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2018

Contenidos con fecha 2018

Salario y desigualdad

por Consejo Editorial 15 noviembre 2018
escrito por Consejo Editorial

En las últimas estadística del anuario, un cambio en particular me llama la atención. El salario medio sigue creciendo. Esta estadística no tiene que ser precisamente algo favorable.

El salario, a mi juicio -y al de muchos seguro- es el problema central de nuestro sistema. Si sus niveles fueran los necesarios, desaparecería la migración de cubanos al exterior por su inverso; y cuestiones como la burocracia y la autocensura no se notarían. Después de todo, en otras sociedades, al que piensa diferente y hace mucho ruido lo desaparecen -literalmente- y solo los ricos llegan a presidente.

Como es entonces  un tema casi trascendental hay que prestarle más atención, digo, nosotros, todos los que de una forma u otra debatimos sobre la realidad, pero también, economistas, sociólogos, politólogos, y sobre todo, nuestros cuadros políticos, que son los que en definitiva cortan el bacalao.

Por eso, al caer en mis manos -en mi pantalla- el anuario estadístico me remití a la estadística del salario. Lo relevante, era ese aumento del salario medio del cubano, donde en tan solo par de años pasó de 687 a 767. Válido aclarar que está cifra solo recoge al sector estatal.

Durante dos semanas he estado preguntando a quienes conozco que trabajan en el sector estatal, obreros promedio, para saber si sus salarios habían ascendido. Para mi sorpresa, encontré siempre una respuesta negativa, a ninguno de ellos se les había subido el salario. Confiando en mi muestra, me preocupé.

Fue entonces cuando me acordé de aquel ministro inglés, Benjamin Disraeli, quien afirmó que existían las mentiras de la estadística. El dato del anuario no estaba mal, por lo que el problema está en la medida promedio.

Con una mini dosis de matemática, se conoce que la media es una medida de distribución, que  habla de una igualdad cuantitativa ideal e irreal. Ilustrando eso, el expresidente Correa, contaba el hipotético caso de un hombre que tenía la mitad de su cuerpo en un horno y la otra en un congelador, como promedio, esta a buena temperatura.

Por eso, ese salario que dice que todos ahora ganamos más pero no es real, para que haya gente ganando 320, el medio sea de 687 y suba a 746, y los salarios más bajos no suban, es evidente que los que ha ocurrido es, o el aumento de los salarios que ya estaban por encima de la media, o la creación de nuevos salarios de cuantía elevada. Para que haya alguien con trescientos y pico , tiene que haber otro con más de mil doscientos para obtener nuestro medio, esta simple distancia entre extremos es un brecha de desigualdad.

Si se me preguntara que objeto al respecto, respondería con otra pregunta, ¿qué política social estamos siguiendo?

El movimiento de la estructura salarial, además de su insufiencia para garantizar la reproducción del trabajador, no en acto casual está reproduciendo una desigualdad. Este mecanismo, de mantenerse así en el tiempo, puede hacer de la desigualdad -en el sector estatal- algo crónica. Cosa que no será generada ni por el bloqueo, ni por el malvado mercado, ni por el neoliberalismo, sino por nuestro propio manejo de la economía.

Creo que se está en tiempo de rediseñar esas cuestiones, al menos, para que vayan en sincronía con el espíritu de la Revolución.

15 noviembre 2018 15 comentarios 476 vistas
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La Invasión sí cumplió

por Consejo Editorial 5 noviembre 2018
escrito por Consejo Editorial

Desde que empecé a escribir en LJC decidí no responder a los comentaristas. Creo que este proyecto es más que un blog donde todos: moderadores, escritores, comentaristas y lectores en general tenemos una presencia garantizada. Espíritu que parte del alto grado de tolerancia que lo caracteriza, en medio de tantos muros que interrumpen el libre flujo de opiniones y debates ideo-políticos en nuestros medios tradicionales.

En cambio, mediante el correo, constantemente recibo opiniones y mantengo contacto con personas que tienen los más disímiles criterios. Pero a todo le llega su hora y, como los hombres de Panfílov ante Moscú, siento que esta vez no puedo dar un paso atrás y eludir varios de los comentarios a mi post más reciente. La espalda me choca con dos columnas pétreas: mi amor por la patria y el respeto por la verdad histórica.

