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2018

Contenidos con fecha 2018

América Latina: progreso en retroceso

por Manuel García Verdecia 9 diciembre 2018
escrito por Manuel García Verdecia

Los triunfos electorales de individuos como Donald Trump en Estados Unidos y ahora Jair Bolsonaro en Brasil, por solo mencionar dos casos, no pueden menos que llenarnos de estupefacción. Uno no logra entender cómo es posible que candidatos con un discurso tan contrario a determinados valores que la tradición demócrata ha conquistado y que han signado la tendencia del movimiento progresista en el mundo consigan una votación popular tan favorable.

A veces pienso que reflexiono sobre una realidad tan inconsistente como arena movediza. Tal vez sea así porque la información que poseo, la que poseen la mayoría de las personas comunes, es una mediatizada. Ha pasado por el prisma de distintos medios de difusión los cuales se adhieren a una perspectiva específica. Esto tiñe dicha información de determinados intereses y subjetividades que la convierten en una realidad otra, bastante distorsionada.

No obstante, es sobre esa realidad mediatizada que puedo y debo operar. Aun así, conociendo su mixtificación, la mente que sabe leer entre las líneas de la madeja mediática no deja de hallar sustento para cierto análisis sensato.

¿Cómo es posible que, según se nos dijo, si el Partido de los Trabajadores sacó adelante al Brasil de la extrema pobreza, la extensa miseria y la inseguridad que lo corroían, ahora quede tan detrás por decisión de un notable número de sus beneficiarios? ¿Cómo puede ser que alguien que promueve el blindaje militar de una nación, la más desenfrenada privatización de los medios económicos y esgrime un pensamiento contrario a determinadas minorías, consiga ser elegido por una diferencia considerable sobre su rival de más nobles intenciones en su proyecto según se nos informó?

Los analistas de izquierda hablan de la nociva influencia de operaciones mediáticas bien pensadas y dirigidas a serruchar el piso del Partido de los Trabajadores y sus líderes, así como de planes de la derecha internacional con Estados Unidos a la cabeza para desmontar el sistema progresista conseguido. Sin embargo cuesta creer que quienes votaron por Bolsonaro, unos 80 millones 850 mil brasileños de todas las clases, sean todos unos embaucados sin criterio propio.

Como una práctica sistemática se sigue culpando a agentes externos de las causas que originan nuestros problemas. Por supuesto sabemos que los medios de información tienen su agenda particular y en cada caso su información está sesgada por ella. Igualmente conocemos que los gobiernos de signo contrario también tienen sus planes para sacar del juego a los que no se alinean en sus tendencias. Esto no deja de afectar el desarrollo normal de los procesos políticos en los distintos países y de ser causante de muchos entuertos. Sin embargo ello incide pero no decide.

Recordemos a San Carlos Marx, uno de los apóstoles principales de la izquierda. Él señalaba que, por la ley de la unidad y lucha de contrarios, todo fenómeno estaba condicionado por determinadas contradicciones, unas externas y otras internas. Pero si las externas influyen son las internas las que determinan. La izquierda ha vivido buscando un enemigo externo a sus propias limitaciones y errores. En su absoluta seguridad de tener toda la razón, hacerlo todo bien y por tanto tener el triunfo garantizado, los postulados suplantaron la verdad, el entusiasmo diluyó la crítica y el compromiso atenuó la moralidad. Ello ha dado paso no solo a la falsificación del estado real de los asuntos sino, además y aun peor, a la corrupción (que por supuesto también se da por otras razones en la derecha) que corroe y genera como respuesta desencanto en sus seguidores.

El examen de los factores externos que afectan a un determinado proceso político-social no está mal si viniera acompañado de un análisis minucioso de la propia actuación de los implicados. Esto ha acorralado a la izquierda en asombrosos descalabros. Es indispensable que ella se aparte de los dogmas y eufemismos optimistas y se empeñe en autoanalizarse con estudios más profundos y realistas de sus procesos internos. Solo así estará apta para superarse y conquistar de nuevo un lugar fiable en la sociedad con más amplia base social.

Evidentemente nos falta un conocimiento veraz y exacto sobre el contexto en que se movieron contrincantes como los ya mencionados y otros más. Pienso que las personas de espíritu progresista deben contar con un sentido más crítico y objetivo de la realidad para evitar fiascos teóricos así como estos frustrantes impactos. Bien decía el escritor Álvaro Mutis que optimista es alguien a quien le faltan los datos. Es obvio que nos han faltado datos.

En muchos casos a la izquierda latinoamericana la ha obnubilado ese optimismo panglosiano sin sustento en la verdad verdadera

En un análisis reciente que hacía el expresidente de Ecuador, Rafael Correa, sobre los retrocesos de la izquierda latinoamericana en el momento actual, este llegaba a interesantes conclusiones. Las mismas nos pueden servir de pautas para nuevas aproximaciones mesuradas y verídicas de nuestra realidad. Plantea Correa:

“Tenemos personas que superaron la pobreza y que ahora —por lo que se llama muchas veces prosperidad objetiva y pobreza subjetiva— pese a que han mejorado muchísimo su nivel de ingreso, piden mucho más, y se sienten pobres no en referencia a lo que tienen, peor aun a lo que tenían, sino a lo que aspiran”

Más adelante, en un tono metafísico poco común entre analistas de izquierda aborda un concepto principal en la filosofía tradicional occidental. Se interroga acerca de la izquierda: “La pregunta es, ¿estará luchando contra la naturaleza humana?” (Rafael Correa, “El desafío estratégico de la izquierda latinoamericana”, Granma, lunes 19 de febrero de 2018)

Aquí aparecen dos conceptos clave: las aspiraciones y la naturaleza humanas. Son estos puntos esenciales para una reflexión más concordante con las circunstancias que atravesamos.

