La Joven Cuba
opinión política cubana
  • Inicio
  • Quiénes Somos
    • Historia
    • Nosotros
    • Consejo Asesor
  • Grupo de Estudios
    • Libros
    • Dossiers
  • Contacto

2018

Contenidos con fecha 2018

Jesús no nació en Navidad

por Consejo Editorial 25 diciembre 2018
escrito por Consejo Editorial

No hay referencias bíblicas ni documentales que sugieran que Jesús nació en la madrugada del 25 de diciembre. La vida de Jesús no fue documentada por las autoridades romanas ni por los historiadores de la época: los recuerdos que quedaron en los testimonios orales del siglo I son alegóricos, simbólicos, ejemplificantes y no históricos. Así lo sostiene el profesor de Historia Antigua de la Universidad de los Andes, Jaime Borja. Para acercarse a la vida de Jesús, hay que diferenciar entre el Jesús simbólico y el histórico, según afirmó el profesor.

Jesús histórico pudo nacer el 25 de diciembre o en cualquier otra fecha, pero no es posible saberlo con precisión y no hay ninguna pista que lo sugiera dentro de la Biblia. Lo que existe, por el otro lado, son indicios que permiten pensar que no nació en diciembre. Por ejemplo, en el Evangelio de Lucas hay una referencia sobre su nacimiento. Antes de nacer el mesías, los pastores velaban mientras sus rebaños pastaban. El problema geográfico, evidente para quien conozca el clima en Palestina, es que los pastores no hacían vigilias en invierno por las bajas temperaturas. Las ovejas y los bueyes eran resguardados durante diciembre y enero.

Otro argumento para afirmar que Jesús no nació el 25 de diciembre es que los censos romanos, como el ordenado por Augusto que obligó a José y a María a viajar, no ocurrían en invierno. Un censo era una medida impopular: estaba relacionada con el pago de impuestos y el reclutamiento. Le recordaba a una región inestable como Palestina el poder de los romanos. Entonces, es muy poco probable que se tomara la medida en pleno invierno, cuando el mal clima dificulta desplazarse a las ciudades de nacimiento.

La conmemoración litúrgica del 25 de diciembre no está relacionada con el Jesús histórico, ni con el bíblico, sino con las religiones politeístas del Mediterráneo. Según el historiador de las religiones Mircea Eliade, el 25 de diciembre se conmemoraba el nacimiento de todas las divinidades solares orientales. De la misma forma, Jaime Borja afirma que ese día es el solsticio de invierno y se conmemoraban las fiestas saturnales en Roma, que representaban el triunfo del sol sobre las tinieblas. Lo que ocurrió fue que Jesús reemplazó al dios solar, que derrotaba cada año a las tinieblas.

En Roma convivían cientos de tradiciones religiosas del Mediterráneo. Isis, Set, Baal y Hera eran dioses populares: los veneraban desde las capas sociales más bajas hasta los emperadores. Por ejemplo, Cómodo (185-192) se había iniciado en los Misterios de Isis y de Mitra. Sin embargo, de todos los dioses el sol  había sido uno de los más venerados por griegos, romanos, persas y egipcios. Constantino (272-337), antes de convertirse al cristianismo, seguía al Sol Invictus y lo consideraba el fundamento del imperio. La arqueología es rica en pruebas: las inscripciones dedicadas al sol son recurrentes en las monedas y los monumentos.

La conversión del mayor seguidor del Sol Invictus al cristianismo determinó la mezcla de elementos solares en la iconografía y en la liturgia cristiana. Lactancio, un escritor cristiano del siglo IV, sostiene que Constantino fue advertido en sus sueños: debía grabar en los escudos el signo de la cruz antes de entrar en batalla de Milvio. Eusebio, obispo de Cesarea, lo describe de otra forma, en medio de la batalla, Constantino vio el signo de la cruz en el horizonte y oyó una voz que le decía, “Por ella vencerás”. Por la noche Cristo se apareció y lo invitó a convertirse.

Desde entonces, el cristianismo pasó a ser la religión imperial. Los cristianos ya no serían perseguidos, acusados de ateísmo, antropofagia, infanticio y de practicar orgías en las iglesias. Tampoco serían obligados a sacrificar animales en honor a los dioses romanos. Sin embargo, el mayor peligro al que se sometían los cristianos era más sutil y venía de adentro: el surgimiento de las herejías. Dentro de la iglesia no había canon, los apóstoles ya estaban muertos y circulaban una serie de textos diversos y contradictorios, como el Evangelio de Tomás, el Evangelio de la Verdad, el Evangelio del Pseudo Mateo, los Hechos de Pedro, los Hechos de Juan.

Dentro de las diferentes interpretaciones había unas más radicales que otras. 70 años después de Cristo, por ejemplo, Simón el Mago fue denunciado como el primer hereje por los cristianos. Simón consideraba a su pareja, Helena, una prostituta de un burdel en Tiro, la encarnación del pensamiento de Dios y una reencarnación de Helena de Troya. Simón rechazaba los contenidos del Antiguo Testamento y reducía el canon al Evangelio de Lucas y a las epístolas paulinas. Desde luego, había otras interpretaciones menos excéntricas. Arrio, sacerdote de Alejandría, discutió el concepto de la Trinidad con profundas reflexiones filosóficas e inició una herejía muy popular, el arrianismo.

Según el famoso teólogo alemán Walter Bauer, “el cristianismo primitivo era muy complejo y admitía expresiones múltiples y variadas, inclusive, las primeras formas que adoptó el cristianismo se aproximaban a las que pasado algún tiempo se considerarían heréticas”. Durante los primeros años, hubo muchas incorporaciones paganas, los cristianos influidos por las ideas gnósticas y platónicas dividieron al hombre en dos, uno psíquico inferior y otro espiritual que era superior. De ahí, la idea cristiana de despojarse del hombre carnal para hacerse puramente espiritual. Se tomaron muchos elementos prestados de otras religiones, por ejemplo, la ascensión del alma a un mundo celeste aparecen entre los mandeos, egipcios y persas.

