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2018

Contenidos con fecha 2018

Paul Lafargue y el elogio de la pereza

por Mario Valdés Navia 8 enero 2018
escrito por Mario Valdés Navia

Es extraño que se hable tan poco en Cuba del yerno criollo de Karl Marx. El cubano-francés Paul Lafargue nació en Santiago de Cuba el 15 de enero de 1842 y se suicidó en Draveil, Francia, el 26 de noviembre de 1911, junto a su esposa Laura, por acuerdo mutuo de una pareja enamorada e indispuesta a sufrir los horrores de una vejez decimonónica.

Más insólito es el caso si recordamos que este cubano fue un participante destacado en la Comuna de París, dirigente importante de la II Internacional y fundador de sus secciones en España, Portugal y Francia; donde estuvo entre los creadores del Partido Obrero.  Pero lo más interesante para la historia de las ideas en Cuba es que su libro El derecho a la pereza (París, 1883), mayoritariamente desconocido por acá, fue el texto más difundido de la literatura socialista mundial a fines del XIX, solo superado por el Manifiesto Comunista de Marx y Engels.

Quizás la causa principal de este olvido de sus coterráneos radique en la conocida postura de Lafargue contraria a la lucha por la independencia de la Isla al considerar –como buen socialista europeo-, que esos procesos de liberación colonial alejarían la llegada de la revolución socialista mundial. Por eso se negó a aportar dinero para la causa cubana y declaró que “una huelga en Francia es más importante para la causa del proletariado que todas las guerras de Cuba”. No obstante, por ese camino tendríamos que renegar también de Marx y Engels que pensaban igual.

“Trabajar lo menos posible y disfrutar intelectualmente y físicamente lo más posible”

La cuestión es más profunda y tiene que ver con la propia naturaleza de El derecho a la pereza, donde se postula como tesis central la necesidad de combinar el incremento del poder adquisitivo de los trabajadores con la reducción de la jornada laboral –a tres horas diarias como promedio-, para que ellos y sus familias pudieran dedicar más tiempo al disfrute de las artes, los deportes y la vida natural, en contraposición a la esclavitud enajenante del trabajo asalariado. Su lema era: “trabajar lo menos posible y disfrutar intelectualmente y físicamente lo más posible”.

Ese tipo de propuesta demoraría mucho en ser aceptada por tirios y troyanos, pues con la expansión de la gran industria en el siglo XX sobrevino la aplicación masiva del taylorismo mecanicista en el mundo capitalista -críticamente representado en el filme Tiempos Modernos de Charles Chaplin-,  y su homólogo socialista: el método estajanovista,  promovido en la Unión Soviética en la época de Stalin. Ambos preconizaban un incremento infernal de la intensidad y la productividad del trabajo para maximizar las ganancias, es decir, postulaban el productivismo como valor, aun en detrimento de la conservación de la naturaleza y de la realización plena de la vida humana.

Pero el devenir del siglo XX trajo consigo la materialización de varias de las previsiones de Lafargue: la sostenida superproducción capitalista, aplicación de paliativos terribles para vender los excedentes mediante el incremento del sobreconsumo ficticio e improductivo y la reducción de la vida útil de los productos, al tiempo que crecía la miseria relativa de la clase obrera mundial.

Así, con la extensión de las teorías actuales del decrecimiento y la sociedad del ocio, unidas a la lucha por la eliminación del desempleo crónico, la preservación del medio ambiente y el incremento de la calidad de la vida humana más allá de los indicadores económicos ligados al PIB; renace el interés mundial por las ideas del santiaguero Lafargue en épocas de la sociedad post-industrial, auge de las TIC y masiva destrucción de mercancías en los mercados globales.

Realmente, hablar en Cuba hoy del derecho a la pereza de Lafargue puede parecer contraproducente en un país que no sale del marasmo de la baja productividad e intensidad del trabajo por razones conocidas, pero sus ideas son vitales para hacer realidad, algún día, una sociedad socialista donde se haga más plena e integral la vida de todos sus miembros sin dar cabida a su alternativa contraria, la sociedad capitalista de consumo y su desenfreno productivista.