Los seres humanos están movidos por sus aspiraciones pues en estas ponen en acción y se demuestran las potencialidades de realización que tienen. La vida humana más que cumplir ciertas funciones biológicas consiste en desempeñar las potencialidades existenciales, físicas y espirituales de cada individuo. Esta es una carrera sin límites, pues el único que se le presenta es el fin de la vida. Todo ser humano desea superarse a sí mismo, ir más allá de lo logrado. De no ser así, todavía estuviéramos en las cavernas, satisfechos y tranquilos. Esto precisamente es lo que conforma la naturaleza humana, su nivel de sueños, de aspiraciones, de vida creativa y espiritual, en fin, de trascendencia. Y tal entramado de deseos y anhelos es sumamente diverso y complejo.

No se puede ver a toda la sociedad como algo homogéneo que puede adaptarse a un único programa socio-económico. Tratar de homogeneizarla es cortarle sus potencialidades y, por tanto, promover conflictos. Si eso no se entiende no se puede conformar un proyecto humano sensato y enriquecedor. Otro error ha sido el considerar que, por ser portadores de buenos propósitos, los de la izquierda no solo poseen la verdad sino que además todo cuanto hacen es bueno y no es necesario mejorarlo.

Pienso que muchas veces la izquierda ha obviado esto y ha visto su instalación en el poder y la erradicación de ciertos problemas desarrollados históricamente como la meta y no como un punto de ascenso que debe ser elevado cada día. Ha dado por satisfechas las necesidades de sus súbditos como si estas fueran algo finito y definitivo sin posibilidad de renovación. De modo que ha sido poco dialéctica.

Hay que renunciar a la idea de la sociedad como una colectividad de sujetos aunados en torno a un plan social de enfoque único e irrevocablemente categórico. Ninguna dictadura es buena, ni la de las minorías sobre la mayoría, ni las de la mayoría sobre las minorías. Se impone rescatar el sentido prístino de democracia, aquel sistema donde todos contribuyen por diversas vías de acción ciudadana a concertar las opciones más beneficiosas y menos lesivas para todos, con independencia a sus diferencias de toda índole. La democracia no es tal si está dictada por el estado que se asume como intérprete de los intereses de todos. El estado no tiene que interpretar solo hacer cumplir y arbitrar para que se cumpla justamente lo que soberanamente sus individuos conciertan.

Ninguna dictadura es buena, ni la de las minorías sobre la mayoría, ni las de la mayoría sobre las minorías

Lo curioso es que la izquierda siempre ha flameado la bandera de la utopía, sin embargo han pretendido mantener al ser humano en un topos predeterminado desde un núcleo de poder (casi siempre el partido) y único para todos. Si en algo tiene valor el término utopía es como búsqueda de lo ansiado y no como acomodo a lo obtenido.

Personalmente no creo que la humanidad llegue algún día a ese estado idílico donde todos piensan, actúan, sueñan y tienen lo que necesitan puntualmente. Dejaría así de ser humanidad, seres sintientes, sufrientes y anhelantes. Ya el hombre tuvo su etapa de comunismo primitivo y lo abandonó para internarse en la interminable aventura humana de avanzar a aspiraciones mayores.

Es esa la gran tensión que presupone el progreso: cómo ser justos sin dejar de ser y soñar diferentemente. Es algo que todos, la izquierda y la derecha, deben entender de una vez para poder llegar a un estado de bienestar y paz imperfecto pero practicable por y soportable para todos. Tal vez con inteligencia y buena voluntad lo consigamos un día antes que el sol se apague definitivamente.

9 diciembre 2018 6 comentarios 269 vistas
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Nuestro subdesarrollo

por Miguel Alejandro Hayes 7 diciembre 2018
escrito por Miguel Alejandro Hayes

El subdesarrollo que vivimos es evidentemente un fenómeno de causas exógenas. Lo que no quiere decir que tengamos además que construir un subdesarrollo irresponsable, desde adentro. Le digo así, porque no se le puede llamar de otra manera a los resultados de los errores (evitables) que se cometen en el manejo de la economía. Ejemplos sobran.

A la hora de procesar la inversión extranjera, hay largos periodos que se tarda en dar respuesta a inversionistas, y con ello contribuye a restar un potencial atractivo al país a los ojos de ese capital extranjero- del que ahora está de moda hablar-. Y eso no es positivo, pero si solucionable.

La importación torpe y con intencionalidad clasista continúa, y es otra muestra. Se siguen viendo en las tiendas unos productos claramente importados, que en ocasiones son malos, que responden a patrones de consumo que no se ajustan con el nuestro (comidas chatarras asociadas al consumismo) y que muchos tienen precios asequibles solo por ricos y clases medias; a la par que escasean otros que satisfacen necesidades a sectores de menos ingresos ¿Quién importa? ¿No compra en nuestras tiendas esa persona?

También se le pone freno a la gestión empresarial nacional, -privada o estatal, no importa-. La primera, ya sabemos, ida y traída, con un marco regulatorio complicado y extraño, donde su actividad y la forma específica en que se realiza se ven limitadas por políticas –con mala suerte, irracionales- que vienen de arriba, y que incluso a veces llegan a ir contra la propia ley. Pero también está la pobre -y al parecer olvidada ahora- empresa estatal, atada en sus precios, inversiones, estructuración, etc.