El triunfo del cristianismo en Roma implicó que se fijaran cánones y las otras interpretaciones se volvieron heréticas, pero también implicó la incorporación de tradiciones religiosas del Mediterráneo, que se escogieron con mayor orden que durante los primeros años. Con el triunfo se le puso coherencia a corrientes religiosas contradictorias. Según Mercede Eliade, el Cristianismo de Roma surgió como una concepción religiosa organizada desde la razón, marcada por el pensamiento sistemático de la filosofía griega y mezclada con elementos jurídicos del orden romano, cargada de rasgos religiosos paganos con orígenes antiguos, como la Navidad.

Tomado de: Semana

25 diciembre 2018 7 comentarios 555 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

¿Mercado es igual a desigualdad?

por Consejo Editorial 22 diciembre 2018
escrito por Consejo Editorial

La revisión de los comentarios a mi último post me llamó a la reflexión. Da el pie forzado para tocar un tema del que ya he escrito: el mercado. Según pude apreciar, algunos consideran que entre mercado e igualdad social hay un antagonismo. Por tanto, debe escogerse si:

1- Tener mayor igualdad social -no hablo de igualitarismo-, con menos mercado,  más planificación central (más bien asignación central).

2- Más mercado, con mayor crecimiento económico, acompañado del aumento de la desigualdad. De forma tal, que no se pueden tener los dos a la vez -según el criterio en cuestión-.

¿Esas son las opciones? Lo primero que se aprende de la dialéctica, es a no aceptar opuestos ya establecidos formalmente: finito e infinito, ser y nada, concreto y abstracto – y en este caso mercado e igualdad social-, ya que nos obligan a seleccionar entre dos caminos que son ambos demostrables como verdaderos desde el punto de vista lógico. Fíjese que hay demostraciones y juicios muy racionales para defender un lado u otro (mercado acompañado de crecimiento o igualdad social). Por lo que me ahorraré ser parte de este ejercicio que termina en un debate de fe.

Siendo consecuente con esa dialéctica que menciono, se trata de rechazar la premisa de esos dos caminos, e iniciar la observación de la cuestión sin separar, para no caer en una falsa oposición, y escapar de ese partidismo. Sobre todo, porque el mercado y la igualdad social, no son fines de la sociedad en su mismos, sino expresiones de las dinámicas de esta.

Esa desviación del pensamiento de aislar formalmente y contraponer -aunque se ajuste a un modelo kantiano- no responde a la formación kantiana de quienes formulan tal antagonismo –aunque la reproduzcan  inconscientemente-, sino a lo que  identifican por mercado, o mejor dicho, “libre mercado”. Por eso, vayamos al grano.

Hay que señalar antes, que estas líneas van del mercado en el sector privado diferente del estatal, ya la forma mercantil también existe en la propiedad estatal.

Se piensa que el mercado es libre y esa libertad crea riqueza, pero lo hace generando desigualdad (ricos por un lado y pobres del otro). Pero, ¿cómo se hace rico el que lo logra? ¿En qué contexto, en abstracto? Sin incluir las respuestas a estas preguntas se estará hablando de mercado sin más, de un  mercado en cuanto tal, del “libre mercado”, del “puro mercado”.

Lo cierto es que nada es puro -no porque lo explique Hegel-, sino porque si miramos al mercado, este se da en un contexto social, político, moral, cultural, etc. Tal pureza solo tiene existencia en la abstracción, ya que existen en la sociedad todas esas dimensiones a la vez, y son inseparables. Por eso, ese puro mercado es -sin ofender- una auto-complacencia mental de algunos teóricos, que otros se han tragado como verdadera.

¿Está en algún lugar entonces aquel “libre mercado”? La noción del libre mercado, es la de un mercado que no es influenciado por nada, que está “puro”, y es un pensamiento que olvida el conjunto de reglas en las que el mercado cobra vida. Por ejemplo, un productor necesita normalmente que su producción esté autorizada legalmente a circular, y a través de la publicidad, que la gente conozca y se sienta atraída a su consumo.

Ilustrémoslo un poco. Miremos a la bandera del capitalismo: EUA. ¿A qué se dedican las grandes empresas, solo a ese “puro y libre mercado”? En realidad gastan mucho dinero en publicidad, porque necesitan llevar el producto a la sociedad. También hacen lobby para comprar políticos y otros  mecanismos ya conocidos, porque necesitan un sistema legal y la superestructura que los respalde. Entonces ese “puro mercado”, tiene que ir a lo social, lo político y demás, para poder garantizar su reproducción, es decir, la realización de los productos.

A quien le convienen las reglas del mercado (que ya vemos se crean desde afuera) como precios, subsidios, permiso de publicitar, control sobre las leyes, hacen abstracción de estas y hablan de libre mercado; y el que no se beneficia en ese marco, le suele dar por querer desaparecer al mercado, sin darse cuenta que lo que hay que hacer es cambiar las reglas de este. Lo que hace que el debate sobre el libre mercado, sea solo la lucha por conservar el ambiente del intercambio contra los que quieren cambiarlo.

En el caso de Cuba, entonces, ocurre que hemos venido construyendo un mercado en el sector privado desde hace varios, en el cual se crearon las reglas que favorecieron la desigualdad, que como todos, ni puro, ni libre.

Si hay personas en ese sector con altísimos ingresos (que no es necesariamente malo, sino solo un ejemplo), es porque nuestro sistema legal y su aplicación, las políticas económicas, y la cultura de consumo que se tienen en el país, lo han permitido. Es decir, han sido partícipe de ello.