La Invasión de 1895 fue una campaña militar que tuvo dos objetivos interconectados: llevar la guerra hasta el occidente del país y destruir la riqueza azucarera, fuente de las arcas españolas para sostener el régimen colonial y su enorme aparato militar. El cumplimiento estricto del primero es indiscutible: fue documentado para la historia con el acta que se levantó en el ayuntamiento de Mantua, el poblado más occidental de Cuba, el 22 de enero de 1896, fecha en que la columna invasora hizo entrada en él. 

El segundo también fue cumplido con creces. Negras columnas de humo marcaban el paso de la tromba revolucionaria y su fuego purificador y eran perceptibles a larga distancia. La zafra de 1895 no pudo ocurrir por la labor destructora de la tea mambisa y tampoco las subsiguientes, hasta 1899. De ahí que España, al revés de lo ocurrido en la Guerra Grande, no pudiera sufragar el conflicto con las propias riquezas de Cuba y llegara a 1898 totalmente exhausta, tanto en hombres como en recursos.

La Invasión no pretendía ocupar ciudades, puertos, ni líneas de comunicación –sí destruirlas. Las cercas de alambre que existían en los campos occidentales no fueron obstáculo para las victoriosas e incesantes cargas mambises pues, en esa campaña, los mambises no rehuían el combate, por el contrario, la orden del General en Jefe era destruir a cualquier enemigo que se pusiera por delante.

No podía ser de otra forma, la inmensa columna se movía siempre rodeada del enemigo a los lados y atrás y solo podía marchar hacia delante. Además, la movilidad era indispensable para un ejército que carecía de infantería, artillería y logística y que estaba apremiado por cumplir su cometido en el período de seca. Tras ella, los campos quedaron en manos de los mambises, mientras el ejército colonial controlaba las ciudades y puntos fortificados y trataba infructuosamente de mantener funcionales las líneas de comunicación.

La respuesta española al éxito rotundo de la Invasión no fue “poner la guerra a un lado”, como dijo una lectora, sino implementar el odioso e ineficaz genocidio conocido como la Reconcentración de Weyler.

Mis valoraciones de la Invasión les parecieron exageradas a algunos. Ya esto pasó antes, cuando afirmé que la política de EEUU hacia Cuba y Latinoamérica se regía por la Doctrina Monroe y luego el propio Mike Pence recorrió la región diciendo lo mismo. Con este precedente, voy a argumentar la significación de la Invasión del 95 con dos fuentes norteamericanas:

La habilidad de la estrategia del jefe revolucionario jamás ha sido sobrepasada en una guerra (…) se acerca más a los prodigios de la leyenda que a los anales auténticos de nuestro tiempo. Gómez ha desplegado en toda esta campaña admirable genio militar (The Sun of New York).

La marcha de Gómez, desde el punto de vista militar, es tan notable como la de Sherman (…) debemos poner a Gómez y a Maceo en la primera fila de la capacidad militar (General Sickles, veterano de la Guerra de Secesión).

Mención especial merece la equivocada y desactualizada tesis de que fueron los norteamericanos los que ganaron la guerra y dieron la independencia a Cuba. A diferencia de los ingleses, quienes negociaron con sus colonos rebeldes, firmaron la rendición y la paz con ellos y les cedieron sus derechos sobre un territorio que duplicaba el de las Trece Colonias; España prefirió ir a la guerra con EE.UU. para darle una supuesta salida pundonorosa a la de Cuba. Solo a una monarquía decrépita como la española pudo ocurrírsele un cierre tan miserable como aquel.

La batalla naval de Santiago de Cuba no fue más que una triste parodia, donde los anticuados buques españoles fueron saliendo, en macabra procesión, por la boca de la bahía para ser hundidos inexorablemente por la potente artillería de la moderna US Navy que los esperaba. Las jornadas de San Juan y el Caney llenaron de gloria a los soldados y oficiales que asaltaron las trincheras, pero fueron un baldón para el incapaz general Shafter, que envió a sus hombres a la muerte sin plan alguno y desconociendo los consejos de sus generales y del mando cubano.

Solo el cerco previo tendido por los hombres de Calixto García sobre Santiago de Cuba, y su protección al desembarco de la desorganizada expedición, hizo posible el arribo sin dificultades de las tropas interventoras. Por eso nosotros le llamamos al conflicto Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana. Su final fue un verdadero performance geopolítico, en el que una España genuflexa ante la potencia emergente logró un  pretexto a lo interno para explicar el llamado Desastre del 98.  