Todo ello, por no mencionar la interminable reclamación de la ruptura del ciclo del productor agrario y acopio donde se pierden siempre cosechas.

De seguro se encuentran muchos más casos que llenarían una larga lista de condicionantes  de nuestro subdesarrollo irresponsable, que por cierto, no es algo intrínseco del socialismo, ni de la planificación; y que las desproporciones que genera, pueden ser un catalizador de situaciones adversas para el modelo cubano.

Esa compra de productos innecesarios no es algo ocasionado propiamente por el bloqueo, sino una cuestión de decisiones que se toman, que representa un gasto de divisas-esas que tanto necesitamos y que no tenemos-, y que pudieran ser aprovechadas en comprar una mayor cantidad de esos bienes que se pierden. En una economía donde cada divisa cuenta, esto es algo de mucha importancia.

Es sabido que el mercado mundial puede ser cruel con los países más débiles, pero si vamos a interactuar con él, debemos saber negociar, en función del beneficio propio y de lograr esa inversión foránea.

De la sobreproducción capitalista -aun cuando sea en los marcos del bloqueo- debemos comprar para el mercado interno lo que haga falta, con sentido de la realidad, para mejorar, no para llenar estantes.

¿Cómo pueda nuestra economía avanzar si su tejido empresarial,  si su célula fundamental no puede moverse libremente (al menos más autónoma)? Si se le suma lo relacionado con la inversión extranjera: ¿con que se impulsará el despegue productivo que necesitamos? Así no desarrollaremos las fuerzas productivas. Su efecto se ve en la misteriosa productividad empresarial.

En un momento económico como el que se atraviesa, no son desapercibidos socialmente ni las fallas del aprovechamiento de nuestras capacidades, ni sus consecuencias.

Sabiendo que se pueden hacer mejor las cosas, y que los mismos esquemas de actuación al repetirse no suelen dar resultados diferentes, tal vez debamos revisarnos en cómo se deciden las políticas económicas, cómo se discuten propuestas ministeriales, cómo planificamos y otras tantas prácticas ya deformadas; y de seguro dejaremos de construir un subdesarrollo irresponsable, ese fenómeno de un subdesarrollo que no  es consecuente con su situación, y se da el lujo de no hacer las cosas lo mejor posible.

Nota: Subdesarrollo irresponsable fue una expresión utilizada en contexto similar por el marxista Ernest Mandel, para una URSS que administraba centralmente mal sus recursos. Ver Mandel, E. (1996). El derrumbe de la URSS. Revolucionarios .

7 diciembre 2018 34 comentarios 743 vistas
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¿Capitalismo sin acumulación?

por Mario Valdés Navia 4 diciembre 2018
escrito por Mario Valdés Navia

Aunque el proyecto de constitución reconoce la propiedad privada burguesa, obstaculiza su propia naturaleza. Si bien la definición que se hace de ella en el artículo 21 –“la que se ejerce sobre determinados medios de producción, de conformidad con lo establecido”- es tan ambigua que pudiera servir también para cualquier otra; es en el siguiente donde se le niega el pan y la sal: “El Estado regula que no exista concentración de la propiedad”.

El absurdo radica en que la propiedad capitalista solo se reproduce de manera ampliada mediante la llamada acumulación capitalista, proceso de conversión de una parte de la plusvalía en nuevo capital. Tal expansión perpetua es lo que permite el crecimiento incesante de las fuerzas productivas en ese régimen mientras que, al unísono, provoca la destrucción insaciable de la naturaleza y de gran parte de lo producido en pos de la obtención de mayores ganancias.

Fue este el as que llevó al triunfo del capitalismo ante otros modos de producción donde predominaba la reproducción simple o parcial, como el esclavista o el feudal. Creer que en Cuba podrá legalizarse un sector capitalista sin que pueda ampliarse incesantemente es como querer enseñarle a un tiburón que deje de nadar tras sus presas.

Lo peor es que este postulado constitucional no es un capricho de la comisión de los 33, sino un reflejo fiel de la política de contención que el gobierno aplica hacia todo el sector no estatal. Analicemos algunos hechos económicos de nuestro entorno actual y apreciaremos los desbarajustes a los que tal enfoque nos está conduciendo en campos y ciudades.

Los campesinos cubanos son todos propietarios de nivel alto o medio gracias a las leyes de reforma agraria y las entregas de tierras en usufructo. Como clase, están más cerca de los antiguos kulaks rusos que de los actuales sem terra brasileños. No obstante, su producción está subordinada a un plan que le impone el MINAGRI y a las veleidades del acopio estatal, verdadero agujero negro que destruye más de lo que lleva al consumidor final.

Las posibilidades de decidir sobre su producción por estudios de mercado, capitalizar sus ganancias en industrias transformadoras, comprar insumos en el exterior, o comercializar sus producciones en el mercado libre le están vedadas por una legislación agraria inapelable ante la justicia ordinaria.

Sus parientes del joven sector capitalista urbano están aún peor. Hasta parece un milagro conjunto de varias religiones cubanas que este sector pueda ser rentable. Sin mercado mayorista que lo abastezca ni créditos favorables, con mínimos encargos estatales y atenazados por incontables trabas, prohibiciones e insaciables inspectores, todavía se las arreglan para competir ventajosamente con sus homólogos estatales.

