

Una escena similar a esta seguramente forma parte de la vida de la mayoría de los cubanos nacidos después del triunfo de la Revolución, incluso de mi generación. Ella es en sí misma un imaginario y un trozo de la cultura del socialismo cubano, junto a muchos otros. Ha sido en momentos así en los que, para muchas personas, se han forjado las bases sentimentales de su confianza en el proyecto revolucionario cubano. El tiempo va pasando, uno se llena de discursos racionales, de “razones”, de conflictos, pero un día debe volver al lugar lejano, aquel en el que nació la experiencia más genuina.

La crítica está bien. Hace falta la fría mordida de la razón sobre la realidad. Criticamos porque es nuestro derecho y porque creemos que de ese modo también estamos aportando al desarrollo de la sociedad. Sin embargo, de vez en cuando es necesario también recordar aquello que es nuestro orgullo. Es necesario también que el mundo sepa por qué mantenemos la frente en alto. Porque si no, corremos el riesgo de que la crítica sin medida ennegrezca nuestro corazón.

La Revolución Cubana es una maravilla de la historia. Es una maravilla sorprendente que este pueblo de filibusteros, cimarrones y contrabandistas diese a luz uno de los procesos emancipatorios más radicales de todos los tiempos. Y más maravilloso es que el sistema nacido de ese proceso siga existiendo tras sesenta años de enfrentamiento al imperio norteamericano.

Hoy, cuando hemos visto caer o entrar en el caos a otros procesos revolucionarios, cuando incluso países aliados como Venezuela y Nicaragua enfrentan crisis internas, podemos- sin dejarnos arrastrar hasta el chovinismo- sentirnos orgullosos de la solidez de nuestro sistema social. Es cierto que se trata de la misma solidez que podría encontrarse en un viejo soldado de cien batallas, lleno de cicatrices. Es cierto que hemos llegado hasta aquí por caminos ora rectos, ora torcidos. Pero nadie puede negar la victoria que significa que en Cuba puedan desarrollarse sin obstáculos el curso escolar y las campañas de vacunación.

Existe cierta grandeza en que, después de tantas décadas de acusaciones de autocracia, dirigidas a la Dirección de la Revolución, el actual Presidente sea un hombre que una vez fue un joven del centro del país, que oía a los Beatles y recorría Santa Clara en bicicleta. Un joven que nunca pensó en ser presidente de un país. También es loable que ese hombre sea capaz de decir algo como esto, y dejar al desnudo el gigantesco problema de la desconfianza:

“Yo creo que el bloqueo afecta mucho, porque fíjate, cada vez que tú vas a analizar una relación o un aspecto de la vida económica y social del país y empiezas a tratar de deslindar cuáles son las trabas, muchas de las trabas están directamente asociadas al bloqueo; pero otras trabas, que son las subjetivas, las que pueden ser de la conducta, de la manera de actuación, muchas veces han estado condicionadas por la desconfianza que crea el bloqueo y por esa insistencia en que el bloqueo te obliga a actuar como defendiéndote constantemente y analizando mucho qué paso vas a dar, para que no te puedan destruir.”

Sobre todo, existe grandeza en el hecho de que en Cuba siga existiendo un sistema político que reivindica las ideas más proscritas de este planeta. Aquí se ha sabido unir en una sola luz al fuego del Prometeo de Tréveris y a la estrella “que ilumina y mata” de Martí. Aquí tienen su sitio el Che, con su adarga de despiadado amor, y Fidel, el gigante barbado y justiciero. De este cúmulo de ideas humanistas ha nacido la praxis que ha llevado a tantos cubanos a tantos lugares del mundo con una misión internacionalista. De ese fondo ha venido, también, la sabiduría que nos ha ayudado a rectificar, aunque sea tarde, tantos errores.

Alguien tiene que decir todo esto. ¿Y si no somos nosotros los revolucionarios, quien lo hará?

El tiempo ha pasado inclemente, y hemos descuidado un poco la fogata. Ciertamente, es imposible mantener un fuego alto y vivo todo el tiempo. Sin embargo, cuando movemos un poco los leños y soplamos, entonces vemos que surgen las llamas de la Revolución. Es el calor que sentimos en nuestros cuerpos lo que nos da la confianza en que queda todavía mucho camino por andar.

27 septiembre 2018 18 comentarios 333 vistas
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