Al respecto se ha escrito mucho por historiadores cubanos, españoles y norteamericanos. Recomiendo especialmente a los interesados un texto de Emilio Roig de Leushenring, de 1950, cuyo título es todo un manifiesto: “Cuba no debe su independencia a los Estados Unidos”.  

5 noviembre 2018 8 comentarios 831 vistas
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Revista LJC 20

por Consejo Editorial 30 octubre 2018
escrito por Consejo Editorial

Puede descargar aquí el número veinte de nuestra revista digital, con un editorial dedicado a la lucha contra el bloqueo y en especial la votación masiva que hace la comunidad internacional en su contra cada año en las Naciones Unidas. Esta revista se distribuye por el Paquete Semanal y por correo electrónico. Quienes prefieran recibirla en una versión más ligera, pueden escribirnos a jovencuba@gmail.com o descargarlo en: https://goo.gl/enbj1j

30 octubre 2018 4 comentarios 423 vistas
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El precio del bloqueo

por Consejo Editorial 29 octubre 2018
escrito por Consejo Editorial

4 mil 321 millones 200 mil dólares; esa es la cifra que prueba las pérdidas que el bloqueo ha causado a Cuba solamente en este último año. Para muchos los números no dicen nada, y otros, piensan que el bloqueo es muchas veces la justificación de Cuba ante el mundo, pero lo cierto es que realmente este sistema de sanciones afecta seriamente al país.

En el último año, por ejemplo, las medidas tomadas por Donald Trump han disminuido considerablemente la visita de los estadounidenses a la Isla, y provocado además considerables limitaciones al sector empresarial de Estados Unidos en Cuba.

A ello, podemos unir un discurso agresivo por parte de la nación norteña, que trae consigo desconfianza e incertidumbre, a nivel internacional, a las instituciones financieras, las empresas y los proveedores estadounidenses, que temen ser penalizados por relacionarse con Cuba.

En este contexto, adolecen también las relaciones financieras y crediticias internacionales de Cuba. Daños que se reflejan en la economía del país, en las actividades comerciales de las empresas y en los bancos nacionales y sus vínculos con la banca internacional.

Eliminar el bloqueo comercial y financiero de Estados Unidos con Cuba es una lucha que persiste y es necesaria. 933 mil 678 millones de dólares es la suma total de lo que se ha perdido en las casi seis décadas de aplicación de esta injusta política.

Una vez más Cuba presenta su informe a las Naciones Unidas. Se demuestra la transgresión del derecho a la paz, al desarrollo y la libre determinación de un Estado soberano. Una vez más Cuba cuenta con el apoyo legítimo de la comunidad internacional. Pero una vez más la batalla solo se gana simbólicamente.

Es tiempo ya de hacer justicia. Las cifras en dólares, las estadísticas y los votos hablan por sí solos. Es cuestión de matemáticas y también de derechos.

(Editorial de la revista número 20 de La Joven Cuba)

29 octubre 2018 15 comentarios 427 vistas
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¿Dónde comenzó la Invasión a occidente?

por Consejo Editorial 29 octubre 2018
escrito por Consejo Editorial

Como el del mítico carro de Ra, en Cuba existe un movimiento perenne de oriente a occidente. Aruacos, españoles, mambises, rebeldes de la Sierra, arrasadores de montes y migrantes internos han hecho el camino del Sol, de Maisí hasta La Habana en diferentes épocas. Sin lugar a dudas, la más famosa de estas expediciones es la Invasión de 1895, dirigida por Antonio Maceo, jefe de la campaña, y Máximo Gómez, general en jefe del Ejército Libertador (EL).

De ahí que fuera tan pertinente la respuesta que diera Camilo, en 1959, al periodista que le preguntó cómo se sentía al no haber podido, ante la debacle del batistato, cumplir la orden de Fidel de llegar hasta Pinar del Río. Camilo dijo sentirse muy complacido, pues así la gloria de haber realizado tal proeza militar seguiría correspondiendo únicamente a Maceo.

No obstante, hay una afirmación sobre aquella operación que merece un examen exhaustivo pues se repite, una y otra vez, por expertos y aprendices: la invasión comenzó en los Mangos de Baraguá, el 22 de octubre de 1895. Esto no pasa de ser un desliz histórico. Veamos los hechos, tozudos e incontrovertibles, y sabremos bien cuándo y dónde se inició la campaña de la invasión.

