La Joven Cuba
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2018

Contenidos con fecha 2018

Orientados y gobernados

por Alina Bárbara López Hernández 25 octubre 2018
escrito por Alina Bárbara López Hernández

En las constantes apelaciones de la dirigencia cubana al pueblo se transmite la impresión de que es este quien no logra realizar las acciones cuasi épicas que se le demandan: cambiar de mentalidad, rescatar valores, ahorrar, ser eficiente y productivo, combatir las ilegalidades…; cuando en verdad son factores como: estructuras obsoletas, crecimiento de la pobreza, experimentos incompletos y extrema lentitud al cambio, entre otros, los que obstaculizan el desarrollo económico de nuestro país.

Entre los problemas estructurales más graves que tiene Cuba puede citarse el excesivo aparato de dirección de que dispone, el cual, dados los resultados a lo largo de décadas, pudiera considerarse inoperante. El actual Partido Comunista de Cuba (PCC) se fundó el 3 de octubre de 1965, con una estructura similar a la del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS):

  • Congreso: según sus estatutos es el organismo supremo del Partido. Define y ofrece las orientaciones políticas y de su actividad en general.
  • Comité Central: organismo superior del Partido entre congresos. Se encarga de aplicar las resoluciones, políticas y programas aprobados por el Congreso.
  • Buró Político: órgano de dirección superior del PCC y máxima instancia ideológica del país. Propone al Consejo de Estado las acciones políticas que deben ejecutar en materia de disposiciones legales y nombramientos.
  • Secretariado del Comité Central del Partido: auxilia al Buró Político en el trabajo con sus cuadros y militantes.

El PCC asumió una estructura territorial que se adaptó a la organización político-administrativa del país. En las provincias su máximo órgano es el Comité Provincial, dirigido por el Buró Provincial. En los municipios lo es el Comité Municipal. Esto también era una práctica en la antigua URSS, con la diferencia de que en aquel país de gran extensión, enormes recursos y que era una federación de 15 repúblicas, podía justificarse ese enorme aparato distribuido de manera uniforme, condición muy diferente a la de Cuba.

En 1959 existían en la Isla seis provincias y 126 municipios. Estas cifras se incrementaron sostenidamente hasta el punto que, en 1975, llegó a tener 407 municipios y 58 regionales (eslabón administrativo entre municipios y provincias), aunque mantuvo en 6 el número de provincias.

Durante los primeros 16 años se gobernó de modo provisional, y en ocasiones se mezclaban las funciones políticas y administrativas. En 1976 termina la provisionalidad, pues se crea el Poder Popular, encabezado por una Asamblea Nacional, y se aprueba una nueva Constitución, que en su artículo 5 dejaría establecido al PCC como “la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado”. Ese mismo año se dicta la Ley 1304, que determinó una nueva división político-administrativa en 14 provincias y 169 municipios (en 2011 aumentó a 15 provincias).

A partir de 1976, desde el nivel nacional, pasando por las provincias y finalizando en los municipios, extendieron sus redes dos instancias de dirección, una política y otra gubernamental. Para diferenciarlas se haría un eslogan la frase: “el Partido no gobierna, solo orienta y dirige”. En la práctica, cada una de esas instancias generaría un enorme aparato burocrático con gran consumo de recursos y empleo de personas.

Esto hace que el Estado deba asumir al Partido no solo como una fuerza superior que lo orienta, sino como un gravamen económico sobre sus espaldas, pues ¿quién sino el Estado con sus recursos, dígase nuestros, sostiene al enorme aparato político que es el PCC?

Muchas estructuras partidistas deberían ser racionalizadas. Si el Buró Político del PCC es la máxima instancia ideológica del país, podría simplificar la descomunal presencia de la organización en cada provincia y municipio y concentrarla en una oficina que radicara en las propias instancias de los gobiernos provinciales y municipales, cuya función sería supervisar y orientar directamente y servir de intermediaria con la instancia nacional, que sí se mantendría independiente del gobierno.

Otro modo en que el Partido podría aportar al ahorro al que constantemente  nos exhorta sería reduciendo su estructura interna a nivel nacional. La única vez que lo intentó fue en 1991, en el IV Congreso del PCC. A este Congreso correspondió el análisis del período especial y las medidas implementadas por el proceso de rectificación, una de ellas fue la eliminación del Secretariado del Comité Central. Poco duró esta decisión, en el año 2006 ese órgano fue restablecido, y dos años después, en 2008, fueron creadas las Comisiones Permanentes del Comité Central, entidades que agrupan a los departamentos del Comité Central y cuyos máximos responsables son los integrantes del secretariado.

En la práctica, los dirigentes del Secretariado y de los departamentos constituyen un aparato político paralelo al Gobierno de la nación, que intervienen en el desarrollo y control de las políticas de los organismos de la administración central del Estado y de los gobiernos provinciales y municipales.

Un país empobrecido como el nuestro, cuya economía prácticamente no crece desde hace casi una década no puede mantener tal derroche de recursos materiales y humanos al sostener dos formas de dirección, una que orienta y otra que gobierna.