Lo que no quiere decir, que de un día a otro se cambie el marco legal, y se ‘mueva” al mercado. Como ya mencioné, las separaciones solo tienen lugar en la mente, por tanto, ese mercado que puede ser cómplice de la desigualdad en Cuba, va acompañado de una moral, de una cultura, de lógicas de desenvolvimiento socioeconómicos y encadenamientos, de intereses ya creados, que no se desplazan mecánicamente al mover la cosificación de las leyes sociales: su forma legal.

Ese mercado fomentador de desigualdad hoy (que no es el único que lo hace), es el “monstruo” que nosotros mismos hemos creado, y cumple una función social a veces compatible con los intereses nacionales. Es el niño malcriado que comienza a dar problemas a los padres, pero que pudo ser evitado con la educación requerida: si en un país subdesarrollado donde los tipos socioeconómicos se dan anómalamente, se hubiese abierto curso a un mercado con un análisis de las reglas en las que se iba a insertar, y como construir estas en beneficio de la nación.

Tal vez cuando aprendamos que el mercado no es un mal necesario, sino simplemente necesario, resultado de la evolución social y como resultado de esta no puede escapar de su entorno, se comience o se mejore una política, en la que se le de un uso más racional. Después de todo, las transformaciones económicas en la Revolución, se hicieron para que el mercado (laboral, estatal, privado, monetario, etc) no continuara generando las desigualdades de aquel mercado que favorecía principalmente al capital extranjero y la burguesía nacional.

Las sociedades construyen las condiciones para generar el mercado que les sea orgánico a sus intereses (normalmente a las élites dominantes). Donde ha generado desigualdad, es porque así era necesario para quien lo impuso. En otros casos, donde el interés es por el bienestar social -aunque los menos-, han construido el mercado a lo interno en función de ello.

Evidentemente en Cuba se busca el bienestar social, pero si el mercado ha generado lo contrario, ha sido por su manejo torpe. Los que han avanzado en sus objetivos con su uso interno, no es que sean mejores sino que no se tragaron el cuento de que es libre y puro, sino que en realidad puede generar o no desigualdad. Solo hay que escoger para qué usarlo, y saberlo hacer.

22 diciembre 2018 9 comentarios 448 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

¿Socialismo sin acumulación?

por Consejo Editorial 10 diciembre 2018
escrito por Consejo Editorial

Si bien escribí sobre la imposibilidad de concebir un sector capitalista cubano sin reproducción ampliada o acumulación capitalista, tampoco puede existir economía socialista a partir de una reproducción simple o parcial. Quizás alguien piense que en medio del bloqueo norteamericano, el de la burocracia y El Niño, Cuba no puede crecer; y hasta pudiéramos darnos por satisfechos con lograr una reproducción parcial que nos permita subsistir; pero lo cierto es que sin crecimiento económico no hay socialismo posible.

Ambos modos de producción requieren ampliarse constantemente, aunque los argumentos ecologistas han puesto en entredicho la vieja definición de la ley económica fundamental del socialismo como: la satisfacción de las necesidades siempre crecientes de la sociedad mediante el crecimiento ininterrumpido de la producción. El agotamiento de los recursos naturales y el calentamiento global demuestran que el consumo tiene que racionalizarse en todo el mundo, pues la Pacha Mama no es un barril sin fondo.

En el caso cubano, el problema del subdesarrollo agudiza la necesidad del crecimiento, por lo que es hora de encontrar soluciones endógenas a la cuestión del ahorro productivo, un problema que no puede esperar a que llegue un gobierno a la Casa Blanca que elimine el bloqueo, o a que a los chinos les dé por invertir masivamente en Cuba.

Realmente me preocupa la reproducción en general del sector socialista, no solo la ampliada. Nunca oigo hablar del empleo por las empresas de los fondos de reposición del capital fijo, o activos fijos tangibles. Tal parece que la reproducción simple tampoco se prioriza. ¿Será por eso que los mantenimientos casi nunca se efectúan en tiempo, y que la renovación de los equipos, los combustibles y las materias primas se vuelven un problema aunque la empresa sea costeable financieramente?

Esto me recuerda la pregunta que me hizo un alumno de inquietas neuronas: “¿el trabajo de los obreros en las empresas socialistas también crea valor, o eso solo ocurre en el capitalismo?”. Rememoré aquel instante cuando supe lo que ya se informa oficialmente: la economía cubana solo crecerá un 1% en el 2018.

Busqué mi bitácora personal -el planificador de mi cell convertido en diario- y constaté que este año no nos afectó ningún ciclón, terremoto, sequía aguda ni cataclismo de ningún tipo. Las torrenciales lluvias de mayo llenaron las presas de todo el país para el resto del año. Recordé que numerosos colectivos obreros desfilaron por la TV haciendo gala de sus resultados, miles de caballerías fueron sembradas –y espero que cosechadas, aunque esa parte no recuerdo haberla visto–. Las formas no estatales pagaron sus impuestos; los médicos, informáticos y científicos crearon producciones y servicios de alta tecnología y se sucedieron los reportes de las nuevas inversiones efectuadas en el turismo, ETECSA y otras ramas.

A punto estuve de llegar a la misma conclusión que mi alumno, porque: ¿adónde fue a parar todo el nuevo valor creado por los millones de trabajadores cubanos: obreros, campesinos, científicos, trabajadores de la educación y la salud, deportistas, TCP, artesanos y artistas durante este año?

Este magro resultado macroeconómico solo puede interpretarse como que, o bien hubo grandes pérdidas en la gestión económica por causas no explicadas, o las nuevas inversiones de casi 500 millones anunciadas para el año, más todo lo que entró por la inversión extranjera vía remesas, solo ampliaron en un 1% nuestro PIB, algo inconcebible para un proceso inversionista de esta magnitud en una economía de mediana escala como la cubana.