La Asamblea Constituyente de Jimaguayú (14-16 de septiembre 1895) resolvió acometer de inmediato esta operación considerada trascendental para el desenlace de la guerra. Enseguida, Maceo partió hacia Oriente a movilizar los contingentes que aportarían los cuerpos primero y segundo del EL, mientras que Gómez recorría provocativamente el Camagüey.

Trabajo le costó al Titán reunir las fuerzas orientales, ya que B. Masó y J. Maceo no querían entregar sus mejores hombres y armas, pero al final pudo salir simbólicamente de Mangos de Baraguá (22−10−1895) con una columna de 500 infantes y 700 jinetes, a los que sumó 500 más a su paso por Holguín y apenas 200 infantes y 300 jinetes del segundo cuerpo, para un total de unos 2 200 invasores orientales.

Tras conocer de la partida de Maceo, Gómez cruza la Trocha Júcaro-Morón (30 de octubre 1895) para atraer a los panchos a Las Villas, hacerles perder el rastro de Maceo, e impedir la zafra a sangre y fuego. En Santa Teresa, Sancti Spíritus, recibe a los generales C. Roloff y S. Sánchez e inician una ofensiva incesante que hace al confundido Martínez Campos desplazar contra ellos tropas de Oriente y Camagüey, lo cual facilitó el traslado de la columna oriental casi sin combatir.

El 29−11−1895 Maceo cruza la Trocha y se reúne con Gómez en Lázaro López, actual Ciego de Ávila, por entonces Camagüey, aunque para los mambises Las Villas empezaban desde la Trocha. Allí, delante de la tropa, con banderas desplegadas, se abrazaron los generales Gómez y Maceo, teniendo como fondo los acordes de La Bayamesa. Lo ocurrido fue descrito magistralmente por B. Boza, el jefe de la escolta de 300 jinetes camagüeyanos del Generalísimo:

En un estrecho abrazo y derramando lágrimas de santo patriotismo, nos confundimos orientales, centrales y occidentales, negros y blancos. Mucho mejor que los discursos que se pronunciaron y que los vivas frenéticos que atronaban el espacio. era la resolución firme que se veía en todos los rostros y que hacía palpitar todos los corazones impulsados por el mismo sentimiento: ¡Hacer la guerra a España a sangre y fuego, hasta obtener la absoluta independencia de la Patria!

Al amanecer del día 30, todas las fuerzas forman para marchar y se produce el acto oficial de inicio de la Invasión, encabezado por el Consejo de Gobierno y su presidente S. Cisneros. Los ánimos están exaltados, hablan varios oradores y el general en jefe pronuncia su histórica arenga:

Soldados: La guerra empieza ahora. La guerra dura y despiadada. Los pusilánimes tendrán que renunciar a ella: solo los fuertes y los intrépidos podrán soportarla. En esas filas que veo tan nutridas, la muerte abrirá grandes claros. No os esperan recompensas, sino  sufrimientos y trabajos. El enemigo es fuerte y tenaz. El día que no haya combate, será un día perdido o mal empleado.

En esa ocasión fueron incorporadas al contingente invasor las tropas espirituanas, integradas por unos 1500 jinetes, y otras fuerzas villareñas hasta casi 2000 hombres. Las dirige su caudillo S. Sánchez, quien es ascendido a mayor general y jefe del IV cuerpo del EL, el de Las Villas.

Desde el potrero de Lázaro López parte como una avalancha el “Gran Cuerpo del Ejército Invasor” −como le llamaba Gómez−, formado por algo más de 4000 combatientes, 3000 de caballería y 1000 infantes. Su misión era casi imposible: aplastar la resistencia de más de 150 000 soldados españoles en un reducido espacio y llevar la destrucción liberadora hacia las ricas comarcas occidentales en poder de España, único camino para la victoria de las armas cubanas.

La Invasión del 95 cumplió sus objetivos con creces. Fue la campaña militar más grande lanzada por un ejército libertador en las luchas por la independencia latinoamericana. Es considerada una de las operaciones más exitosas de la historia militar universal y el genio de sus jefes: Gómez y Maceo, ha sido comparado con el de los más grandes generales de la historia.