Es justo que se solicite de la ciudadanía un aporte constante en los destinos del país, pero igualmente los ciudadanos tenemos el derecho de cuestionar la excesiva burocracia política que, junto a la administrativa, ahoga las finanzas de la nación y no permite su despegue. El cambio de mentalidad nos compete a todos, el ahorro y la eficiencia también.

25 octubre 2018 60 comentarios 294 vistas
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Confiar en los jóvenes

por Osmany Sánchez Roque 24 octubre 2018
escrito por Osmany Sánchez Roque

Para conocer Cuba hay que caminar sus calles, viajar en transporte público, sentarse en las gradas de un estadio de pelota o hacer la cola en una tienda. Escuchar a las personas, sus criterios, vivencias, esa es la Cuba real, no la que se presenta desde la oposición al gobierno.

En Cuba, una universidad es una representación de la sociedad a pequeña escala. En la misma aula están sentados juntos los hijos de los que tienen mucho y los que tienen poco. Tener el privilegio de hablar a diario con esos jóvenes e intercambiar con ellos, es una posibilidad para conocer la realidad cubana en toda su extensión.

El reciente debate del Anteproyecto de Constitución, dejó claro que para entender el auge de la derecha en América Latina, no es necesario ir a esos países porque parte de su lógica está presente en nuestra sociedad.

En Argentina un millonario dice que va a traer el cambio y la gente le cree y vota por él. En Brasil un candidato abiertamente racista y admirador de dictaduras militares dice que va a acabar con la violencia y la corrupción, la gente votará por él.

El gran logro de la derecha ha sido engañar al pueblo con un discurso que jamás será llevado a la práctica. Hacerlos votar por alguien que representa y defiende los intereses de una clase social a la que ellos no pertenecen.

La gente vota por esos candidatos porque les proponen soluciones a sus problemas cotidianos y el pueblo dice “vamos a probar”. La suma de las campaña de desprestigio de la prensa corporativa por un lado y los errores de la izquierda por otro les hace votar por alguien contra el que estarán protestando unos meses después.

La clave con la juventud cubana no es limitarse a decirles que nuestro sistema es más justo que aquel que nos quieren imponer, hay que convencerlos de que es capaz de resolver nuestros problemas. Hay que hacerles ver que tenemos más razones para creer y defender en el proyecto que estamos construyendo que para destruirlo.

Dejar los eufemismos. No podemos seguir llamándole “indisciplinas sociales” a los actos de vandalismo. A la corrupción hay que llamarla por su nombre.

Cuando un joven te dice que no quiere perder los logros del socialismo pero que hay que coger “lo bueno de esto y de lo otro” es que no entiende realmente como funciona lo “otro”. La esencia de lo “otro” no permite que tengamos lo mejor del nuestro.

El objetivo de la oposición es vendernos la promesa de un cambio que no beneficiará a la mayoría. Cuenta con la complicidad del bloqueo y la necesidad de cambios que vive el país, condicionando así la voluntad natural del pueblo. No basta con denunciar sus planes, hay que superarlos con un proyecto mejor.

La Revolución no es un mal menor sino una alternativa superior, no debe preocuparnos entonces hablar con franqueza de nuestras problemas. Confiar en los jóvenes y construir juntos, que el sentido común se impone cuando sabemos a dónde vamos y con qué contamos para llegar allí.

Para contactar al autor: jimmy@umcc.cu

24 octubre 2018 122 comentarios 277 vistas
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Lo revolucionario

por Miguel Alejandro Hayes 23 octubre 2018
escrito por Miguel Alejandro Hayes

El lenguaje no es una cosa muerta. De ahí que en cada época se genere su propio sistema de palabras con una significación determinada. En la época batistiana los revolucionarios eran los que luchaban contra el tirano (M-26-7, DR 13-3, brazo armado del PSP) y el régimen promovió sin éxito un sentido peyorativo a la palabra, donde era sinónimo de revoltoso, buscapleitos, etc. Era un intento de propaganda de la dictadura para desde el lenguaje, debilitar la imagen de quienes deseaban derrocarlo.

Luego, vino la Revolución y como a todo cambio revolucionario le es  consustancial un lenguaje propio: la nueva realidad fue rápidamente codificada en  signos cuyo significado asume determinaciones variadas. El término se utilizó para describir al sujeto del propio proceso, es decir, al revolucionario. Era sinónimo, en un primer momento, de todo aquello que se oponía al antiguo régimen.

La palabra se puso de moda, y no faltó incluso, la prensa comercial de la época que intentaba usar ese fervor revolucionario en su publicidad con frases como: “Consumir lo que el país produce es hacer patria”.

De la palabra también derivó su opuesto, donde lo contrarrevolucionario, era lo batistiano y la incómoda burguesía, que luego se acuñó sencillamente como la contra. Hasta aquí, la cercanía de lo derrocado, permitía a lo revolucionario tener su acepción de subversión de la realidad, y constante transformación de esta. Después de todo, los primeros años de la Revolución eran de cambios constantes.