Constantemente se repite que la falta de fondos de inversión lastra el posible crecimiento económico, pero si ya la mayoría de las empresas estatales son rentables y los gastos del estado se han contraído con el adelgazamiento de los subsidios a las empresas y a la población, el paso de miles de trabajadores al sector no estatal y el ahorro de fondos de la reserva ante el benigno estado del tiempo: ¿qué más hace falta para que pueda crecer el PIB aunque sea un 2%?

Lo que debe estar claro para todos es que, tal y como ocurre en los negocios capitalistas, una parte de las ganancias de las empresas socialistas han de pasar a engrosar el ahorro productivo. Ellas son la fuente principal para la acumulación socialista y la renta nacional no se puede seguir gastando por el Estado sin apenas dar cuenta pública de sus gastos en el pago de compromisos internacionales que no sabemos cómo se originaron ni fueron gastados.

Es ilógico el desprecio por el mercado interno cubano. No puede ser que los médicos produzcan miles de millones de dólares en el exterior y ninguno en Cuba, como si no hubiera un presupuesto de salud; o que el sabroso daiquirí de un cantinero cubano tenga valor si se lo toma un turista foráneo y ninguno si lo hace un cubano que lo paga en CUP, en el bar de la esquina, al cambio de la CADECA.

Con estas contradicciones en el registro y ponderación del manejo económico nunca habrá acumulación socialista, ni fondos de reposición, ni mantenimientos, ni crecimiento. Si los valores creados por los trabajadores cubanos se esfuman estadísticamente, o no se explica al pueblo su utilización de manera pública y transparente por las autoridades competentes digo como Hamlet: “algo no anda bien en Dinamarca.”

10 diciembre 2018 20 comentarios 427 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

Nuestro subdesarrollo

por Consejo Editorial 7 diciembre 2018
escrito por Consejo Editorial

El subdesarrollo que vivimos es evidentemente un fenómeno de causas exógenas. Lo que no quiere decir que tengamos además que construir un subdesarrollo irresponsable, desde adentro. Le digo así, porque no se le puede llamar de otra manera a los resultados de los errores (evitables) que se cometen en el manejo de la economía. Ejemplos sobran.

A la hora de procesar la inversión extranjera, hay largos periodos que se tarda en dar respuesta a inversionistas, y con ello contribuye a restar un potencial atractivo al país a los ojos de ese capital extranjero- del que ahora está de moda hablar-. Y eso no es positivo, pero si solucionable.

La importación torpe y con intencionalidad clasista continúa, y es otra muestra. Se siguen viendo en las tiendas unos productos claramente importados, que en ocasiones son malos, que responden a patrones de consumo que no se ajustan con el nuestro (comidas chatarras asociadas al consumismo) y que muchos tienen precios asequibles solo por ricos y clases medias; a la par que escasean otros que satisfacen necesidades a sectores de menos ingresos ¿Quién importa? ¿No compra en nuestras tiendas esa persona?

También se le pone freno a la gestión empresarial nacional, -privada o estatal, no importa-. La primera, ya sabemos, ida y traída, con un marco regulatorio complicado y extraño, donde su actividad y la forma específica en que se realiza se ven limitadas por políticas –con mala suerte, irracionales- que vienen de arriba, y que incluso a veces llegan a ir contra la propia ley. Pero también está la pobre -y al parecer olvidada ahora- empresa estatal, atada en sus precios, inversiones, estructuración, etc.

Todo ello, por no mencionar la interminable reclamación de la ruptura del ciclo del productor agrario y acopio donde se pierden siempre cosechas.

De seguro se encuentran muchos más casos que llenarían una larga lista de condicionantes  de nuestro subdesarrollo irresponsable, que por cierto, no es algo intrínseco del socialismo, ni de la planificación; y que las desproporciones que genera, pueden ser un catalizador de situaciones adversas para el modelo cubano.

Esa compra de productos innecesarios no es algo ocasionado propiamente por el bloqueo, sino una cuestión de decisiones que se toman, que representa un gasto de divisas-esas que tanto necesitamos y que no tenemos-, y que pudieran ser aprovechadas en comprar una mayor cantidad de esos bienes que se pierden. En una economía donde cada divisa cuenta, esto es algo de mucha importancia.

Es sabido que el mercado mundial puede ser cruel con los países más débiles, pero si vamos a interactuar con él, debemos saber negociar, en función del beneficio propio y de lograr esa inversión foránea.

De la sobreproducción capitalista -aun cuando sea en los marcos del bloqueo- debemos comprar para el mercado interno lo que haga falta, con sentido de la realidad, para mejorar, no para llenar estantes.

¿Cómo pueda nuestra economía avanzar si su tejido empresarial,  si su célula fundamental no puede moverse libremente (al menos más autónoma)? Si se le suma lo relacionado con la inversión extranjera: ¿con que se impulsará el despegue productivo que necesitamos? Así no desarrollaremos las fuerzas productivas. Su efecto se ve en la misteriosa productividad empresarial.

En un momento económico como el que se atraviesa, no son desapercibidos socialmente ni las fallas del aprovechamiento de nuestras capacidades, ni sus consecuencias.

Sabiendo que se pueden hacer mejor las cosas, y que los mismos esquemas de actuación al repetirse no suelen dar resultados diferentes, tal vez debamos revisarnos en cómo se deciden las políticas económicas, cómo se discuten propuestas ministeriales, cómo planificamos y otras tantas prácticas ya deformadas; y de seguro dejaremos de construir un subdesarrollo irresponsable, ese fenómeno de un subdesarrollo que no  es consecuente con su situación, y se da el lujo de no hacer las cosas lo mejor posible.