A siete años de su implementación nadie dice cuál es la magnitud total de las inversiones hechas en el sector, aunque se sabe que les ha entrado una buena cantidad de financiamiento a través de las remesas. A falta de informes oficiales, la mayoría de los cubanistas coinciden con la Economist Intelligence Unit de la CIA en que entre un 30 y un 50% del total de las remesas se emplea como capital. Estamos hablando de más de 500 millones de USD por año, cifra que supera con creces el monto total de inversiones declarado por el Estado.

Además de la recepción de inversión extranjera directa, también tiene otras ventajas sobre las empresas estatales,  entre ellas: la libre comercialización en la doble moneda, disponer de la mejor fuerza de trabajo y los nexos inconfesables con el mercado negro.

Si en todo este lapsus los negocios han sido rentables, me pregunto: ¿cuánta ganancia se ha acumulado en estos años?; si los dueños no la han podido invertir en Cuba por las limitaciones existentes ¿a dónde han ido a parar esos fondos de inversión?; ¿será que junto al monto principal y los dividendos de los remesistas/inversionistas ha estado fluyendo hacia el extranjero capital cubano?, ¿o será que se desvía hacia la economía sumergida?, esa que todos sabemos que existe a gran escala aunque no se hable de ella en público.

Mención aparte para el sector del capitalismo de Estado. Aquí rige el secreto más tremebundo. Ni las empresas del holding militar GAESA, las asociaciones de capital estatal-transnacional, las empresas cubanas en el exterior, o los negocios de capital extranjero 100%, rinden cuentas públicas de su gestión, del total de sus ganancias, ni del capital que reinvierten en la economía cubana. Pareciera que este sector no es parte de la economía nacional, sino una sección enajenada de la que los cubanos de a pie no tenemos derecho siquiera a disponer de información fidedigna.

Lo cierto es que el capital cubano, originado por el trabajo de nuestros proletarios y obtenido por nuestros pequeños y medianos capitalistas, tiene constreñida por ley el reproducirse de manera ampliada. Reconocerlo y autorizarlo para circunscribirlo a una reproducción simple, propia de una aldea feudal, no parece eficaz ni eficiente. De todas formas, él está ahí, perseverante y pujante, y hoy por hoy es la forma más expedita de burlar el bloqueo yanqui al ser el único receptor cubano de capital productivo proveniente de las entrañas mismas del imperio.

4 diciembre 2018 9 comentarios 437 vistas
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Los otros

por Alina Bárbara López Hernández 28 noviembre 2018
escrito por Alina Bárbara López Hernández

¿Qué diríamos de un artista que no distinguiera más que los dos colores extremos en el espectro? Que es daltónico o medio ciego y que debe renunciar al pincel. ¿Qué decir de un político que no sería capaz de distinguir más que dos estados: «revolucionario» y «no revolucionario»? Que no es marxista, sino estalinista. L Trotsky

Algunos filmes deben ser vistos exclusivamente una vez. Son aquellos que demandan cierta actitud o respuesta del espectador que, una vez lograda, nunca volverá a repetirse. Uno de los más significativos en tal sentido es Los otros, de Alejandro Amenábar, historia de terror ambientada en una enorme mansión donde una madre y sus hijos se sienten obsesionados por presencias espectrales, extraños ruidos, y pesadillas recurrentes.

Sufrimos y tememos todo el tiempo por la amenazada familia, pero… casi en los minutos finales, nos percatamos de la magistral suplantación del director: ellos son en verdad los fantasmas, las almas en pena que aterran a los habitantes de la casa. El realizador transgrede los códigos establecidos por cientos de películas del género y materializa así uno de los engaños más célebres a quienes confiadamente esperábamos que la narración cinematográfica encauzara del modo habitual.

Un escamoteo semejante ocurre actualmente en medios digitales con los temas concernientes al análisis de la realidad cubana. Sitios como La Pupila Insomne y PostCuba, tildan, con simplicidad negligente, como enemigo de la revolución a cualquiera que explicite inconformidades con la marcha del proceso, la burocracia dirigente y la dirección y velocidad de las transformaciones en la Isla.

Como dijera el ex-funcionario del Departamento Ideológico, Jorge Gómez Barata: "Invocar a enemigos del pueblo: la fórmula de los demagogos"

Como dijera a CNN el ex-funcionario del Departamento Ideológico, Jorge Gómez Barata: “invocar a enemigos del pueblo es la fórmula de los demagogos”

Intelectuales comprometidos con el socialismo, prestigiosas figuras reconocidas dentro y fuera de Cuba por su obra y su actuación, son estandarizados con este concepto. No pudiendo demostrar que son amigos del imperio se intenta desacreditarlos presentándolos como enemigos de la revolución.

Una crisis no es tal hasta que los actores sociales toman conciencia de ella, y en esa misión el papel de la intelectualidad es fundamental; por esa razón se teme mucho a su influencia en la creación de estados de opinión, lo que se ha facilitado tras la ampliación del acceso a internet y como resultado de la convocatoria al debate del proyecto de Constitución.

Esta no es una táctica novedosa ni mucho menos. El término enemigo del pueblo se remonta a la época de la Revolución Francesa, pero algunos lo atribuyen erróneamente a Stalin por el abuso que hizo de él desde los años treinta del pasado siglo. Bajo esta acusación, era innecesario que los supuestos errores ideológicos de los implicados en una controversia se comprobasen, y eliminó la posibilidad de que se desarrollaran luchas ideológicas o de que alguien pudiese manifestar su punto de vista respecto a cualquier problema.