8 enero 2018 58 comentarios 344 vistas
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El Papá Estado

por Consejo Editorial 7 enero 2018
escrito por Consejo Editorial

Por: Osmany Sánchez

(Este texto publicado en Junio 2017 fue de los más leídos en el año)

Un amigo me dice que el problema es que el estado cubano lo quiere controlar todo, yo diría que lo que quiere es proteger a todos. Como siempre sucede, el debate empieza por un tema y luego termina en otro, en este caso comenzamos por los lineamientos de la política económica y terminamos en el deporte.

Si reprodujéramos el diálogo sería más o menos así:

El: ¿Por qué tiene que ser el estado cubano el encargado de representar a los atletas, por qué no permitir que sean ellos los que se busquen los representantes y que luego paguen impuestos? A ese deportista dale la opción de asociarse con el estado si quiere, pero dale también de buscarse un mentor privado que lo represente, pero cóbrale impuestos ¿cuál es el problema?

Yo: ok, ¿cómo le puede cobrar Cuba impuestos a Pito Abreu, Puig o Chapman?

El: bueno con ellos primero tienen que restablecerles sus derechos como cubanos…

Yo: Pero hermano, cómo le vas a restablecer los derechos como cubanos si para jugar en Grandes Ligas los obligan a renunciar a su condición de cubanos:

“Por este medio declaro que he asumido residencia permanente fuera de Cuba. Además, por este medio declaro que no pretendo volver a Cuba, ni me permitirán volver. Por este medio declaro que no soy funcionario prohibido del Gobierno de Cuba… y no soy miembro prohibido del Partido Comunista de Cuba”.

El: …bueno con ellos el tema es un poco más difícil

La conversación siguió, pero siempre giraba sobre el papel del estado en la representación de los atletas y por esas casualidades que te da la vida, al poco rato de esa conversación me encuentro con una persona cuyo hijo fue a probar suerte a República Dominicana y me dio algunos datos interesantes.

Cuando su hijo llegó a dominicana tuvo un encuentro con el que lo sacó del país y con un abogado que le pedían nada más y nada menos que el ¡cincuenta por ciento!!! del contrato. Uno de los que iba con él enseguida lo firmó, pero él y otro amigo no lo quisieron hacer y los amenazaron con que tenían que irse por su cuenta, sin papeles y sin dinero para regresar a Cuba. Al final firmaron el contrato por “solo” el cuarenta por ciento.

Si Cuba los representa estarán respaldados, vivirán en su país, y la parte del contrato que les toca al estado será invertida en el propio deporte. En este caso anterior, el cuarenta o cincuenta por ciento del contrato va a los bolsillos de alguien que te está explotando. Aunque no sea igual en todos los casos ¿No sería mejor que el dinero que aportas se destinara al desarrollo de tu país, de tu gente?

No todo es color de rosa, lo sé. Para que las cosas vayan bien el estado tiene que ser cauteloso como hasta ahora para proteger a los atletas cubanos, pero más “agresivo” en la búsqueda de nuevos contratos. En el caso del béisbol, solo el añorado acuerdo con las Grandes Ligas –con el permiso de la OFAC- permitirá a los cubanos insertarse en las ligas del Caribe o en las propias Grandes Ligas.

“Papá estado” protege y es su obligación, aunque ciertamente en algunos casos se pudiera hacer diferente, por ejemplo, permitiendo a cuentapropistas la importación y regular a través de impuestos.

Más de 40 mujeres cubanas atrapadas en Turquía y convertidas en esclavas sexuales. Solo cuando una de ellas logró escapar y llegar a la embajada de Cuba las demás pudieron ser rescatadas. “Papá estado” fue su salvación, el mismo estado al que desde fuera quieren marginar y “empoderar” al pueblo para que se sea “libre”.