Nota: Subdesarrollo irresponsable fue una expresión utilizada en contexto similar por el marxista Ernest Mandel, para una URSS que administraba centralmente mal sus recursos. Ver Mandel, E. (1996). El derrumbe de la URSS. Revolucionarios .

7 diciembre 2018 34 comentarios 1,1K vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

¿Capitalismo sin acumulación?

por Consejo Editorial 4 diciembre 2018
escrito por Consejo Editorial

Aunque el proyecto de constitución reconoce la propiedad privada burguesa, obstaculiza su propia naturaleza. Si bien la definición que se hace de ella en el artículo 21 –“la que se ejerce sobre determinados medios de producción, de conformidad con lo establecido”- es tan ambigua que pudiera servir también para cualquier otra; es en el siguiente donde se le niega el pan y la sal: “El Estado regula que no exista concentración de la propiedad”.

El absurdo radica en que la propiedad capitalista solo se reproduce de manera ampliada mediante la llamada acumulación capitalista, proceso de conversión de una parte de la plusvalía en nuevo capital. Tal expansión perpetua es lo que permite el crecimiento incesante de las fuerzas productivas en ese régimen mientras que, al unísono, provoca la destrucción insaciable de la naturaleza y de gran parte de lo producido en pos de la obtención de mayores ganancias.

Fue este el as que llevó al triunfo del capitalismo ante otros modos de producción donde predominaba la reproducción simple o parcial, como el esclavista o el feudal. Creer que en Cuba podrá legalizarse un sector capitalista sin que pueda ampliarse incesantemente es como querer enseñarle a un tiburón que deje de nadar tras sus presas.

Lo peor es que este postulado constitucional no es un capricho de la comisión de los 33, sino un reflejo fiel de la política de contención que el gobierno aplica hacia todo el sector no estatal. Analicemos algunos hechos económicos de nuestro entorno actual y apreciaremos los desbarajustes a los que tal enfoque nos está conduciendo en campos y ciudades.

Los campesinos cubanos son todos propietarios de nivel alto o medio gracias a las leyes de reforma agraria y las entregas de tierras en usufructo. Como clase, están más cerca de los antiguos kulaks rusos que de los actuales sem terra brasileños. No obstante, su producción está subordinada a un plan que le impone el MINAGRI y a las veleidades del acopio estatal, verdadero agujero negro que destruye más de lo que lleva al consumidor final.

Las posibilidades de decidir sobre su producción por estudios de mercado, capitalizar sus ganancias en industrias transformadoras, comprar insumos en el exterior, o comercializar sus producciones en el mercado libre le están vedadas por una legislación agraria inapelable ante la justicia ordinaria.

Sus parientes del joven sector capitalista urbano están aún peor. Hasta parece un milagro conjunto de varias religiones cubanas que este sector pueda ser rentable. Sin mercado mayorista que lo abastezca ni créditos favorables, con mínimos encargos estatales y atenazados por incontables trabas, prohibiciones e insaciables inspectores, todavía se las arreglan para competir ventajosamente con sus homólogos estatales.

A siete años de su implementación nadie dice cuál es la magnitud total de las inversiones hechas en el sector, aunque se sabe que les ha entrado una buena cantidad de financiamiento a través de las remesas. A falta de informes oficiales, la mayoría de los cubanistas coinciden con la Economist Intelligence Unit de la CIA en que entre un 30 y un 50% del total de las remesas se emplea como capital. Estamos hablando de más de 500 millones de USD por año, cifra que supera con creces el monto total de inversiones declarado por el Estado.

Además de la recepción de inversión extranjera directa, también tiene otras ventajas sobre las empresas estatales,  entre ellas: la libre comercialización en la doble moneda, disponer de la mejor fuerza de trabajo y los nexos inconfesables con el mercado negro.

Si en todo este lapsus los negocios han sido rentables, me pregunto: ¿cuánta ganancia se ha acumulado en estos años?; si los dueños no la han podido invertir en Cuba por las limitaciones existentes ¿a dónde han ido a parar esos fondos de inversión?; ¿será que junto al monto principal y los dividendos de los remesistas/inversionistas ha estado fluyendo hacia el extranjero capital cubano?, ¿o será que se desvía hacia la economía sumergida?, esa que todos sabemos que existe a gran escala aunque no se hable de ella en público.

Mención aparte para el sector del capitalismo de Estado. Aquí rige el secreto más tremebundo. Ni las empresas del holding militar GAESA, las asociaciones de capital estatal-transnacional, las empresas cubanas en el exterior, o los negocios de capital extranjero 100%, rinden cuentas públicas de su gestión, del total de sus ganancias, ni del capital que reinvierten en la economía cubana. Pareciera que este sector no es parte de la economía nacional, sino una sección enajenada de la que los cubanos de a pie no tenemos derecho siquiera a disponer de información fidedigna.

Lo cierto es que el capital cubano, originado por el trabajo de nuestros proletarios y obtenido por nuestros pequeños y medianos capitalistas, tiene constreñida por ley el reproducirse de manera ampliada. Reconocerlo y autorizarlo para circunscribirlo a una reproducción simple, propia de una aldea feudal, no parece eficaz ni eficiente. De todas formas, él está ahí, perseverante y pujante, y hoy por hoy es la forma más expedita de burlar el bloqueo yanqui al ser el único receptor cubano de capital productivo proveniente de las entrañas mismas del imperio.

4 diciembre 2018 9 comentarios 849 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

¿La gallina o el huevo?

por Consejo Editorial 23 noviembre 2018
escrito por Consejo Editorial

Cuando escucho al secretario de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) decir que no se implementará una reforma salarial hasta que los obreros sean capaces de crear mayor cantidad de riqueza, recuerdo a Marx cuando alertó: “la manera cómo se presentan las cosas no es la manera como son; y si las cosas fueran como se presentan la ciencia entera sobraría”.