Pero la Guerra Fría y la constante agresión condicionaban un cierre de filas. La contra, comenzó a usar el humor como arma, las agresiones eran contra el propio pueblo. De manera que cada vez más, la necesidad de la disciplina y la cohesión de todos, condicionaban la identificacion de lo revolucionario con la nación cubana, e incluso con el gobierno, al punto de llamársele gobierno revolucionario al gobierno. De estos procesos, se llega a un estado de cosas, donde cubano y revolucionario, van identificados respecto a un gobierno.

Bajo esa lógica, que como vemos se refleja en el lenguaje, nos hemos venido desarrollando desde inicios de los sesenta. Así, ser revolucionario es estar a favor del gobierno.

Lo cierto es que, mientras se cumple la cualidad revolucionaria de este, no hay ningún problema. Incluso, durante muchos años, el carácter revolucionario del gobierno, ni siquiera valía la pena cuestionarlo.

La disyuntiva está en cuando se hace una verdad eterna la igualdad entre Revolución y gobierno, para incluso decirlo al revés: gobierno igual a Revolución. Una verdad con esas condiciones no existe, y solo es el resultado de sacar una significación propia de determinadas condiciones para asumirla como verdadera para todas.

Tal confusión puede provocar que, si la burocracia se entroniza en el ejercicio del poder, llegue a pensarse que lo revolucionario sea defender la burocracia en el gobierno.

Nada más allá de la fe garantiza que sea inherente al gobierno ser revolucionario, como tampoco lo es el hecho de su equivalencia. Lo revolucionario es una condición que se gana, no es propia de algo de por vida.

Por eso, lo revolucionario, sigue siendo esa subversión y ese cambio constante -aún más en esta Cuba que tanto hay que mejorar-. Aunque puedan coincidir, no se confunda al gobierno con la Revolución. Lo primero puede abrazarse  a lo segundo, pero no le pertenece. Llevémoslo al lenguaje.

23 octubre 2018 62 comentarios 291 vistas
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Éramos los primeros

por Mario Valdés Navia 22 octubre 2018
escrito por Mario Valdés Navia

Las revoluciones ocurridas en Cuba siempre han tenido un alto contenido social. La frase de Martí: “La independencia en los Estados Unidos vino cuando Washington; y la revolución, cuando Lincoln” no es aplicable a nuestro caso, pues Céspedes acompañó el grito de libertad del diez de octubre con la liberación de sus esclavos. La primera constitución cubana (Guáimaro, 1869) refrendó que: “La República no reconoce dignidades, honores especiales ni privilegio alguno” (artículo 26).

Los máximos líderes del 95, Martí y Gómez, consideraban que habían echado su suerte con los pobres de la tierra y que trabajaban para ellos. Guiteras sostenía que la Revolución del 33 respondía al: “clamor de las masas que todo lo sufren, que todo lo padecen”.

En vísperas de que el pueblo armado partiera al combate en defensa de la Revolución, Fidel afirmó que esta Revolución era: “De los humildes, por los humildes y para los humildes”.[1] Con el triunfo sobre la agresión externa e interna parecía que definitivamente se había conquistado toda la justicia posible.

Pero luego llegó la tríada burócratas/burocracia/burocratismo y empezó a hacer de las suyas, aunque el propio Fidel hubiera alertado desde temprano: “nunca el poder revolucionario puede ser un poder burocrático, jamás. Nunca el poder revolucionario puede distanciarse de las masas”.[2]

Tras medio siglo de empoderamiento burocrático, hoy sus caprichos parecen escapar al sentido común y se contagia con la soberbia de las clases oligárquicas de otros lares, a las que pretende emular. Por eso, cada vez más, se enajena a los humildes sus espacios habituales de socialización en interés de los nuevos ricos. O, peor aún, se les impide acceder masivamente a bienes y servicios imprescindibles en el mundo actual, por los desmedidos precios de un mercado cautivo donde casi no quedan nichos para los pobres.

Así, mientras la botella de ron más barata vale sesenta pesos -más de dos días de trabajo de un obrero industrial- y los precios del servicio de internet siguen siendo los más altos del mundo respecto al ingreso medio nacional, el que otrora fuera el mayor centro comercial de los habaneros, La Manzana de Gómez, se transforma en el exclusivo Gran Hotel Manzana Kempinski, lleno de tiendas exclusivas para turistas y nacionales ricos.

Foto: KEMPINSKI HOTELS © 2018

Quizás estos versos del gran poeta, cantante y actor soviético Vladimir Visotsky –traducidos por el poeta Juan Luis Hernández Milián- nos resulten útiles para entender que lo que pasa hoy aquí, ya pasó antes allá, en la matriz del mal llamado socialismo real.

Éramos los primeros en la cola

y la gente se quejaba y más se quejaba

y la gente clamaba por justicia:

− Éramos los primeros en la cola

Y ya están comiendo los que estaban atrás.