Ciertamente existe una gran diferencia entre la URSS del estalinismo y Cuba. Allí los discrepantes eran asesinados; aquí, durante mucho tiempo, fueron segregados de cualquier posibilidad de interacción pública, una especie de ostracismo que es impensable en tiempos de internet.

Parece que el término es muy maleable y puede ser usado por las personas y en los sistemas más diversos. Hace pocos días el presidente norteamericano Donald Trump acusó de “persona horrible” y “enemigo del pueblo” a un periodista de la CNN que insistía, durante una conferencia de prensa, en indagar sobre la incidencia de Rusia en las elecciones que le dieron el triunfo hace dos años.

Donald J. Trump llama “enemigo del pueblo” a las fuerzas que lo obligan a rendir cuentas en su mandato

Descompongamos el concepto. La primera palabra: enemigo, tiene múltiples significados. Algunos son: opositor, adversario, rival, opuesto, antagonista, discrepante, disconforme, contrincante… En buena lid es indudable el hecho de que quienes argumentan sus opiniones en las redes siempre se oponen o discrepan o disienten… de un estado de cosas. Será necesario entonces precisar de quién, o de quiénes, se es enemigo.

En Cuba, el concepto revolución se ha asumido como equivalente al de modelo o gobierno. Grave error de oportunismo. Las revoluciones son procesos coyunturales que se caracterizan por su corta duración, implican la toma del poder y la creación de nuevos mecanismos de gobierno. El breve período de una revolución se identifica por la desarticulación de las estructuras económicas, sociales, políticas y culturales; muchas decisiones son espontáneas, carecen de tiempo para el análisis antes de la aplicación, y por ello pueden ser desorganizadas y experimentales; no puede haber, por tanto, una revolución que dure sesenta años.

Pero al identificar al gobierno, con sus aciertos y errores, como la revolución, lo que se pretende es evitar la crítica que puedan recibir de la ciudadanía. Lamentablemente, de este modo paralizan la posibilidad de retroalimentación entre el pueblo y una dirigencia cada vez más alejada de las necesidades, deseos y aspiraciones de cubanas y cubanos, sobre los que se erigen como íconos inmutables.

Igualar gobierno con revolución, no solo monopoliza el segundo sino que lo condena al destino del primero.

Acostumbrados a la pugna contra un enemigo histórico, los representantes de la ideología oficial no han sido capaces de reaccionar a la emergencia de un pensamiento crítico que, desde su propio terreno, reclama como propio un marxismo verdaderamente dialéctico, demanda un socialismo efectivamente participativo y percibe a la burocracia como un peligro más terrible que el bloqueo de EE.UU.

Es ostensible el furor que muestran los hasta hace poco únicos dueños del discurso de la nación. Perciben que su propio análisis, el que utilizaran siempre para examinar de manera crítica los problemas de otros países, también es útil para enjuiciar la realidad insular. A veces no distingo si tanta molestia es síntoma de prepotencia o de agotamiento, pues como bien aseveró Sun Tzu en El arte de la guerra, al referirse a los enviados de un jefe militar: “Si sus emisarios muestran irritación, significa que están cansados”.

El general y estratega chino también nos legó este principio: “Cansa a los enemigos manteniéndolos ocupados y no dejándoles respirar. Pero antes de lograrlo, tienes que realizar previamente tu propia labor. Esa labor consiste en desarrollar un ejército fuerte, un pueblo próspero, una sociedad armoniosa y una manera ordenada de vivir”.

Tienen mucho por hacer entonces, calculen bien el costo de la batalla ideológica que libran en dos frentes, pues en poco tiempo pudieran sorprender a los confiados espectadores que verán en ustedes el espectro de una ideología y en los otros a los reales habitantes de la mansión.

28 noviembre 2018 37 comentarios 478 vistas
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Mentalidad de Guerra Fría

por Yassel Padrón Kunakbaeva 27 noviembre 2018
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

Desde hace ya varios años, el General de Ejército Raúl Castro lanzó una consigna sobre la necesidad de cambiar la mentalidad. El tiempo pasó, y la mentalidad tomó los caminos que ella quiso; la consigna, por otra parte, ya no se oye tanto. Un grupo de expertos en economía, así como personas no tan expertas, llevan tiempo planteando la necesidad urgente de que haya un cambio en la mentalidad económica. Están impacientes con la falta de prisa. Sin embargo, se brinda menos atención a los problemas de la mentalidad política e ideológica en el proceso de actualización del socialismo cubano.

El pensamiento de izquierda en Cuba siempre fue diverso y ahora se está diversificando aún más. En ello ha influido la propia transformación de la sociedad cubana, así como el mayor acceso a la información. Sin embargo, no se puede dejar de reconocer que existe una amplia corriente de personas que entienden los problemas del socialismo y el capitalismo desde una óptica de Guerra Fría. Podría llamárseles, provisionalmente, los viejos comunistas. Muchos de ellos se formaron justamente durante los años de la Guerra Fría, o vivieron en la estela que esta dejó sobre Cuba. La presencia de ese grupo hace complejo el panorama para una renovación del socialismo, porque se trata de cubanos que mantienen la inercia de mecanismos retrógrados, creyendo, al mismo tiempo, que están asumiendo una posición revolucionaria.

Todavía nadie es capaz de calcular cuánto daño le causó al pensamiento revolucionario cubano la incorporación de nuestra isla al bloque liderado por la Unión Soviética. Pero el daño es real, y está ahí. De aquellos tiempos nos ha quedado una concepción del socialismo como estado de emergencia permanente, de preparación para el combate contra un enemigo que está por todas partes. Nos ha quedado un socialismo en el que la virtud más importante es la disciplina incondicional. El antimperialismo, ese principio básico de nuestra nacionalidad, ha sido deformado por algunos hasta entender el progreso revolucionario como una lucha entre bloques de países, en la que es lícito hacer toda clase de sacrificios, con tal de que un bloque venza al otro.