Para contactar con el autor: jimmy@umcc.cu  En Twitter: @JimmydeCuba

7 enero 2018 25 comentarios 352 vistas
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Unanimidad y la paz de los sepulcros

por Consejo Editorial 6 enero 2018
escrito por Consejo Editorial

Por: Ariel Montenegro

(Este texto publicado en Febrero 2017 fue de los más leídos en el año)

En nombre de valores universales me piden prudencia a cada rato. Pero aprendí hace años que todo es cuestionable: la democracia, los derechos humanos, la evolución, el big bang o la existencia de Dios.

Ha pasado, pero es raro que el paladín de alguna causa te pida que te bajes de su tren, todo lo contrario. Te dice que te acepta, que te respeta, que lo importante es estar todos unidos.

Y eso está bien, cuando un católico, un judío y musulmán se proponen construir una casa. Pero cuando se trata de diseñar una nación, nivelar el futuro, es ingenuo (sino maquiavélico), llamar a la unidad ciega, al olvido de aquello que nos define como individuos en nombre del colectivo.

La unidad, la democracia, o la paz, por sí solas, son palabras vacías. Son, solamente, terrenos llanos sobre los que construye y lo importante es lo que se construye.

Se escuchan todo el tiempo frases como “basta ya de hablar de cubanos de allá y cubanos de aquí, todos nacimos en la misma Cuba”. Yo lo siento, pero para mí, sí existen cubanos de allá y de aquí, aunque eso no esté definido por la geografía ni por la emigración: hay en Miami muchos cubanos de aquí y en La Habana muchos cubanos de allá (no me salten al cuello todavía, es solo un recurso literario).

Ya sabemos que la Patria no es una sola cosa. Existe quien invadió por Playa Girón y se siente un patriota, existe quien todavía piensa que la URSS era un buen camino a seguir y se cree un patriota, existe quien cree que la Patria son los Van Van, Celia Cruz y las bailarinas de Tropicana (este debería ser el momento de saltarme al cuello).

Yo entiendo que no se debe llamar al divisionismo, que debe haber un lugar para todos, decoro para todos, respeto para todos. Sin embargo, creo también que uno ha de dejar siempre claro qué sociedad quiere y con quién decide caminar qué caminos y con quién, sencillamente, no camina.

Porque mañana, en nombre de la unidad, se podría ver a Ileana Ross entrando a poner flores a Martí de la mano de un pionero o se podría abrir la UMAP de nuevo; en nombre de la democracia y la libertad, podrían surgir los hospitales y las escuelas privados (a fin de cuentas, la lógica de algunos es que, si usted tiene el dinero, debería ser libre de pagar por salud y educación exclusivas). Mañana, alguien podría, en nombre de la paz, llamar a que se tolere la discriminación, la exclusión y la barbarie.

Negar nuestras diferencias es negar la lucha de clases. Quien llama a la unidad sin estar dispuesto a trabajar por ella y a hacer concesiones al otro, quien esgrime la democracia solo cuando favorece sus intereses de clase, quien aborrece el conflicto porque le conviene el status quo es o un extremista o un pillo (y a estas alturas nadie sabe qué es peor).

Los extremistas están en las puntas de la soga, arengando porque florecen en la tensión y los pillos corren de un lado a otro haciendo cosquillas a ver quién suelta primero el cabo. A ninguno les conviene que la cuerda se reviente, ninguno pregunta a los que tiran si quieren acercarse un poco.

Yo lo siento, pero si tú crees que la salud y la educación se deben cobrar, no podemos estar unidos sobre políticas sociales; si crees que la prensa en Cuba está bien y que al pueblo se le deben ocultar cosas por su propio bien y el del país, no podemos estar unidos sobre políticas de comunicación, por ejemplo.

Si eres un anexionista, un burgués, homófobo, un racista, un clasista, un xenófobo o un sexista; en esos aspectos no podemos estar unidos. Te mereces toda la dignidad, tienes todo el derecho de ejercer tu criterio, pero yo tengo el mismo que tú, y el deber conmigo mismo de hacerlo todo el tiempo y decir que creo que te equivocas.

Y si estás de acuerdo conmigo en unas cosas y otras no, deberías esperar que no pare de hablar sobre lo que nos separa porque lo que nos une ya es camino transitado. No creas que callaré para alegrarte con la unidad que te conviene.