 

Explicaron para evitar un escándalo:

−  Les ruego, amigos, ¡váyanse!

Aquellos que están comiendo

/son extranjeros

y ustedes, perdón, ¿quiénes son?

 

Y la gente rezongaba y rezongaba más,

Seguro clamando por justicia: 

−  Éramos los primeros en la cola

Y ya están comiendo los que estaban atrás.

 

Otra vez explicó el administrador:

−  Les ruego, amigos, ¡váyanse!

Aquellos que están comiendo

/son delegados

y ustedes, perdón, ¿quiénes son?

 

Y la gente gritaba y más gritaba,

Y la gente clamaba por justicia: 

−  Éramos los primeros en la cola

Y ya están comiendo los que estaban atrás.

Poemario “Aún estoy vivo”, Moscú, 1966 /Ediciones Matanzas, 2010

Para contactar al autor: mariojuanvaldes@gmail.com

[1]“Discurso en el entierro de las víctimas de los bombardeos del día 14”, 15-4-1961, en Playa Girón. Derrota del Imperialismo, Ediciones R, La Habana, 1962, t.1, p. 76.

[2]“Discurso en la asamblea general de los bancarios”, 2-10-1961, en Ideología, conciencia y trabajo político 1959-1986. Edit. Política, La Habana, p.58.

22 octubre 2018 51 comentarios 299 vistas
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Patronos y obreros

por Mario Valdés Navia 18 octubre 2018
escrito por Mario Valdés Navia

En el proyecto de constitución no hay referencia alguna a obreros, patronos y sindicatos. En la del 40, la palabra obreros aparecía 19 veces, patronos 10 y sindicatos una. En la del 76, la primera lo hacía en tres ocasiones, ninguna las demás. Por lo menos, aquí campesino y trabajadores aparecen una vez, y empleados seis; si bien esta última se refiere siempre a funcionarios de bajo nivel y nunca a obreros propiamente dichos.

Me parece que a una constitución socialista sin obreros ni sindicatos le falta algo. Aunque en un análisis de contenido no emerjan, es preciso referirse a cómo serán las relaciones entre ellos a partir de ahora. En particular, porque ya que la nueva constitución asume la propiedad privada y la cooperativa como realidades del modelo cubano, entonces es preciso reanalizar el papel de los sindicatos y del movimiento obrero en el país.

El rol tradicional de la organización obrera en los Estados de socialismo burocrático -ser correa de trasmisión de las decisiones de la dirección hacia las masas- no puede sostenerse en una sociedad donde las relaciones de explotación capitalista entre patronos y obreros están refrendadas en la propia constitución (Art. 21).

En la historia del capitalismo los sindicatos han sido siempre el baluarte del poder obrero. Su nivel de empoderamiento económico, social y político es un medidor del grado de madurez alcanzado por el proletariado en su lucha con la burguesía y su Estado, con independencia de la forma que este adopte. De ahí que el neoliberalismo actual se proponga destruir la fuerza de los sindicatos donde quiera que le sea posible.

En los inicios del movimiento socialista fueron los sindicatos los primeros nichos de poder obrero en lucha contra el liberalismo salvaje. Ellos fueron protagonistas de la Comuna de París, la Revolución Rusa de 1905 y la de Octubre. Los primeros soviets rusos nacieron de su seno, en los grandes centros de producción de la ciudad y el campo y las unidades militares.

Cuando se constituyó el poder soviético los sindicatos reclamaron una cuota importante de poder. Por ello, en 1921, la máxima dirección bolchevique cerró filas contra la llamada Oposición Obrera (OO) que postulaba que los sindicatos debían dedicarse, además de sus labores educativas, de propaganda y disciplinarias, a controlar toda la gestión económica del país a través de un Congreso de Productores, mientras el partido sería el guía político e ideológico de la nueva sociedad.

Su mensaje cargó contra la burocracia naciente y prometió una gestión económica más eficiente gracias a la iniciativa de los trabajadores. El grupo rechazaba las propuestas de Lenin y Trotsky de gestión cuasi militar de los trabajadores mediante sindicatos unidos a la administración, y exigía que fueran independientes del partido, los cargos con responsabilidades en economía contaran con su beneplácito y las fábricas quedaran en manos de comités elegidos por el voto directo de los trabajadores.

Ante el peligro de debilitamiento interno frente a la agresión extranjera, el X Congreso bolchevique prohibió la actividad de grupos disidentes en su seno y condenó a la OO como desviación sindicalista y anarquista. A partir de entonces, los sindicatos se convertirían en escuelas de comunismo, encargados en la práctica, no de representar los intereses obreros ante el Estado proletario, sino los de este ante los obreros.

Con el tiempo, Stalin y sus acólitos lograron neutralizar todos los mecanismos del poder obrero y sustituirlo por sus propios instrumentos amañados para eternizarse en el poder. Así, con cada limitación sobre el control obrero y la crítica revolucionaria, la revolución proletaria fue cediendo paso a la contrarrevolución burocrática.