Para contactar al autor: mariojuanvaldes@gmail.com

29 octubre 2018 14 comentarios 1,2K vistas
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Patronos y obreros

por Consejo Editorial 18 octubre 2018
escrito por Consejo Editorial

En el proyecto de constitución no hay referencia alguna a obreros, patronos y sindicatos. En la del 40, la palabra obreros aparecía 19 veces, patronos 10 y sindicatos una. En la del 76, la primera lo hacía en tres ocasiones, ninguna las demás. Por lo menos, aquí campesino y trabajadores aparecen una vez, y empleados seis; si bien esta última se refiere siempre a funcionarios de bajo nivel y nunca a obreros propiamente dichos.

Me parece que a una constitución socialista sin obreros ni sindicatos le falta algo. Aunque en un análisis de contenido no emerjan, es preciso referirse a cómo serán las relaciones entre ellos a partir de ahora. En particular, porque ya que la nueva constitución asume la propiedad privada y la cooperativa como realidades del modelo cubano, entonces es preciso reanalizar el papel de los sindicatos y del movimiento obrero en el país.

El rol tradicional de la organización obrera en los Estados de socialismo burocrático -ser correa de trasmisión de las decisiones de la dirección hacia las masas- no puede sostenerse en una sociedad donde las relaciones de explotación capitalista entre patronos y obreros están refrendadas en la propia constitución (Art. 21).

En la historia del capitalismo los sindicatos han sido siempre el baluarte del poder obrero. Su nivel de empoderamiento económico, social y político es un medidor del grado de madurez alcanzado por el proletariado en su lucha con la burguesía y su Estado, con independencia de la forma que este adopte. De ahí que el neoliberalismo actual se proponga destruir la fuerza de los sindicatos donde quiera que le sea posible.

En los inicios del movimiento socialista fueron los sindicatos los primeros nichos de poder obrero en lucha contra el liberalismo salvaje. Ellos fueron protagonistas de la Comuna de París, la Revolución Rusa de 1905 y la de Octubre. Los primeros soviets rusos nacieron de su seno, en los grandes centros de producción de la ciudad y el campo y las unidades militares.

Cuando se constituyó el poder soviético los sindicatos reclamaron una cuota importante de poder. Por ello, en 1921, la máxima dirección bolchevique cerró filas contra la llamada Oposición Obrera (OO) que postulaba que los sindicatos debían dedicarse, además de sus labores educativas, de propaganda y disciplinarias, a controlar toda la gestión económica del país a través de un Congreso de Productores, mientras el partido sería el guía político e ideológico de la nueva sociedad.

Su mensaje cargó contra la burocracia naciente y prometió una gestión económica más eficiente gracias a la iniciativa de los trabajadores. El grupo rechazaba las propuestas de Lenin y Trotsky de gestión cuasi militar de los trabajadores mediante sindicatos unidos a la administración, y exigía que fueran independientes del partido, los cargos con responsabilidades en economía contaran con su beneplácito y las fábricas quedaran en manos de comités elegidos por el voto directo de los trabajadores.

Ante el peligro de debilitamiento interno frente a la agresión extranjera, el X Congreso bolchevique prohibió la actividad de grupos disidentes en su seno y condenó a la OO como desviación sindicalista y anarquista. A partir de entonces, los sindicatos se convertirían en escuelas de comunismo, encargados en la práctica, no de representar los intereses obreros ante el Estado proletario, sino los de este ante los obreros.

Con el tiempo, Stalin y sus acólitos lograron neutralizar todos los mecanismos del poder obrero y sustituirlo por sus propios instrumentos amañados para eternizarse en el poder. Así, con cada limitación sobre el control obrero y la crítica revolucionaria, la revolución proletaria fue cediendo paso a la contrarrevolución burocrática.

En Cuba, la antigua, poderosa  y combativa Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC, 1939), formada por más de 700 organizaciones obreras independientes, se coinvirtió, en 1961, en una central sindical con 19 sindicatos nacionales ramales. De la antigua diversidad sindical solo quedaron las siglas y el liderazgo del querido Lázaro Peña.

Lo más importante en la actualidad es que el mecanismo de presión por excelencia de los obreros: la huelga –derecho humano universal reconocido desde el siglo XIX-, aunque se mantuvo en la Ley Fundamental de 1959, fue sancionada luego como una variante de la actividad contrarrevolucionaria. No fue incluido en la de 1976 ni en el proyecto actual.