Hace tres años escribí bastante al respecto, pero muy poco ha cambiado desde entonces.[1] La complejidad del problema amerita responder a dos preguntas:

  • ¿Cómo es que el Estado-comerciante considera justo subir los precios de bienes y servicios, antes subsidiados, para recuperar los costos y obtener elevadas ganancias donde antes obtenía pérdidas por gratuidades indebidas, mientras posterga indefinidamente el derecho de los trabajadores a cobrar un salario acorde al incremento del costo de la vida?
  • Si no se trabaja más y mejor porque el Estado-empleador no paga salarios estimulantes, y este dice que no lo hace porque se dispararían los precios de las mercancías en una creciente espiral inflacionaria, estamos entonces ante una aporía sin solución en los marcos socialistas, al estilo de: ¿quién fue primero: la gallina, o el huevo?

Esa justificación patronal –en Cuba, también sindical− para no subir los salarios es tan vieja como el capitalismo. Marx demostró en El Capital que es falsa. El patrón no le adelanta dinero al obrero para que produzca, sino que es el obrero el que vende a crédito su fuerza de trabajo para cobrar después que el capitalista haya vendido el producto y recuperado la parte correspondiente al salario.

En las condiciones de la transición socialista no es honesto referirse a la fuerza de trabajo de los trabajadores si no es para considerarla como una mercancía que se compra y se vende en el mercado de trabajo a partir de la Ley del Valor. Los criterios para determinar su precio (salario) deben ser: el costo de la canasta básica; la cantidad y calidad del trabajo que aporte cada uno al producto final y la demanda efectiva de ella en las diferentes ramas de la economía.

Tampoco puede concebirse al salario mínimo como equivalente solo al valor de la canasta básica, porque somos personas del siglo XXI, no bueyes. Marx hablaba del mínimo físico “regulado por una ley natural”, pero añadía que el valor real de la fuerza de trabajo “no solo depende de las necesidades físicas, sino también de las necesidades sociales históricamente desarrolladas, que se convierten en una segunda naturaleza”.[2]

En la práctica económica mundial existe consenso en cuanto a los requisitos del añorado salario justo: estar de acuerdo con la clase de trabajo que se realiza; ser suficiente para cubrir las necesidades fisiológicas y psicológicas de los trabajadores y sus familias (comida, ropa, vivienda, educación, ocio, etc.); estar unido al rendimiento en el trabajo; ser similar a los de otras empresas de la misma localidad para los mismos trabajos; y estar ligados al resultado económico de la empresa, así como participar de sus beneficios.

A tenor con ello, la política salarial también debe compensar los aumentos del  nivel de vida de manera equitativa, de tal forma que, en la misma medida que los costos van subiendo a lo largo del tiempo, también se eleven los salarios de los trabajadores.

Por lo general, estas acciones se basan en una subida de sueldo anual teniendo en cuenta el costo de la vida, a partir de la subida del índice de precios al consumidor. De modo tal, el trabajador no se sentirá desamparado al percibir que, haciendo el mismo trabajo, cada vez tiene acceso a menos bienes y servicios ya que todo es más caro.

No aceptar estas verdades elementales en la teoría y la praxis económica conllevó a que el salario se convirtiera en una caricatura y no cumpliera con su función elemental de estimulación. Esto potenció un rosario de calamidades económico-sociales, tales como: baja productividad e intensidad del trabajo; crecimiento de la pobreza absoluta y relativa;  hurto y malversación de los bienes estatales; doble moral; disminución de la tasa de natalidad por debajo del nivel de reproducción de la población; migración interna de profesionales altamente calificados hacia ocupaciones de menor complejidad en ramas con más posibilidades de realización económica, como el turismo y el TCP.

La desmotivación salarial actúa como una fuerza centrífuga que provoca la llamada emigración económica, verdadera diáspora de trabajadores cubanos, sobre todo jóvenes y técnicos de alto nivel, que se van a cualquier lugar del mundo ─haya o no Ley de Ajuste Cubano─ en pos de salarios más justos.

La aplicación de una reforma salarial sería inútil sin el estímulo al mercado interno, que debería ser el escenario natural para la realización de las mercancías pero que hoy está tan vilipendiado que los empresarios piensan primero en exportar que en abastecer a su propio pueblo.

El Estado comerciante debe acabar de resolver el problema del abastecimiento al mercado interno, o dejar que otros lo hagan. Para ello tendría que gastar más en importar bienes de consumo y fomentar la producción nacional. Mas, lo primero sería aplicar precios acordes a la demanda efectiva, no a los caprichos de una absurda política comercial, más interesada en expoliar a los consumidores ocasionales que en vender grandes volúmenes de bienes y servicios que hagan crecer la economía.

[1]“Rousseau, Marx y Braudel en la actualización económica cubana” (Mención de Honor en el concurso de ensayos Temas 2015). Temas No. 87-88, julio-diciembre, pp.119-128.

[2]El Capital, t.3, cap. L.

23 noviembre 2018 45 comentarios 463 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

La propiedad privada bajo el reflector

por Consejo Editorial 22 noviembre 2018
escrito por Consejo Editorial

Desde hace ya bastante tiempo, el tema de la propiedad privada es uno de los que sacan chispas en el debate público cubano. Lo cual es comprensible, si se tiene en cuenta que vivimos en un país que en su momento declaró como un objetivo la eliminación de la propiedad privada sobre los medios de producción. El papel que puede tener esa forma de propiedad en la vida económica de la nación, el desarrollo que puede o no acompañarla, las consecuencias sociales de su expansión, son asuntos que nos conciernen a todos directamente. Es por eso que vale la pena poner la atención de nuevo sobre la propiedad privada, para encontrar las escurridizas respuestas.