En Cuba, la antigua, poderosa  y combativa Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC, 1939), formada por más de 700 organizaciones obreras independientes, se coinvirtió, en 1961, en una central sindical con 19 sindicatos nacionales ramales. De la antigua diversidad sindical solo quedaron las siglas y el liderazgo del querido Lázaro Peña.

Lo más importante en la actualidad es que el mecanismo de presión por excelencia de los obreros: la huelga –derecho humano universal reconocido desde el siglo XIX-, aunque se mantuvo en la Ley Fundamental de 1959, fue sancionada luego como una variante de la actividad contrarrevolucionaria. No fue incluido en la de 1976 ni en el proyecto actual.

El criterio de que la huelga es una forma de contrarrevolución al dañar la actividad económica de todo el pueblo actúa como un mecanismo de presión sobre los trabajadores que tienen/tendrán que aceptar las imposiciones de sus patronos (estado, inversores extranjeros, burgueses nativos de la ciudad y el campo, cooperativas) sin poder apelar a esta arma proletaria.

Lo más interesante es que no aparece tampoco ningún mecanismo constitucional para mediar en las relaciones entre capitalistas y obreros. Una sociedad donde prime el dejar hacer a los patronos sin el contrapeso de las luchas sindicales parece más el paraíso soñado de Adam Smith que el de Karl Marx.

18 octubre 2018 35 comentarios 352 vistas
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Diferentes modos de cabalgar

por Alina Bárbara López Hernández 17 octubre 2018
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Gracias a un forista de LJC descubro un blog denominado PostCuba en el cual me mencionan mucho últimamente. A sus creadores solo puedo decirles esto: necesitan con urgencia un editor.

Marco Velázquez Cristo es el autor de esos textos. De Diego Velázquez asume la prepotencia del colonizador, con una diferencia notable, su meta es más ambiciosa pues no intenta colonizar territorios, sino verdades. Las reminiscencias del segundo apellido distan mucho del amor, el respeto y la armonía a las que invitara el hijo de Dios, y recuerdan más a la agresividad de los cruzados y a la repetición constante de los libros sagrados.

Indagué sobre él, pero me explican algunos amigos que estos nombres son quizás seudónimos de personas cuya función es combatir cualquier idea que se aparte de la norma oficial. Pudieran ser denominados entonces Agentes Cubanos del Ciberespacio (en lo adelante ACCE) y entiendo su anonimato, si yo escribiera de esa forma también ocultaría mi identidad.

En la jerga de Internet, un trol,​ plural troles (del inglés troll), describe a una persona que publica mensajes provocadores, irrelevantes o fuera de tema en una comunidad en línea... (Wikipedia)

En la jerga de Internet, un trol (del inglés troll), describe a una persona que publica mensajes provocadores, irrelevantes o fuera de tema en una comunidad en línea (Wikipedia)

Los textos producidos por los ACCE son muy predecibles, casi modélicos, cuando los analizas se revela que todos comparten una estructura que, con pocas diferencias, presenta los siguientes segmentos: 1) Descalificación, 2) Descontextualización, 3) Apelación al principio de autoridad y 4) Falta de calidad escritural. Veamos los escritos de MVC como un estudio de caso.

  • Descalificación: Este no es un aporte del autor y sus orientadores, sino una estrategia muy manida a la que dediqué mi primer post en LJC. Como mismo existe un arte del buen decir también existe un arte del buen insultar; que alguna diferencia debe evidenciarse entre una polémica ideológica y una trifulca de bares y cantinas. Recomiendo a MVC que localice una de las disputas más subidas de tono en la historia de las ideas republicanas, no solo por el vocabulario utilizado sino por la calidad de los argumentos esgrimidos. Los implicados: Raúl Roa y Raúl Maestri. Aprenda de ellos estimado Velázquez, hasta para ofender hay que poseer cultura, y civismo. Manifieste, en estos tiempos de blogosfera, que la Revolución ha favorecido la instrucción y educación formal de los cubanos, y no exteriorice lo bien que le sienta a usted esta crítica de Raúl Castro: “Hemos percibido con dolor, a lo largo de los más de 20 años de período especial, el acrecentado deterioro de valores morales y cívicos, como la honestidad, la decencia, la vergüenza, el decoro, la honradez y la sensibilidad”. (A esto se le llama tomar una taza de su propio chocolate).
  • Descontextualización: MVC hace gala de un acto de escamoteo usual en la prensa cubana: referirse a las opiniones de otras personas empleando citas fuera de contexto para darles un sentido diferente al que pretendieron sus autores, citar incorrectamente para falsear, fragmentar un análisis a conveniencia, etc. Los ACCE deberían ubicarse mejor en que el mundo de internet no es el de nuestra prensa escrita. En el ciberespacio simplemente se establece un vínculo para que quienes visiten su blog accedan a la información completa. Es lo que hago yo con los escritos de MVC, aunque no sé si los lectores de LJC me lo perdonarán. De manera tal, los interesados lograrán construir sus propios criterios. Pero no creo que esa sea la pretensión de MVC, los ACCE nunca confían en la independencia del pensamiento, es un pecado en su mundo.
  • Apelación al principio de autoridad: En el medioevo, ante la disyuntiva entre la fe y la razón se enrumbaba el primero de esos caminos. Cualquier discusión terminaba cuando se apelaba a las santas escrituras o a los escritos de los padres de la iglesia. En el mundo de los ACCE son otros los textos, pero su carácter sagrado parece mantenerse. Vean sino la forma en que son tratados por MVC: “Para acabar de evacuar sus «dudas» doy la palabra a Fidel”,“cedo la palabra al Comandante en Jefe”, “Dejo que Fidel le explique algo a esta docta «intelectual»”, etc. Si algo debieran aprender de Fidel es la vasta cultura que poseía y que siempre se bastó para ofrecer sus opiniones. Además, en buena lid están plagiándolo, hagan su tarea compañeros ACCE, no cedan más la palabra y hablen ustedes, si es que tienen algo que decir que no sea proferir insultos y amenazas.
  • Falta de calidad escritural: En tal sentido los textos de MVC son un paradigma. Se nota su desprecio por todo lo relacionado con el ámbito intelectual y académico, pero… ¿rechazar conocimientos que los escolares deben dominar desde la enseñanza primaria, como las reglas de acentuación y las de puntuación?, ¿crear palabras que no existen? (el mejor ejemplo: erudicialmente por eruditamente), ya esto es exagerado. Hagamos un pacto, les propongo un Curso de gramática, ortografía y redacción para ACCE. Podremos entendernos mejor, sino ideológicamente al menos en la lengua de Cervantes.