Comunistas de Guerra Fría que mantienen la inercia de mecanismos retrógrados, creyendo que asumen una posición revolucionaria

En la concepción del socialismo de Guerra Fría, todos los esfuerzos deben concentrarse en fortalecer el estado socialista, y la realización de las promesas democráticas y anti-estatistas han de ser postergadas hasta el día en que el imperialismo sea vencido a escala mundial. Los partidarios de esta visión del mundo terminan dándole prioridad a las cuestiones militares, aspirando a la creación de una especie de Nueva Esparta, en la que no habrá mucho tiempo para esa bobería de la libertad. Se trata de una ideología del aislamiento y del atrincheramiento.

Por supuesto, no se puede olvidar cual es una de las causas de esta manera de pensar: los feroces ataques que las fuerzas imperialistas han lanzado siempre contra las experiencias socialistas. Desgraciadamente, cuando una sociedad comienza el camino de la transición socialista, no puede evitar conservar sus garras. El problema está en no dejar que las garras se conviertan en el elemento más importante. En la Unión Soviética, como en otros lugares, los revolucionarios quedaron atrapados en la lógica del enfrentamiento, y por ese camino comenzaron a parecerse a sus enemigos, comenzaron a aplicar la misma racionalidad que ellos, y así se fosilizaron.

Desafortunadamente, los socialistas no siempre han sabido ser espiritualmente superiores a sus enemigos.

Lo peor de todo, es que se sacrifica la realización efectiva de una sociedad superior, no solo en derechos sociales, sino también en libertades y autonomía humana. Siempre se dice que aún no están creadas las condiciones. Resulta admirable la tenacidad con que algunos de estos viejos comunistas se esfuerzan en la defensa del estado socialista, tanto en Cuba como en otros lugares. Pero habría que preguntar: ¿Tanta defensa, de qué? ¿De una promesa cuyo cumplimiento no verá ninguno de los que estamos vivos?

Un grupo de intelectuales de izquierda, en Cuba, hemos comenzado a escribir sobre democracia socialista, autogestión, socialización de la propiedad, descentralización, etc. Pero cuando somos leídos por algunos de estos viejos comunistas se nos tilda de ingenuos, utópicos, o de pecar de intelectualismo. Se trata de una situación paradójica porque: ¿acaso toda esta lucha no se hace para llevar a cabo la realización de un gran sueño?

Cuando uno vive en un mundo ruin, puede llegar a aceptar la naturalidad de la ruindad. Por ese camino, puede llegar a despreciar la utopía. Son muchos de los viejos comunistas, que despachan tan rápido a los utópicos, los que deberían cuestionarse a sí mismos como comunistas. ¿No será que la capacidad de soñar se les ha atrofiado, hasta el punto de que sueñan con cosas mezquinas? ¿Con cosas como la victoria de un presidente de izquierda en la región, o con que Cuba encuentre petróleo en el Golfo? El socialismo es mucho más que regresar a la década del ochenta.

La lucha geopolítica es necesaria, la guerra cultural contrahegemónica también lo es. Pero para que la lucha sea victoriosa puede ayudar mucho el tener por qué luchar. Al mismo tiempo que se lucha en el frente exterior, se debe construir la sociedad socialista en el interior, se deben efectuar reformas audaces. Construir una sociedad superior para los cubanos vivos puede ser efectivo incluso de cara a la lucha internacional, pues no hay nada más poderoso que un ejemplo viviente. En lugar de vivir defendiéndonos del mundo, debemos arrojarnos sobre él, aprendiendo de él lo que podamos aprender, y ofreciéndole nuestro mensaje de solidaridad humana.

Véase que este escrito está hecho refiriéndose a los viejos comunistas, aquellos que no han podido superar la mentalidad de Guerra Fría. No se refiere a los oportunistas de toda laya, que rondan siempre las posiciones de privilegio. Aquellos hombres y mujeres, que muchas veces han sido de los que más se han sacrificado por el pueblo cubano y por la revolución, están equivocados. Pero su error es de la clase que no te hace odiar al errado, sino querer abrazarlo. Decirle fuerte al oído: Camarada, abre esa mente, que el mundo todavía está lleno de colores.

27 noviembre 2018 24 comentarios 340 vistas
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Constituyente vía Internet

por Mario Valdés Navia 26 noviembre 2018
escrito por Mario Valdés Navia

Tal y como anuncié en entrevista con Sputnik cuando apenas se iniciaba el debate del anteproyecto de constitución, este fue amplio y profundo como pocos en la historia del período revolucionario. Donde el ciberespacio devino vehículo esencial para los intercambios.

El nuevo escenario comunicativo vino a ampliar y profundizar lo tratado en las asambleas de los centros de trabajo y los barrios. En ambas esferas de la realidad –física y digital–, las intervenciones de los trabajadores manuales e intelectuales, y del pueblo todo, mostraron cuánta creatividad, ganas de participar y responsabilidad política atesora la ciudadanía. También evidencian lo bien que afloran estas características a la primera oportunidad.