La unidad nunca será completa, la democracia solo sirve para encontrar el mejor aproximado posible y la paz solo vale la pena cuando se basa en un consenso construido por la mayoría y meditado por todos.

De nada sirven la unanimidad, el populismo y la paz de los sepulcros.

6 enero 2018 10 comentarios 320 vistas
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El amor y la amistad no tienen ideología

por Consejo Editorial 5 enero 2018
escrito por Consejo Editorial

Por: Harold Cárdenas Lema

(Este texto publicado en Mayo 2011 fue uno de los más leídos en 2017)

A menudo nos encontramos en Internet personas con una imagen prefabricada sobre nosotros, gente que nos imagina de rodillas en una trinchera y con tapones en los oídos para todo aquello que suene diferente. Es recurrente también la idea de que tenemos un filtro ideológico a la hora de analizar cualquier argumento, como si desestimáramos automáticamente cualquier idea ajena sin analizarla previamente.

Este fenómeno se extiende también a la selección de las personas que nos rodean, ya se trate de amigos o de nuestras medias naranjas, pero si algo nos ha enseñado la vida es que en las relaciones interpersonales las variables que median son otras y muchas no las podemos controlar, otras sí. Por ejemplo, la familia no se escoge, pero los amigos sí, y en esta selección buscamos personas preferentemente decentes, honestas y con otros valores básicos. Esto no significa que no podamos tener un amigo que no profese nuestro credo político, sería una barbaridad, algo así como no tener un amigo creyente sólo porque uno mismo no lo es. Curiosamente, mi mejor amigo  hace un par de años en la universidad era un devoto bautista y esto nunca fue obstáculo, también estoy seguro que en mi haber tengo más de una novia apolítica o con intereses separados de la Revolución.

La amistad y el amor son dos de las bases del funcionamiento social, un compromiso entre dos individuos que incluye la mantención de posturas éticas como el respeto, la fidelidad y otros. Lo normal es que entre dos personas exista una relación motivada por intereses comunes, pero hay ocasiones en que no es así precisamente. Las circunstancias que nos rodean, el sexo y nuestra propia psicología (entre otros) pueden influir en las relaciones con nuestra doble naranja.

De lo que si estoy seguro sin titubeos es del derecho que tenemos de escoger nuestras amistades y  parejas independientemente de cualquier credo, religión o filiación política. Esto tiene también matices que no puedo pasar por alto, sería impensable tener una novia fascista o un amigo que pertenezca a una organización terrorista. Pero de una manera u otra, aunque el medio en que nos desenvolvemos no define quiénes somos, influye definitivamente en nuestro carácter y conducta.  Sirva este breve comentario como una declaración de mi proceder y libertad de escoger amigos, que si son revolucionarios en su mayoría es producto del azar y de que defender una causa justa es un valor humano más, no por un filtro especial o una autosugestión mía.  También conozco otras personas de extrema izquierda que nunca haría mis amigos ni les dedicaría un segundo de mi tiempo, un extremista de izquierda puede ser tan o más dañino que un conservador de derecha.

Seguiré transitando por esta vida con una regla en la mano, midiendo los valores personales de quiénes me rodean y buscando la amistad y afecto de aquellos que admiro, así como rechazando los que muestran una doble moral u oportunismo, esta siempre será mi divisa, porque el amor y la amistad de seguro no se rigen por ideologías ni otros esquemas sociales creados por los hombres.

5 enero 2018 33 comentarios 248 vistas
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Que el daño colateral no seamos nosotros

por Consejo Editorial 4 enero 2018
escrito por Consejo Editorial

Por: Israel Rojas Fiel y Harold Cárdenas Lema

(Este texto publicado en Julio 2017 fue uno de los más leídos en el año)

Este es un escrito militante, dirigido a todos los que de alguna forma generan ideología en Cuba. Los compañeros que han escrito sobre el centrismo en Cuba tienen preocupaciones que compartimos, tienen razones válidas, pero no tienen toda la razón. No es que sus preguntas no ameriten respuestas, sino que en lugar de un diálogo transparente se ha pretendido aplicar una solución vieja a un problema nuevo. Cuando los ataques preventivos los hacemos nosotros en lugar del enemigo, los daños colaterales somos nosotros mismos.