Estos aguerridos gladiadores del ciberespacio semejan una banda de galgos tras los talones de aquellos que se atreven a disentir de lo considerado políticamente correcto, de los que plantean ideas porque tienen ideas que plantear. Pero como dijo el Quijote a su escudero, “si ladran Sancho es que cabalgamos”.

Su cabalgadura es más peligrosa. Un proverbio hindú asegura: “el que cabalga un tigre no puede descabalgar”, y se aplica a las personas que persisten en un error o una mentira de tal magnitud y por tanto tiempo que no es posible dejar de actuar sin que sufran las consecuencias de sus acciones. Entonces sigan montados en su tigre de mentiras y medias verdades, recitando sus libros sagrados, con su odio por la cultura y los intelectuales. Veremos quien llega más lejos con esos modos diferentes de cabalgar.

17 octubre 2018 62 comentarios 895 vistas
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La tragedia democrática en América Latina

por Harold Cardenas Lema 16 octubre 2018
escrito por Harold Cardenas Lema

Para EB White la democracia era la sospecha recurrente de que más de la mitad de las personas están en lo correcto, más de la mitad de las veces. El triunfo cercano de un candidato presidencial fascista y autoritario en Brasil, pone a prueba las palabras de White. Comparto aquí unos apuntes de madrugada sobre la construcción de los estados nacionales y la democracia en América Latina, acompañado de mi valoración sobre Brasil.

Los orígenes de la crisis democrática en este continente quizás comenzaron desde 1808 con el colapso de la monarquía española. Robert Holden señala en Beyond mere war varios problemas vinculados a la legitimidad y autoridad en la formación de los estados latinoamericanos y su cariz. Explica cómo en nuestro continente, las expresiones de poder no están atadas a las instituciones y el estado sino a fuertes individuos y sus organizaciones. Donde gobiernos de rapiña debilitan las instituciones y el estado en general resulta incompetente.

Holden acierta en su descripción, pero falla al omitir la condición desventajosa en que dejó el colonialismo español a nuestras tierras, y las características particulares de la burocracia y rapiña española, en comparación con otras potencias de la época. Pero hay otro factor que podría ayudarnos a entender el estado institucional y democrático en la región.

La guerra es una variable en la formación de los estados nacionales que Charles Tilly hizo famosa. Su aforismo “la guerra hizo el Estado y el Estado hizo la guerra” describe el papel que jugaron ciertos conflictos bélicos en Europa para solidificar fronteras e instituciones. Si bien los estados de nuestro continente ya tienen varios siglos de violencia interna, esta ha sido más causa de desestabilización que mecanismo para alcanzar su solidez.

Miguel Centeno ofrece una explicación de qué hace a América Latina distinta. El poder estatal en el continente siempre fue superficial y muy disputado, esto hizo que los estados raramente se involucraran en grandes conflictos bélicos internacionales y terminaran así: débiles, subdesarrollados y generalmente incompetentes. La ausencia de instituciones políticas sofisticadas capaces de participar en las guerras internacionales, terminó siendo un problema mayor. Sin guerras no hubo construcción estatal eficaz.

Esta teoría fue disputada por Jorge Domínguez, quien argumenta que no es que nuestras naciones evitaran guerras internacionales desde su independencia, sino que la “paz” solo llegó a nuestros países a finales del siglo XIX. Como sea, no cabe dudas de que la formación de los estados y su desempeño ha sido trascendental en nuestras instituciones y nuestra relación con la democracia.