Como el marabú en tierras estatales ociosas, de la noche a la mañana brotaron los espacios digitales dedicados a la cuestión constitucional. Si bien no hubo un gran foro de debate, como soñé alguna vez, los principales representantes de la blogosfera cubana utilizaron sus propios foros y secciones para publicar numerosos posts que analizaron y repensaron el documento desde diferentes puntos de vista.

No menos importante han sido los textos aparecidos en las redes informales de intercambio de emails, donde muchos autores, entre los que se encuentran importantes intelectuales del patio, han vertido sus análisis de la propuesta. Incluso, son muchos los que socializaron digitalmente los escritos que presentaron en sus respectivas asambleas laborales o barriales, con el fin de hacerlos llegar a una audiencia más vasta.

A la versión original del anteproyecto se le han añadido, eliminado y transformado diferentes contenidos. Su estructura y redacción fueron enriquecidas con propuestas interesantes y enjundiosas. Quisiera pensar que, al final del proceso, los analistas de la comisión de los treinta llegarán a sopesar estas ideas aun cuando no subieran por el modelo correspondiente.

Falta por ver si este entusiasmo cívico, tan poco usual en nuestra cotidianidad, servirá de veras para enriquecer el proyecto y llenarlo del contenido democrático popular que el pueblo le ha impreso con fuerza en los debates, presenciales o virtuales. Trascendente será garantizar la transparencia informativa en el período que se avecina, cuando las opiniones del soberano pasen a ser codificadas, tabuladas, resumidas, reinterpretadas, debatidas y aprobadas por las comisiones ad hoc y los diputados/constituyentistas.

Como fruto sabroso de estos días queda la prueba fehaciente de los altos niveles de seriedad, convocatoria y responsabilidad ciudadana que ha alcanzado el ciberespacio cubano a modo de plaza pública donde debatir y analizar los temas más complejos y trascendentes de nuestra realidad nacional con responsabilidad y creatividad.

Lejos de ponernos a llorar sobre la leche derramada por no tener una verdadera asamblea constituyente –vieja demanda insatisfecha de muchos, entre los que me incluyo–, los cubanos y cubanas del 2018 usamos el limitado, lento y caro acceso a la Internet como alternativa viable para montar nuestra propia constituyente digital. Y más aún, hacerla extensiva a la mayor cantidad posible de compatriotas a través de los soportes guerrilleros que empleamos usualmente para conectarnos e interactuar en el contexto cubano: las memorias flash, los emails y los mensajes de texto.

Valga esta experiencia para demostrar lo importante que resulta, en la Cuba de hoy, disponer de una blogosfera rica y diversa, que sirva no solo de complemento a los espacios tradicionales de participación, sino de alternativa a los canales establecidos por la gobernabilidad burocrática para entorpecer, más que facilitar, el libre flujo de opiniones y la participación ciudadana.

26 noviembre 2018 19 comentarios 339 vistas
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Cuba y el Mundo Multipolar

por Consejo Editorial 24 noviembre 2018
escrito por Consejo Editorial

Por: Pedro Armada

Nos encontramos ante un escenario internacional complejo, ante una creciente sensación de que la hegemonía económica y política de EE.UU. va rumbo hacia un inevitable declive. El mundo es cada vez más “multipolar”–en lo que concierne relaciones internacionales–donde el antiguo poderío de EE.UU. se enfrenta con otras potencias, como Rusia y China, con las cuales ahora debe compartir poder e influencia. Basta con leer algo de la prensa de EE.UU. para palpar la preocupación de este país ante, por ejemplo, la creciente influencia de China en América Latina y el Caribe.

Para nosotros los habitantes de lo que José Martí llamaba “Nuestra América”, este escenario internacional ofrece la posibilidad de equilibrar (o contrarrestar un poco) los siglos de hegemonía hemisférica norteamericana. En el caso particular de Cuba, su apertura a relaciones comerciales y estratégicas con socios estratégicos como China y Rusia presentan oportunidades para contrarrestar la agresividad del actual gobierno de Estados Unidos. Los principios que imperan en esta estrategia son los mismos que José Martí percibió con tanta perspicacia para los 1890s. En aquella época, El Apóstol, al mando del Partido Revolucionario Cubano, se esforzaba por asegurar la libertad de Cuba buscando la unidad de las Antillas hispanas al igual que el apoyo de Argentina, Alemania e Inglaterra, precisamente para detener la expansión de Estados Unidos en el Caribe.

Apertura Migratoria

Amén del posicionamiento geoestratégico anterior, las nuevas medidas de apertura migratoria anunciadas por el gobierno cubano el año pasado también presentan oportunidades estratégicas para Cuba. Estas medidas evidencian que Cuba se abre mientras EE.UU., bajo el gobierno de Donald Trump, pareciera ceñirse a una política exterior de aislamiento y hostilidad.

Recordemos que esto sucede ante un escenario global donde el Bloqueo ha sufrido un rechazo rotundo nuevamente en la ONU. Es más, la mayoría de los estadounidenses y losmiembros del partido Republicano, prefieren una apertura de su país hacia Cuba. La postura de los mismos cubano-americanos, sobre todo de las últimas generaciones, también favorece una apertura de las relaciones entre EE.UU. y Cuba.

La apertura migratoria de Cuba posibilita una gran cantidad de ciudadanos cubanos “en potencia”. Ante semejante terreno fecundo, Cuba podría buscar hacer ventaja de sus representaciones diplomáticas, asociaciones de cubanos residentes en el exterior, y otras asociaciones solidarias para fomentar el diálogo y los vínculos con los hijos de cubanos que residen en el exterior así buscando abrir camino en la “batalla de ideas” sobre temas como el Bloqueo.