La forma en que se está conduciendo el debate provoca fracturas entre revolucionarios, divorcio entre intelectuales y activistas con apoyo gubernamental, polarización de la esfera pública. Es difícil concebir un plan contra la Revolución que genere más daño. Nuestro instinto sugiere que lo esencial sigue siendo invisible a los ojos y las verdaderas respuestas siguen ausentes. Un día sabremos a ciencia cierta quién era el enemigo y quién no, pero quienes participan hoy en el debate público no pueden ser peones de un juego mayor, o nuestros esfuerzos son vanos.

Estamos en la misma trinchera, queremos una sola vía y esa se llama socialismo. Escribir un libro sobre el centrismo y mencionar a uno de los autores de este escrito 43 veces, es cuanto menos un exceso, cuando Trump se menciona 26 veces y Obama 31. El mencionado debe ser el diablo porque se menciona en el libro más que un presidente estadounidense. Sugerir ambigüedad en quienes plantan bandera cuando es necesario y abogan abiertamente por el socialismo, es un error. Raúl llamó a la crítica y dar batalla donde fuera necesaria, resulta curioso cómo lo que hace años era una convocatoria hoy puede confundirse con centrismo.

Existe una hegemonía mundial respecto a la cual somos rebeldes los cubanos. A ella se contrapone la resistencia de nuestro país, pero acá dentro también existe hegemonía. Quien genera pensamiento en el Buró Nacional de la UJC, quien imparte conferencias en universidades, quienes tienen respaldo de medios masivos de comunicación, quienes trabajan en la ideología del país con tiempo y conectividad suficiente para articularse, generan hegemonía. No se puede ser anti-hegemónico respecto al capitalismo de dominación, pero a lo interno tener un comportamiento similar. Nuestra hegemonía debe ser siempre de liberación. Como no se puede ser crítico del capitalismo y cerrar los ojos a nuestros problemas internos.

Los que engrasan la maquinaria política del país, deben tener cuidado que sus parámetros no sean excluyentes sino inclusivos, porque cuando terminan los conferencias y se van a sus casas, esas ideas se convierten en sentencias sin juicio y excesos de entusiasmo. Y el adjetivo de “centrista” sigue siendo vergonzoso para un revolucionario, sigue marginando de organizaciones políticas a las que se quisiera pertenecer y sigue saboteando las posibilidades laborales de quien lo lleva como una letra escarlata, merecida o no.

Es menos difícil ser revolucionario con altos niveles de información secreta, viajando con pasaporte oficial, dando conferencias, hospedados en casas de visita y a kilómetros de cualquier osadía legal que les permita hacer su labor. Quien tiene una plataforma que lo soporte, sea revolucionaria o contrarrevolucionaria, siempre lo tendrá más fácil que quien lo hace a mano y sin permiso. Participar en la construcción del socialismo es tanto una pasión para estos compañeros como para nosotros, con la excepción de que para ellos además de pasión es trabajo, para nosotros es una responsabilidad a veces ingrata.

La forma en que se ha abordado la ambigüedad política en momentos claves, en lugar de generar solidaridad ha creado antipatía. Al menos deberían preguntarse por qué. Han confundido el discurso anti-hegemónico con otro que limita la creatividad y autenticidad de la participación política. Entonces comienza el enfrentamiento donde se dedican más adjetivos y se prefieren acuñar más términos despectivos que discutir las ideas de otros. En esta Cuba alfabetizada después de medio siglo de revolución, el impulso no le puede ganar al pensamiento. El entusiasmo no le puede ganar a la convicción.

Los que discreparon en el debate con Silvio sobre este tema, son compañeros de ideas, pero en la práctica no estamos siendo compañeros de lucha. Entre compañeros siempre prima el beneficio de la duda y no el de la sospecha, incluso en los errores propios de la lucha política y la vida. ¿Se puede ser un bloguero revolucionario en escenarios de derecha y defender la revolución? Sí. ¿Se puede dar un concierto en el Teatro Manuel Artime de Miami y defender la Revolución? Sí, el primer concierto de Buena Fe en Estados Unidos fue precisamente en ese teatro.