Lo primero que hay que decir es que hay mucha confusión y pánico absurdo en lo referido a la relación entre propiedad privada y capitalismo. Son muchos los que asocian una cosa a la otra mecánicamente, llevados por su falta de comprensión y prejuicios. Ciertamente, la propiedad privada, el mercado y el capitalismo conforman en la sociedad moderna una constelación, pero no son necesariamente incluyentes los unos de los otros. Desde tiempos antiguos hubo propiedad privada, desde el momento en que el desarrollo de las fuerzas productivas favoreció la división del trabajo y surgió un excedente del que se pudieron apropiar las clases dominantes. El mercado surgió como una manera en que las personas pertenecientes a unidades económicas aisladas entre sí podían intercambiar sus productos, convirtiéndose en parte de una misma totalidad económica.

El capitalismo, por su parte, aunque presupone la existencia del mercado, es un sistema en el que la propiedad privada sobre los medios de producción adquiere una cualidad muy particular. Allí, los productores son apartados masivamente de los medios de producción, los cuales se concentran en las manos de aquellos que poseen además el capital. Los productores enajenados, no encuentran otro camino para sobrevivir que vender su fuerza de trabajo al capitalista, para que este pueda así obtener plusvalía y acrecentar su capital. En este sistema, la acumulación de capital (en sus diferentes formas) se convierte en la relación social fundamental que define el modo de producción. No solo es la principal relación económica, sino que es la principal vía para la acumulación de poder y para la construcción de significado.

Como puede verse, las relaciones y las diferencias son muy fáciles de identificar. Del mismo modo, puede entenderse cuál es el camino que lleva más allá del capitalismo. No se trata de eliminar la propiedad privada, sino de eliminar la acumulación de capital como relación fundamental de la sociedad. E incluso no basta con tener claro el aspecto negativo de la cuestión, sino que también es necesario plantear el lado positivo, es decir, la necesidad de crear un nuevo sistema de relaciones económicas que tomen el papel central. Para que la transición al socialismo pueda tener una posibilidad de éxito, no basta con crear formas políticas comprometidas con el socialismo, sino que es necesario construir formas económicas socialistas que generen la nueva sociedad “desde la base”.

Para que haya socialismo es necesario, sí, que exista un Sector Social de la economía, en el que se desarrollen formas de economía que favorezcan la solidaridad y la cooperación. Estas formas no deben incluir la propiedad privada, pues ella pertenece completamente al pasado, posee una carga de desconexión y autosuficiencia que es contraria a una producción basada en la planificación solidaria. Pero eso no quiere decir que el Sector Social deba necesariamente estar conformado solo por empresas estatales, ni que la planificación deba ejecutarla el estado.

Históricamente, los sistemas de planificación central estatal han generado sociedades con fuertes jerarquías y asimetrías de poder

El tipo de economía que desarrolló la Unión Soviética, y que desgraciadamente ha sido considerado por muchos como el modelo de socialismo, ciertamente no puede ser llamado capitalista, pero solo puede ser considerado socialista de un modo muy limitado, algo así como una forma embrionaria que en su imperfección se queda por debajo de las más modestas expectativas.

Para hablar de una transición al socialismo realmente sólida, la sociedad debería experimentar con formas de propiedad verdaderamente socializadas, en las que los productores se sientan dueños de los medios de producción. Puede tratarse de cooperativas, que deben ser verdaderas cooperativas, pero también de empresas públicas en las que exista un principio de democracia obrera. Se le debe dar todo el poder a las Asambleas de Trabajadores. La planificación, tanto de la producción como de la distribución, debe hacerse sobre la base de un diálogo nacional, en la que participen por supuesto la vanguardia política y los representantes del gobierno, pero también los sindicatos y toda la masa de los trabajadores.

La planificación tiene que ser un diálogo, basado en la horizontalidad y donde todas las propuestas tengan un carácter vinculante

Ahora bien, la existencia de ese Sector Social no significa que deban desaparecer totalmente las formas tradicionales de propiedad y gestión económica. Los experimentos sociales son estimulantes y necesarios, pero hay mucho que no sabemos sobre nosotros mismos los seres humanos, y la economía es algo de mucho impacto sobre la vida de las personas. La existencia del mercado y de relaciones mercantiles, de un modo subalterno, puede ayudar a llenar los espacios vacíos de la realidad económica que el Sector Social no logre abarcar. Muchas personas pueden desarrollar su vida dentro de esos espacios.

Del mismo modo, puede ser válida la existencia de una empresa privada, que acumule capital sobre la base del trabajo asalariado, siempre y cuando su acción sea tenida en cuenta dentro de la planificación consciente que lleve a cabo la totalidad del pueblo. Justamente la existencia de un Sector Social hegemónico impide que la acumulación de capital se convierta en la relación fundamental de la sociedad, así como ayuda a mitigar los posibles efectos sociales negativos de la explotación. Su presencia puede constituir un problema para la sociedad socialista, es cierto, pero también puede brindar ciertos beneficios estratégicos.

Es necesario recordar que vivimos en un mundo capitalista, por lo que no podemos desvincularnos completamente del lenguaje de la economía mundial, que es el lenguaje de las inversiones, los créditos, las divisas, etc. Contar con un sector privado (incluyendo empresas mixtas) pudiera servir para mantener una puerta abierta hacia el viejo mundo, una vía a través de la cual pudieran entrar financiamientos y tecnología que estuvieran fuera del alcance de nuestras empresas socialistas. Por otro lado, no se puede dejar de reconocer el estímulo a la creatividad que en ciertas condiciones permite la iniciativa privada.