24 noviembre 2018 10 comentarios 879 vistas
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¿La gallina o el huevo?

por Mario Valdés Navia 23 noviembre 2018
escrito por Mario Valdés Navia

Cuando escucho al secretario de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) decir que no se implementará una reforma salarial hasta que los obreros sean capaces de crear mayor cantidad de riqueza, recuerdo a Marx cuando alertó: “la manera cómo se presentan las cosas no es la manera como son; y si las cosas fueran como se presentan la ciencia entera sobraría”.

Hace tres años escribí bastante al respecto, pero muy poco ha cambiado desde entonces.[1] La complejidad del problema amerita responder a dos preguntas:

  • ¿Cómo es que el Estado-comerciante considera justo subir los precios de bienes y servicios, antes subsidiados, para recuperar los costos y obtener elevadas ganancias donde antes obtenía pérdidas por gratuidades indebidas, mientras posterga indefinidamente el derecho de los trabajadores a cobrar un salario acorde al incremento del costo de la vida?
  • Si no se trabaja más y mejor porque el Estado-empleador no paga salarios estimulantes, y este dice que no lo hace porque se dispararían los precios de las mercancías en una creciente espiral inflacionaria, estamos entonces ante una aporía sin solución en los marcos socialistas, al estilo de: ¿quién fue primero: la gallina, o el huevo?

Esa justificación patronal –en Cuba, también sindical− para no subir los salarios es tan vieja como el capitalismo. Marx demostró en El Capital que es falsa. El patrón no le adelanta dinero al obrero para que produzca, sino que es el obrero el que vende a crédito su fuerza de trabajo para cobrar después que el capitalista haya vendido el producto y recuperado la parte correspondiente al salario.

En las condiciones de la transición socialista no es honesto referirse a la fuerza de trabajo de los trabajadores si no es para considerarla como una mercancía que se compra y se vende en el mercado de trabajo a partir de la Ley del Valor. Los criterios para determinar su precio (salario) deben ser: el costo de la canasta básica; la cantidad y calidad del trabajo que aporte cada uno al producto final y la demanda efectiva de ella en las diferentes ramas de la economía.

Tampoco puede concebirse al salario mínimo como equivalente solo al valor de la canasta básica, porque somos personas del siglo XXI, no bueyes. Marx hablaba del mínimo físico “regulado por una ley natural”, pero añadía que el valor real de la fuerza de trabajo “no solo depende de las necesidades físicas, sino también de las necesidades sociales históricamente desarrolladas, que se convierten en una segunda naturaleza”.[2]

En la práctica económica mundial existe consenso en cuanto a los requisitos del añorado salario justo: estar de acuerdo con la clase de trabajo que se realiza; ser suficiente para cubrir las necesidades fisiológicas y psicológicas de los trabajadores y sus familias (comida, ropa, vivienda, educación, ocio, etc.); estar unido al rendimiento en el trabajo; ser similar a los de otras empresas de la misma localidad para los mismos trabajos; y estar ligados al resultado económico de la empresa, así como participar de sus beneficios.

A tenor con ello, la política salarial también debe compensar los aumentos del  nivel de vida de manera equitativa, de tal forma que, en la misma medida que los costos van subiendo a lo largo del tiempo, también se eleven los salarios de los trabajadores.

Por lo general, estas acciones se basan en una subida de sueldo anual teniendo en cuenta el costo de la vida, a partir de la subida del índice de precios al consumidor. De modo tal, el trabajador no se sentirá desamparado al percibir que, haciendo el mismo trabajo, cada vez tiene acceso a menos bienes y servicios ya que todo es más caro.

No aceptar estas verdades elementales en la teoría y la praxis económica conllevó a que el salario se convirtiera en una caricatura y no cumpliera con su función elemental de estimulación. Esto potenció un rosario de calamidades económico-sociales, tales como: baja productividad e intensidad del trabajo; crecimiento de la pobreza absoluta y relativa;  hurto y malversación de los bienes estatales; doble moral; disminución de la tasa de natalidad por debajo del nivel de reproducción de la población; migración interna de profesionales altamente calificados hacia ocupaciones de menor complejidad en ramas con más posibilidades de realización económica, como el turismo y el TCP.

La desmotivación salarial actúa como una fuerza centrífuga que provoca la llamada emigración económica, verdadera diáspora de trabajadores cubanos, sobre todo jóvenes y técnicos de alto nivel, que se van a cualquier lugar del mundo ─haya o no Ley de Ajuste Cubano─ en pos de salarios más justos.

La aplicación de una reforma salarial sería inútil sin el estímulo al mercado interno, que debería ser el escenario natural para la realización de las mercancías pero que hoy está tan vilipendiado que los empresarios piensan primero en exportar que en abastecer a su propio pueblo.

El Estado comerciante debe acabar de resolver el problema del abastecimiento al mercado interno, o dejar que otros lo hagan. Para ello tendría que gastar más en importar bienes de consumo y fomentar la producción nacional. Mas, lo primero sería aplicar precios acordes a la demanda efectiva, no a los caprichos de una absurda política comercial, más interesada en expoliar a los consumidores ocasionales que en vender grandes volúmenes de bienes y servicios que hagan crecer la economía.

[1]“Rousseau, Marx y Braudel en la actualización económica cubana” (Mención de Honor en el concurso de ensayos Temas 2015). Temas No. 87-88, julio-diciembre, pp.119-128.

[2]El Capital, t.3, cap. L.

23 noviembre 2018 45 comentarios 304 vistas
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