El criterio de que la huelga es una forma de contrarrevolución al dañar la actividad económica de todo el pueblo actúa como un mecanismo de presión sobre los trabajadores que tienen/tendrán que aceptar las imposiciones de sus patronos (estado, inversores extranjeros, burgueses nativos de la ciudad y el campo, cooperativas) sin poder apelar a esta arma proletaria.

Lo más interesante es que no aparece tampoco ningún mecanismo constitucional para mediar en las relaciones entre capitalistas y obreros. Una sociedad donde prime el dejar hacer a los patronos sin el contrapeso de las luchas sindicales parece más el paraíso soñado de Adam Smith que el de Karl Marx.

18 octubre 2018 35 comentarios 524 vistas
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La tragedia democrática en América Latina

por Harold Cardenas Lema 16 octubre 2018
escrito por Harold Cardenas Lema

Para EB White la democracia era la sospecha recurrente de que más de la mitad de las personas están en lo correcto, más de la mitad de las veces. El triunfo cercano de un candidato presidencial fascista y autoritario en Brasil, pone a prueba las palabras de White. Comparto aquí unos apuntes de madrugada sobre la construcción de los estados nacionales y la democracia en América Latina, acompañado de mi valoración sobre Brasil.

Los orígenes de la crisis democrática en este continente quizás comenzaron desde 1808 con el colapso de la monarquía española. Robert Holden señala en Beyond mere war varios problemas vinculados a la legitimidad y autoridad en la formación de los estados latinoamericanos y su cariz. Explica cómo en nuestro continente, las expresiones de poder no están atadas a las instituciones y el estado sino a fuertes individuos y sus organizaciones. Donde gobiernos de rapiña debilitan las instituciones y el estado en general resulta incompetente.

Holden acierta en su descripción, pero falla al omitir la condición desventajosa en que dejó el colonialismo español a nuestras tierras, y las características particulares de la burocracia y rapiña española, en comparación con otras potencias de la época. Pero hay otro factor que podría ayudarnos a entender el estado institucional y democrático en la región.

La guerra es una variable en la formación de los estados nacionales que Charles Tilly hizo famosa. Su aforismo “la guerra hizo el Estado y el Estado hizo la guerra” describe el papel que jugaron ciertos conflictos bélicos en Europa para solidificar fronteras e instituciones. Si bien los estados de nuestro continente ya tienen varios siglos de violencia interna, esta ha sido más causa de desestabilización que mecanismo para alcanzar su solidez.

Miguel Centeno ofrece una explicación de qué hace a América Latina distinta. El poder estatal en el continente siempre fue superficial y muy disputado, esto hizo que los estados raramente se involucraran en grandes conflictos bélicos internacionales y terminaran así: débiles, subdesarrollados y generalmente incompetentes. La ausencia de instituciones políticas sofisticadas capaces de participar en las guerras internacionales, terminó siendo un problema mayor. Sin guerras no hubo construcción estatal eficaz.

Esta teoría fue disputada por Jorge Domínguez, quien argumenta que no es que nuestras naciones evitaran guerras internacionales desde su independencia, sino que la “paz” solo llegó a nuestros países a finales del siglo XIX. Como sea, no cabe dudas de que la formación de los estados y su desempeño ha sido trascendental en nuestras instituciones y nuestra relación con la democracia.

Que en menos de un siglo (1898-1994) Estados Unidos haya intervenido para cambiar exitosamente 41 gobiernos en América Latina (como refiere John Coatsworth), sin importar que fueran democráticamente electos o no, a razón de un gobierno intervenido cada 28 meses, no ayudó. Nuestras instituciones se hicieron aún más débiles, primó el escaso respeto a la ley y una limitada efectividad burocrática.

Las deficiencias en la formación de los estados latinoamericanos (junto a otras que no menciono para no alargar el texto) explican parte del pasado siglo y el presente de nuestras naciones. Entonces tenemos a Brasil, donde la mayoría de los votantes prefiere a un autócrata y no al representante del partido político que sacó a 28 millones de ciudadanos de la pobreza en solo una década. Los escándalos de corrupción del PT y el fantasma de Venezuela, han traído millones de votos de castigo. Votos suicidas.