Menos mal que existe Segunda Cita y nos queda Silvio para liberarnos de esquemas, pero ningún hombre es eterno. Estamos a tiempo de recapacitar, que los compañeros ideológicos sean compañeros de lucha y haya una sola hegemonía que derrotar. Ya no tenemos a Fidel, Alfredo Guevara, Haydeé Santamaría y los que en los 60 protegían los herejes del momento. Ya no hay quien nos salve de los errores e inseguridades institucionales, el ICAIC y Casa de las Américas no pueden ser los refugios de otras veces.

Este escrito no es definitivo, no es la verdad absoluta sino un gesto de buena voluntad. Una alerta para quienes señalan con el dedo y al hacerlo cuentan con el respaldo de la disciplina que caracteriza a los revolucionarios, del público que, por respeto a una institución o un compañero, no le contradice ni siquiera para alertarle su error. No es posible que después de una batalla por el cambio de mentalidad el espacio a la crítica sea aún menor, no es posible que apelar a la crítica revolucionaria sea un ejercicio riesgoso o se confunda con ambigüedad política.

Si para algo tiene que servir este debate es para que el tema no sea un diálogo de sordos. Los compañeros que nos ven fuera de sus parámetros sobre qué es un buen revolucionario, deberían pensar por qué el alcance de sus palabras es limitado, por qué darle un espacio dentro de la Revolución al que no piense como nosotros, pero sepa respetarla, no nos empobrece. Por qué teniendo razones de sobra, su batalla no enamora del todo, habiendo aun tanto amante de justicia y si su táctica de repartir adjetivos descalificando gente, no estará provocando daños colaterales.

A lo largo de la Revolución cuando se han cometido errores, el sentido común de la opinión pública ha hecho recapacitar a las autoridades, garantizando que sea más fuerte y vital la esperanza y salvando revolucionarios. Veremos cuánto hemos aprendido del pasado.

4 enero 2018 20 comentarios 237 vistas
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Los que emigran

por Consejo Editorial 3 enero 2018
escrito por Consejo Editorial

Por: Mario Valdés Navia

(Este texto publicado en Octubre 2017 fue de los más leídos en el año)

No voy a hacer historias de la emigración cubana. Eso ya está a montones en el cine y la literatura. Voy a referirme a lo que más pica: la profusa y poco estudiada emigración económica. Para restarle importancia de nada vale que se digan verdades de Perogrullo, como que en todos los países hay gente que emigra en pos de mejores condiciones externas de trabajo, o que existe un complot mundial imperialista para el robo de cerebros. La emigración de trabajadores cubanos hacia cualquier lugar del mundo en pos de mejores salarios –haya, o no, Ley de Ajuste Cubano- me quita el sueño.

La cuestión no puede tomarse a la ligera, y menos darle cierto tono triunfalista que noto en algunas interpretaciones que asumen la diáspora actual de trabajadores cubanos como un tema común a cualquier país del Tercer Mundo y de menos connotación ideológica que el llamado exilio político de las primeras décadas de la Revolución.

Es que Cuba no es cualquier país, sino el símbolo vivo de que un modelo alternativo al capitalista es posible, y el hecho de que miles de trabajadores cubanos se marchen todos los años a entregarsevoluntariamente a las fauces de la explotación burguesa da que pensar. No es lo mismo que se vayan los opositores políticos a que, tras medio siglo de resistencia, lo hagan hombres y mujeres de  ideología revolucionaria que solo buscan afuera un ingreso acorde a su trabajo que no encuentran adentro. Vaya, no juega la lista con el billete.