El socialismo, para desarrollarse, puede aprovechar la inventiva y la tenacidad constructiva sin importar de donde estas vengan

El Sector Social debe predominar, pero lo mejor es poseer un complejo sistema en el que cada forma de propiedad aporte algo al conjunto de la economía. En otro lugar, he dicho que debemos pasar de la lógica de la dictadura del proletariado a la lógica de la república socialista. Eso significa que, aunque lo social sea priorizado, no se puede estigmatizar a aquellas personas que practiquen formas tradicionales de economía. Se trata de un equilibrio difícil de lograr, pero que es fundamental para la salud republicana de nuestra sociedad. Ese es el principal reto que plantea para nosotros los socialistas la aceptación de la propiedad privada: ejercer la hegemonía respetando al mismo tiempo la dignidad absoluta de cada persona.

22 noviembre 2018 50 comentarios 444 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

La fiesta del Guatao

por Consejo Editorial 20 noviembre 2018
escrito por Consejo Editorial

El fenómeno de la propiedad privada ocupa a muchos hoy. Diversas voces se alzan, para en su nombre pedir el mercado mayorista. Este, puede que en determinados contextos no genere el efecto deseado.

Como la economía tiende a ser una ciencia ahistórica, basada normalmente en lógicas trascendentales, las cuales confunden mucho, propongo pensar en un caso hipotético para que ayude a ilustrar esto. Así, que de la misma manera que algunos libros de macroeconomía y microeconomía exponen sus puntos a partir de ejemplos sencillos, podemos hacer lo mismo aquí.

Imagínese una comunidad no céntrica de cualquier zona de la capital o de cualquier ciudad de otra provincia, con apenas mil habitantes, y que depende del transporte público para su desplazamiento. En los alrededores, digamos 4 cuadras a la redonda, hay una única cafetería. En ella, se venden nuestras típicas pizas, refrescos gaseados, dulces y panes.

Como su dueño es un compañero honesto y comprometido con el orden, compra el pan y la masa de piza en la panadería; el tomate y el queso en el agro-mercado estatal, el refresco en la pipa que va a la comunidad; y los dulces, bueno, se los compra a alguien en el cual confía en su honestidad.

Con esas condiciones, su cafetería es rentable, y da buenos ingresos. Todos los días en las mañanas compran los padres de los niños la merienda para la escuela, otros desayunan, en fin, tiene su utilidad social. Ofrece buen servicio, por lo que además de ser la única cafetería, vende bastante, aunque ciertamente no satisface la demanda de la comunidad, y ya a las 5 de la tarde cierra porque se quedó sin productos para vender.

Si de pronto, gracias a un mercado mayorista, su dueño puede comprar todo lo mencionado antes a mitad de precio, su rentabilidad se multiplicará. ¿Cuál sería el comportamiento normal de esta persona  con su política de precios?

En su sano juicio, como sabe que tiene la única cafetería, entiende que no debe bajar los precios, si de todos modos, todo el mundo le comprará. Este dueño, a nivel de la comunidad, ejerce como productor una posición de monopolio, así que se impone.

Con sus precios de venta iguales y menores costos, sus ganancias y rentabilidad aumentarán significativamente; no por un aumento de su esfuerzo, sino simplemente por una reconfiguración de las reglas de juego en su favor.

Ante esta respuesta del dueño, las autoridades -y con la queja de consumidores que conocen la facilidad que este posee para adquirir sus insumos-, pudieran topar los precios o subirle los impuestos. Los primeros harán que su cafetería siga siendo rentable, al menos desde un punto de vista meramente contable. Sin embargo el dueño, en el ejercicio del criterio, considera a sus restricciones un costo de oportunidad, por lo que cree que son pérdidas que está teniendo. En esa lógica, al compararse con los condiciones antes de que se le aplicarán esas políticas, piensa que ya no le da negocio, por tanto, en esas circunstancias prefiere parar la cafetería.

Así, decide cerrar. Como era la única cafetería, la demanda que suplía ahora queda insatisfecha, y la función social que cumplía se ve afectada. Con ello, se puso límite a un enriquecimiento-que no tiene que ser malo- que la propia política económica estimuló, se dejó sin oferta a la población de esa comunidad, y desapareció una fuente de cierta riqueza. Ahora, ni dinero para el dueño, ni oferta para la gente, ni cobro de impuestos para redistribuir. Circunstancia esta, claro, que no tiene que ser una regla, pero que no es ajena a nuestra realidad.

La cuestión es que con  este ejemplo, se muestra cuál puede ser uno de los posibles escenarios dado un mal manejo del mercado mayorista. Este es necesario, pero cuando se trata de sociedad, nada es automático, y en cada contexto, los resultados pueden ser diferentes. Por eso, si su objetivo es mejorar la calidad de vida de los ciudadanos de a pie, debe mirarse bien no vaya a ser que solo beneficie a los privados, o que termine -como en el ejemplo descrito- como la fiesta del Guatao.

20 noviembre 2018 30 comentarios 449 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • …
  • 26

Ayúdanos a ser sostenibles

Somos una organización sin fines de lucro que se sostiene con donaciones de entidades e individuos, no gobiernos. Apoya nuestra independencia editorial.

11 años en línea

11 años en línea

¿Quiénes Somos?

La Joven Cuba es un equipo de investigación y análisis político que trabaja por un país justo, democrático y sostenible. Con una plataforma digital y un equipo especializado en el análisis de la realidad cubana, aspiramos a ser punto de enlace entre la sociedad civil y los decisores, mediante la investigación y la generación de conocimiento sobre la aplicación de políticas públicas.

@2021 - Todos los derechos reservados. Contenido exclusivo de La Joven Cuba


Regreso al inicio
La Joven Cuba
  • Inicio
  • Quiénes Somos
    • Historia
    • Nosotros
    • Consejo Asesor
  • Grupo de Estudios
    • Libros
    • Dossiers
  • Contacto