Jair Bolsonaro es el único candidato con tendencias autoritarias en las elecciones de Brasil, y va ganando por mucho. Acostumbrados a políticos de derecha como Macri y Temer, muchos no perciben la diferencia radical en este militar de reserva. Los casos de corrupción y la exclusión de Lula en el proceso electoral no amenazan la frágil y manipulada democracia brasileña como hace Bolsonaro. La debilidad institucional que describimos anteriormente, sumada a un personaje que parece más dictador que político, en el país más grande de América del Sur, es la receta al desastre.

El militar ha declarado abiertamente su respaldo a dictaduras militares y el potencial cierre del Congreso brasileño. Apoya el uso de la tortura y asesinatos extrajudiciales, sin reconocer un resultado electoral que no sea el de su victoria. Dice que la dictadura en su país debió haber asesinado a 30 000 personas, incluyendo al expresidente Fernando Henrique Cardoso, a quien llama corrupto junto a Lula. Anuncia que tratará el Movimiento sin Tierra como una organización terrorista. Y gana la mayoría de los votos.

Bolsonaro no respeta las reglas de una democracia que de por sí ya estaba en crisis, incita a la violencia y niega la legitimidad de sus rivales políticos. Tampoco parece respetar las libertades civiles de sus oponentes. Fallaría cualquier examen de democracia liberal y tendría menos en una democracia socialista. La intelectualidad occidental está nerviosa por lo que significa un Brasil autocrático en sus manos, pero las élites económicas celebran. Al día siguiente de la primera ronda electoral en su país, la bolsa de valores brasileña subió significativamente y el WSJ lo elogió como un populista conservador que “drenará el pantano” en Brasil.

Cuando las oligarquías tienen que elegir entre sus objetivos políticos y económicos a corto plazo, y la defensa de la democracia nacional a mediano y largo plazo, gana la primera opción.

La percepción de que un presidente propenso al autoritarismo es bueno para la economía y preferible a una opción más progresista, tampoco es nueva. El mismo error ocurrió en la Italia de los años 20, la Alemania de los años 30 y en Estados Unidos hace dos años. Que la falta de visión política y compromiso nacional siga siendo un rasgo característico de las oligarquías, no debería sorprendernos, es su naturaleza. Pero que más de la mitad de las personas en un país vecino opten por el autoritarismo en lugar del civismo, es la tragedia democrática actual en América Latina.

Para contactar al autor: haroldcardenaslema@gmail.com

16 octubre 2018 45 comentarios 418 vistas
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El mercado y el socialismo

por Consejo Editorial 15 octubre 2018
escrito por Consejo Editorial

Decía el marxista y estudioso de la dialéctica francés Henri Lefebvre, que la economía capitalista había estafado bastante a la marxista. Con ello señalaba cómo los teóricos del marxismo caían en las trampas y provocaciones de los ideólogos del capitalismo, donde estos  creaban falsos dilemas como mercado-planificación, a los que se respondía –del lado de acá- en ocasiones con utopías.

De esa forma proliferaron mitos sobre la enajenación, la individualidad, la propiedad privada y el mercado.

Pero como es sabido, Marx, a diferencia de otros, dedicó su vida a combatir la utopía y la falta de apego a la realidad. Comprendía el daño que provocaba todo eso a la lucha revolucionaria. Por esa razón escribió numerosas críticas a contemporáneos y grandes revolucionarios como Proudhon, Bakunin, Weitling y hasta el noble Owen. Como marxista sigo esa línea. Y de todos los mitos, me referiré al mercado.

Ese es un tabú que nos legó el manual soviético, sostén teórico -sin ser percibido- del imaginario revolucionario hasta hoy. Para tal doctrina, la cosa es muy simple: el mercado es el mecanismo a través del cual se reproduce el capitalismo, y  es causado por la propiedad privada. De ahí, que se pensara que la propiedad privada terminaría siempre generando capitalismo. Por lo que en la lucha contra este, lo mejor era eliminar la propiedad privada y así cortar su mecanismo de reproducción.

En todo ello iba implícita otra conclusión que sobrevive hasta hoy: propiedad privada es igual a mercado. Ese pensamiento es el que nos ha hecho esos interminables debates donde creemos que el mercado es algo característico de la propiedad privada, y en lo no-privado no existe el mercado.

Fue tan fuerte esa mentalidad que llevó a la tentativa de eliminar la categoría mercancíadel sistema empresarial cubano en los 60, y que en el seno de este no era necesario al mercado. A tal punto esto, que una rama como el derecho mercantil resultó superflua en la formación de profesionales.