Que en menos de un siglo (1898-1994) Estados Unidos haya intervenido para cambiar exitosamente 41 gobiernos en América Latina (como refiere John Coatsworth), sin importar que fueran democráticamente electos o no, a razón de un gobierno intervenido cada 28 meses, no ayudó. Nuestras instituciones se hicieron aún más débiles, primó el escaso respeto a la ley y una limitada efectividad burocrática.

Las deficiencias en la formación de los estados latinoamericanos (junto a otras que no menciono para no alargar el texto) explican parte del pasado siglo y el presente de nuestras naciones. Entonces tenemos a Brasil, donde la mayoría de los votantes prefiere a un autócrata y no al representante del partido político que sacó a 28 millones de ciudadanos de la pobreza en solo una década. Los escándalos de corrupción del PT y el fantasma de Venezuela, han traído millones de votos de castigo. Votos suicidas.

Jair Bolsonaro es el único candidato con tendencias autoritarias en las elecciones de Brasil, y va ganando por mucho. Acostumbrados a políticos de derecha como Macri y Temer, muchos no perciben la diferencia radical en este militar de reserva. Los casos de corrupción y la exclusión de Lula en el proceso electoral no amenazan la frágil y manipulada democracia brasileña como hace Bolsonaro. La debilidad institucional que describimos anteriormente, sumada a un personaje que parece más dictador que político, en el país más grande de América del Sur, es la receta al desastre.

El militar ha declarado abiertamente su respaldo a dictaduras militares y el potencial cierre del Congreso brasileño. Apoya el uso de la tortura y asesinatos extrajudiciales, sin reconocer un resultado electoral que no sea el de su victoria. Dice que la dictadura en su país debió haber asesinado a 30 000 personas, incluyendo al expresidente Fernando Henrique Cardoso, a quien llama corrupto junto a Lula. Anuncia que tratará el Movimiento sin Tierra como una organización terrorista. Y gana la mayoría de los votos.

Bolsonaro no respeta las reglas de una democracia que de por sí ya estaba en crisis, incita a la violencia y niega la legitimidad de sus rivales políticos. Tampoco parece respetar las libertades civiles de sus oponentes. Fallaría cualquier examen de democracia liberal y tendría menos en una democracia socialista. La intelectualidad occidental está nerviosa por lo que significa un Brasil autocrático en sus manos, pero las élites económicas celebran. Al día siguiente de la primera ronda electoral en su país, la bolsa de valores brasileña subió significativamente y el WSJ lo elogió como un populista conservador que “drenará el pantano” en Brasil.

Cuando las oligarquías tienen que elegir entre sus objetivos políticos y económicos a corto plazo, y la defensa de la democracia nacional a mediano y largo plazo, gana la primera opción.

La percepción de que un presidente propenso al autoritarismo es bueno para la economía y preferible a una opción más progresista, tampoco es nueva. El mismo error ocurrió en la Italia de los años 20, la Alemania de los años 30 y en Estados Unidos hace dos años. Que la falta de visión política y compromiso nacional siga siendo un rasgo característico de las oligarquías, no debería sorprendernos, es su naturaleza. Pero que más de la mitad de las personas en un país vecino opten por el autoritarismo en lugar del civismo, es la tragedia democrática actual en América Latina.

Para contactar al autor: haroldcardenaslema@gmail.com

16 octubre 2018 45 comentarios 267 vistas
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El mercado y el socialismo

por Miguel Alejandro Hayes 15 octubre 2018
escrito por Miguel Alejandro Hayes

Decía el marxista y estudioso de la dialéctica francés Henri Lefebvre, que la economía capitalista había estafado bastante a la marxista. Con ello señalaba cómo los teóricos del marxismo caían en las trampas y provocaciones de los ideólogos del capitalismo, donde estos  creaban falsos dilemas como mercado-planificación, a los que se respondía –del lado de acá- en ocasiones con utopías.

De esa forma proliferaron mitos sobre la enajenación, la individualidad, la propiedad privada y el mercado.

Pero como es sabido, Marx, a diferencia de otros, dedicó su vida a combatir la utopía y la falta de apego a la realidad. Comprendía el daño que provocaba todo eso a la lucha revolucionaria. Por esa razón escribió numerosas críticas a contemporáneos y grandes revolucionarios como Proudhon, Bakunin, Weitling y hasta el noble Owen. Como marxista sigo esa línea. Y de todos los mitos, me referiré al mercado.

Ese es un tabú que nos legó el manual soviético, sostén teórico -sin ser percibido- del imaginario revolucionario hasta hoy. Para tal doctrina, la cosa es muy simple: el mercado es el mecanismo a través del cual se reproduce el capitalismo, y  es causado por la propiedad privada. De ahí, que se pensara que la propiedad privada terminaría siempre generando capitalismo. Por lo que en la lucha contra este, lo mejor era eliminar la propiedad privada y así cortar su mecanismo de reproducción.