Es cierto que en todos los países hay un balance entre gente que emigra y otros que inmigran, pero en Cuba se van decenas de miles y vienen pocos. En su mayoría, estos últimos son ancianos y ancianas que vendieron lo mejor de su fuerza de trabajo juvenil en mercados externos y ahora vienen a pasar sus últimos años en Cuba para disfrutar del sistema de salud pública cuando más falta les hace, y gastar más rentablemente sus jubilaciones, que allá serían magras y aquí son pequeñas fortunas al lado de las de las de sus coetáneos que se quedaron.

Este menosprecio del estado cubano a la atracción de la inmigración extranjera siempre me ha parecido extraño, pues sus grandes aportes a la historia y la cultura cubanas son reconocidos y muchos de los grandes revolucionarios criollos han sido hijos de inmigrantes (Varela, Martí, Mella, Guiteras, Fidel, Raúl), o lo fueron ellos mismos, como Gómez, Pablo, o el Che. Vaya usted a saber. Es un tema a investigar.

Otra cuestión peculiar es la alta calidad promedio de los emigrados cubanos. Entre ellos son numerosos los jóvenes profesionales, graduados en carreras muy demandadas y es apreciable la alta cantidad de especialistas maduros, doctores, masters y profesores universitarios, cuya formación es altamente costosa en cualquier lugar del mundo. Todos hombres y mujeres saludables, educados, emprendedores, llenos de sueños e ideas creativas que bien podrían ayudar a paliar los problemas de Cuba si pudieran realizar aquí sus proyectos de vida.

3 enero 2018 23 comentarios 357 vistas
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Las nostalgias recientes

por Consejo Editorial 2 enero 2018
escrito por Consejo Editorial

Por: Harold Cárdenas Lema

(Este texto publicado en Junio 2017 es uno de los más leídos en el año)

Cuba se siente distinta. Extraño a mi presidente criticando el triunfalismo y la estridencia, fustigando en público los problemas de la prensa. Añoro el Partido que promovía un movimiento nacional para cambiar la mentalidad de los más ortodoxos, sin necesidad de marginarlos, como si fuera un problema de todos. Extraño la seguridad con que se anunciaban transformaciones necesarias, sin que nos ganaran las inseguridades o la paranoia. Son nostalgias de hace pocos años, tan distintos y tan cerca.

Dónde fueron las sesiones de esa Asamblea Nacional que anunciaba cambios y no necesitaba darse terapia a sí misma para sentirse en control, que decía (y creía) que todo era posible. Ojalá pudiéramos repetir ese enero de 2013 cuando recuperamos la posibilidad de viajar sin mediaciones, o permitimos la compraventa de autos y casas. Extraño la imposición del sentido común sobre nuestros errores y limitaciones.

No es que no existieran problemas igual de complejos, pero la actitud era otra. Al comenzar los Lineamientos se generó un nuevo consenso, como hacía Fidel, y logramos sentirnos parte de algo. Marino Murillo decía con crudeza lo difícil del momento y su honestidad nos hacía sentir más seguros, quizás tocando fondo y conscientes de los problemas podríamos encontrar la luz al final del túnel.

Cuando fue necesario nos apretamos el cinturón, ahorramos energía, renunciamos a las “gratuidades” en pos de un mejor orden económico. Pocos recuerdan que hace menos de una década el emigrante era un traidor para algunas instituciones, en poco tiempo logramos cambiar esos prejuicios. Fuimos menos homofóbicos como sociedad, los cimientos que soportaban el miedo a Internet comenzaron a ceder, el propio Raúl legitimaba el cuentapropismo y otras formas de gestión, parecía que mucho era posible.

La esfera pública comenzó a nutrirse. Luchamos en la blogosfera cubana y tuvimos victorias que prometían una mejor relación con el Estado, tan aplastante fue la irrupción de nuevos blogs que la blogosfera opositora debió mudarse al periodismo. El 17 de diciembre de 2014 fue el clímax, ver a Raúl estrechar la mano de Obama sin hacer concesiones nos hizo creer que podríamos hacer lo mismo desde la sociedad civil, no contamos con las reservas de paternalismo, soberbia y verticalidad que esperaban su contraataque.