Pero ese fue el engaño que nos jugó la economía capitalista. Cuando lo cierto  es que el mercado, en buena ley, es el mecanismo de asignación de recursos, donde las partes que participan en el cambio, dan y reciben algo en aras de satisfacer las necesidades de estas, siempre con ajuste a cierta conveniencia e intereses, o ya sea por coerción en algunos casos. Así que la economía capitalista hace eso, y nosotros los socialistas… ¿qué?

No faltaron -ni faltan aún- quienes negando ese mecanismo terminaron explicando el intercambio con criterios de moral. Todo debía depender de esta, del compromiso y cosas así que la ética como disciplina se dedica a estudiar. Entonces ese movimiento mercantil que es el intercambio en sociedad, vía de la satisfacción de las necesidades del hombre, hizo de su razón de ser la política y una -si es que puede llamarse así- ideología. Después de todo, sin propiedad privada -se pensó- no había mercado.

¿Pero qué estábamos haciendo en realidad? Los hechos mostraban la respuesta. ¿No era mercado aquellas normas de asignación que usábamos en los períodos en los que se pensaba que este no existía? Lo cierto es que sí, pero nos engañábamos pensando que no. Usábamos una forma de intercambio donde dos partes daban y recibían, y alrededor de ello había cierto contrato social (con o sin coerción).

Nunca dejó de existir la relación de mercado en la vinculación entre los hombres en sociedad socialista, y esa asignación normada de recursos era parte de él. Ha costado mucha historia entender esto, e incluso será natural que otros no puedan aceptarlo por supuestas posturas ideológicas.

Ya una parte de la academia dio ese tan necesario salto. Casi que es trivial dentro de esta el hecho de que en el socialismo no se puede negar la presencia y necesidad de relaciones monetario mercantiles. Así se enseña la asignatura de Economía Política del Socialismo en muchas aulas universitarias –me consta-. Donde se estudia, que dentro de esa propiedad estatal (no privada), existen entre sus diferentes niveles y a lo interno de estos, es decir, entre empresas y OSDE, y entre estas mismas, contradicciones de intereses producto de su posición real respecto a los medios de producción, que condicionan la existencia de relaciones monetario mercantiles entre ellas.

Entonces no se trata de que el mercado va de la mano de lo privado, sino que ocurre entre esa propiedad estatal también. Lo que desmiente que mercado es igual a capitalismo. Así funcionan nuestras empresas estatales, entre ellas (contratos, compraventas, convenios, etc) y dentro de ellas (salarios, estímulos, etc), todo a través de relaciones monetario mercantiles. No han dejaron de estar ahí.

Pero ya que todo esto va del socialismo, y no precisamente del mercado, creo que lo mejor es dejar claro de qué estamos hablando. Por eso, me remito a los clásicos, y aunque tengo la certeza de que Marx no teorizó sobre el socialismo, Lenin sí lo hizo. Este dijo que se caracterizaba por usar las fuerzas capitalistas en función de la sociedad. Las demás coletillas que se le han puesto al socialismo como si fuese un estado superior de la moral, son cosa aparte.

Usar ese capitalismo implica usar también el mercado, después de todo, las sociedades nuevas se comienzan a construir no con lo que uno quiere, sino con lo que hereda de la anterior. No comprender esto, no solo representó una derrota teórica al marxismo de antaño, sino también política, y que nosotros no podemos repetir.

Es cierto que el capitalismo tiene Ideología de mercado. Pero, ¿quién dijo que la del socialismo es la de no-mercado? ¿O que es la abolición de este quien condiciona el socialismo? Engels en Principios del Comunismo, habla sobre cómo en esa hipotética sociedad en cuestión, por su abundancia, desaparecerían las relaciones mercantiles, no que la desaparición de estas lleven al comunismo.

De todos modos, sobre la cuestión de las relaciones mercantiles y cuándo  desaparecerán, está claro en El Capital que el mercado se genera por la envoltura social que deviene de la división del trabajo, fenómeno indetenible y ascendente. Ser conscientes de ello nos ayudará a no caer nuevamente en la utopía, que después de todo, le es orgánica al capitalismo.

Enfoquemos bien el problema, que no ver la solución puede convertirse en delirio. Seamos dialécticos, no utópicos, para que no nos sigan estafando.

15 octubre 2018 18 comentarios 644 vistas
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