En todo ello iba implícita otra conclusión que sobrevive hasta hoy: propiedad privada es igual a mercado. Ese pensamiento es el que nos ha hecho esos interminables debates donde creemos que el mercado es algo característico de la propiedad privada, y en lo no-privado no existe el mercado.

Fue tan fuerte esa mentalidad que llevó a la tentativa de eliminar la categoría mercancíadel sistema empresarial cubano en los 60, y que en el seno de este no era necesario al mercado. A tal punto esto, que una rama como el derecho mercantil resultó superflua en la formación de profesionales.

Pero ese fue el engaño que nos jugó la economía capitalista. Cuando lo cierto  es que el mercado, en buena ley, es el mecanismo de asignación de recursos, donde las partes que participan en el cambio, dan y reciben algo en aras de satisfacer las necesidades de estas, siempre con ajuste a cierta conveniencia e intereses, o ya sea por coerción en algunos casos. Así que la economía capitalista hace eso, y nosotros los socialistas… ¿qué?

No faltaron -ni faltan aún- quienes negando ese mecanismo terminaron explicando el intercambio con criterios de moral. Todo debía depender de esta, del compromiso y cosas así que la ética como disciplina se dedica a estudiar. Entonces ese movimiento mercantil que es el intercambio en sociedad, vía de la satisfacción de las necesidades del hombre, hizo de su razón de ser la política y una -si es que puede llamarse así- ideología. Después de todo, sin propiedad privada -se pensó- no había mercado.

¿Pero qué estábamos haciendo en realidad? Los hechos mostraban la respuesta. ¿No era mercado aquellas normas de asignación que usábamos en los períodos en los que se pensaba que este no existía? Lo cierto es que sí, pero nos engañábamos pensando que no. Usábamos una forma de intercambio donde dos partes daban y recibían, y alrededor de ello había cierto contrato social (con o sin coerción).

Nunca dejó de existir la relación de mercado en la vinculación entre los hombres en sociedad socialista, y esa asignación normada de recursos era parte de él. Ha costado mucha historia entender esto, e incluso será natural que otros no puedan aceptarlo por supuestas posturas ideológicas.

Ya una parte de la academia dio ese tan necesario salto. Casi que es trivial dentro de esta el hecho de que en el socialismo no se puede negar la presencia y necesidad de relaciones monetario mercantiles. Así se enseña la asignatura de Economía Política del Socialismo en muchas aulas universitarias –me consta-. Donde se estudia, que dentro de esa propiedad estatal (no privada), existen entre sus diferentes niveles y a lo interno de estos, es decir, entre empresas y OSDE, y entre estas mismas, contradicciones de intereses producto de su posición real respecto a los medios de producción, que condicionan la existencia de relaciones monetario mercantiles entre ellas.

Entonces no se trata de que el mercado va de la mano de lo privado, sino que ocurre entre esa propiedad estatal también. Lo que desmiente que mercado es igual a capitalismo. Así funcionan nuestras empresas estatales, entre ellas (contratos, compraventas, convenios, etc) y dentro de ellas (salarios, estímulos, etc), todo a través de relaciones monetario mercantiles. No han dejaron de estar ahí.

Pero ya que todo esto va del socialismo, y no precisamente del mercado, creo que lo mejor es dejar claro de qué estamos hablando. Por eso, me remito a los clásicos, y aunque tengo la certeza de que Marx no teorizó sobre el socialismo, Lenin sí lo hizo. Este dijo que se caracterizaba por usar las fuerzas capitalistas en función de la sociedad. Las demás coletillas que se le han puesto al socialismo como si fuese un estado superior de la moral, son cosa aparte.

Usar ese capitalismo implica usar también el mercado, después de todo, las sociedades nuevas se comienzan a construir no con lo que uno quiere, sino con lo que hereda de la anterior. No comprender esto, no solo representó una derrota teórica al marxismo de antaño, sino también política, y que nosotros no podemos repetir.

Es cierto que el capitalismo tiene Ideología de mercado. Pero, ¿quién dijo que la del socialismo es la de no-mercado? ¿O que es la abolición de este quien condiciona el socialismo? Engels en Principios del Comunismo, habla sobre cómo en esa hipotética sociedad en cuestión, por su abundancia, desaparecerían las relaciones mercantiles, no que la desaparición de estas lleven al comunismo.

De todos modos, sobre la cuestión de las relaciones mercantiles y cuándo  desaparecerán, está claro en El Capital que el mercado se genera por la envoltura social que deviene de la división del trabajo, fenómeno indetenible y ascendente. Ser conscientes de ello nos ayudará a no caer nuevamente en la utopía, que después de todo, le es orgánica al capitalismo.

Enfoquemos bien el problema, que no ver la solución puede convertirse en delirio. Seamos dialécticos, no utópicos, para que no nos sigan estafando.

15 octubre 2018 18 comentarios 402 vistas
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