Extraño ese sentimiento de ver a los Cinco cantar junto a Silvio en un concierto, saberlos entre nosotros como una carga más contra los bribones, sin los complejos que tienen los que padecen insularidad extrema. Extraño a Josefina Vidal dándole pelea a los yanquis como un epítome de lo que ha construido la Revolución en medio siglo. Echo de menos el sentimiento de vivir en un país que se mueve hacia el futuro y no el pasado. Extraño no sentirme a la defensiva, escribiendo un post crítico tras otro como si este país no tuviera tantas cosas buenas que pasan invisibles ante nosotros, maldito mecanismo de defensa.

Y sí, tengo nostalgia de cuando Raúl dedicaba más tiempo a movernos el piso, pero sé cuánto lo necesitamos. En estos días difíciles, de muertes injustas e incertidumbre, tranquiliza que sea Raúl quien esté a cargo del proceso de continuidad generacional.

No puedo evitar sentirme más identificado con la Cuba que buscaba un cambio de mentalidad. Añorar al presidente que promovía la crítica como método revolucionario, animando a “buscarse problemas”. Hoy me falta la energía de Alfredo Guevara con su cruzada movilizadora de jóvenes, los artículos de Guillermo Rodríguez en Segunda Cita y las preguntas incómodas de Fernando Martínez Heredia. La muerte traicionera, parece llevarse primero a los herejes, como si quisiera debilitarnos más. Por eso y porque Cuba se siente distinta, tengo nostalgias de hace poco. Ojalá pronto sean un mal recuerdo.

Para contactar al autor: haroldcardenaslema@gmail.com

2 enero 2018 19 comentarios 253 vistas
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Resoluciones para 2018

por Consejo Editorial 1 enero 2018
escrito por Consejo Editorial

Seamos honestos, el 2017 fue una mierda. Dos huracanes azotaron Cuba: Trump el 16 de junio e Irma el 9 de septiembre. Entre ambos desastres ¿naturales? los cubanos perdimos parte del optimismo que habíamos ganado en años anteriores.

Como si el futuro próspero que merecemos hubiera sido aplazado por algunos años más. Aún así hubo celebraciones, bodas, nacimientos y buenos deseos. Ante la adversidad siempre está la idiosincracia del cubano y su capacidad de resistencia.

Pero sí, el 2017 fue una mierda y es imperativo que el 2018 sea mejor. Por eso queremos compartir con los lectores nuestros deseos para el año que empieza. Deseamos lo mejor para cada uno de ustedes, sus familias y nuestro país… aquí la lista:

  • Que no nos muevan más la izquierda ni empujen más al centro, la ideología no es el interior de un transporte público.
  • Que nos avisen si en Estados Unidos ya se sienten “great again”.
  • “Que se acabe -por fin- la doble moneda”
  • Qué alguien descubra qué se esconde debajo de la Mesa Redonda.
  • Que llegue el invierno a Juego de Tronos.
  • Que la revista Somos Jóvenes se convierta en la mejor del país, su actual equipo y su generación se lo merecen.
  • Que develen el significado de “covfefe” y alguien le quite el peluquín naranja a Donald Trump.
  • Que Ricardo Ronquillo dirija un medio de prensa en Cuba, ¡cualquiera!
  • Que encuentren las pruebas de los ataques acústicos a diplomáticos en Cuba, es sencillo, están junto a las armas de destrucción masiva iraquíes.
  • Que se pueda llegar a un acuerdo con las Grandes Ligas para que los cubanos no estén obligados a abandonar su país para jugar en el mejor beisbol del mundo.
  • Que aclaren aquí si seguimos luchando por cambiar la mentalidad y promover la crítica, o nos ganaron esa batalla.
  • Que llegue la prosperidad sostenible que merecen los cubanos, todos.

En el 2018 seguiremos elogiando y criticando lo que merezca en nuestro país. A los que les preocupa lo primero les tenemos un mensaje poco ambiguo: el único camino para Cuba es el Socialismo y usando las instituciones actuales. A quienes les molesta lo segundo, recordarles que amamos este país, le hemos dado todo, es precisamente por eso que podemos criticarlo. Feliz 2018 a todos.

1 enero 2018 10 comentarios 273 vistas
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