La Joven Cuba
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2017

Contenidos con fecha 2017

Disonancia

por Alina Bárbara López Hernández 17 septiembre 2018
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Una buena orquesta debe lograr la armonía o correspondencia de todos los instrumentos musicales. De lo contrario, el resultado será la disonancia. El verbo disonar significa: “Sonar desagradablemente. Discrepar, carecer de conformidad y correspondencia algunas cosas”.

Nuestro proyecto constitucional se asemeja a una agrupación musical que en los primeros ensayos aún no encuentra su armonía. Para ayudar a la búsqueda del sonido ideal estamos convocados todos los ciudadanos de la Isla, y más, por vez primera también todos los cubanos dondequiera que residan.

Cada artículo de la constitución debe ser claro y preciso, pero ello no es suficiente. El articulado, visto en sistema, debe relacionarse de manera lógica, coherente y absoluta. De lo contrario existirán derechos reconocidos por un lado y no protegidos por otro. Me referiré a uno de los casos en que se manifiesta tal disonancia.

Veamos el artículo 1, que expresa:

“Cuba es un Estado socialista de derecho, democráti­co, independiente y soberano, or­ganizado con todos y para el bien de todos, como república unitaria e indivisible, fundada en el traba­jo, la dignidad y la ética de sus ciu­dadanos, que tiene como objetivos esenciales el disfrute de la libertad política, la equidad, la justicia e igualdad social, la solidaridad, el humanismo, el bienestar y la pros­peridad individual y colectiva”.

Observemos que se declara como uno de los objetivos esenciales de la república el disfrute de la libertad política.

Por su parte, el artículo 59 expresa que “El Estado reco­noce, respeta y garantiza la liber­tad de pensamiento, conciencia y expresión”.

Aquí hay una diferencia, pues no se menciona la libertad política, aunque pudiera aceptarse que las referidas libertades de pensamiento, conciencia y expresión, son ingredientes significativos de la libertad política.

Sin embargo, el artículo 40 nos dice: “Todas las personas son iguales ante la ley, están sujetas a iguales deberes, reciben la misma protección y trato de las autorida­des y gozan de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin nin­guna discriminación por razones de sexo, género, orientación sexual, identidad de género, origen étnico, color de la piel, creencia religiosa, discapacidad, origen nacional o cualquier otra distinción lesiva a la dignidad humana”.

Apreciemos que entre los derechos, libertades y oportunidades que reciben la protección de las autoridades y que no pueden ser objeto de discriminación se omiten las creencias políticas y ni siquiera se menciona la ideología política.

Esta incongruencia no puede ser justificada por ningún argumento. Todas las ideologías deben tener igual protección ante la ley, más si el propio artículo 1 reconoce su disfrute como uno de los objetivos de la República.

Dicha exclusión ha sido una práctica en Cuba, la manida frase de que alguien tiene problemas ideológicos, equivale a que es considerada una persona poco confiable, casi un enemigo. Pero el nuevo proyecto, y el debate que este ha generado, es momento propicio para dirimir una cuestión tan importante y de tanto peso en la credibilidad de los que nos dirigen y en la imagen interna y externa de nuestro sistema político.

Para mantener esa extrema intolerancia en el campo ideológico siempre se ha esgrimido la tesis de que el Estado cubano debe protegerse de personas o grupos que reciben financiamiento foráneo para subvertir el orden interno. Que un Estado se resguarde es correcto, y es una práctica de cualquier sistema político. Lo hace EE.UU. ahora mismo cuando un fiscal especial indaga si en la campaña presidencial de Donald Trump hubo interferencia rusa para favorecerlo. Lo hizo Perú cuando invalidó al presidente Pedro Pablo Kuzinski por haber recibido apoyo financiero de una corporación brasileña. Lo hizo Cuba cuando denunció en 1968 el caso de la microfracción pro soviética, y lo ha seguido haciendo.

No obstante, ese derecho indiscutible a protegerse de agentes organizados y financiados desde el exterior se ha pervertido entre nosotros hasta convertirse en una cómoda manera de evitar críticas desde cualquier postura ideológica —de izquierda o de derecha—, hasta el punto en que hoy se escucha hablar de “mercenarios sin pago”, un dislate total que estandariza las opiniones políticas al estilo Busch de “los que no están conmigo son mis enemigos”, que tanto criticamos en su momento.

Es en ese sentido en el que resulta altamente sintomático que no se explicite en el artículo 40 la condena por discriminación ideológica. Tenemos uno de los órganos de seguridad del Estado más famosos del mundo, no le será difícil demostrar —con pruebas constatables, claro está—, un financiamiento exterior de otro país a personas o grupos para subversión política interna, si fuera el caso.

De modo que afinemos nuestros instrumentos y armonicemos la orquesta, que tras casi sesenta años ya no estamos en fase de ensayo.

17 septiembre 2018 80 comentarios 763 vistas
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El último día del año

por Consejo Editorial 31 diciembre 2017
escrito por Consejo Editorial

En el último día del 2017 no vamos a hablar de política en LJC. No vamos a estar en acuerdo o desacuerdo, no vamos a discutir ni siquiera amistosamente, vamos a felicitarnos mutuamente por estar juntos un año más.

En este blog nos hemos conocido muchas personas, hemos coincidido y discrepado a menudo, unas veces con sutileza y otras no tanto, pero en ese debate se ha formado una familia, se ha formado un colectivo en el que algunos se conocen y comparten opiniones a diario, mientras otros leen nuestros contenidos suscritos y nos hacen llegar sus opiniones por otras vías.

Les deseamos felices fiestas, que disfruten una buena comida cubana, lo pasen junto a sus seres queridos, empiecen el 2018 con buen espíritu y el pie correcto. Aprovechemos este artículo para contar nuestras experiencias en la festividad y felicitarnos unos a otros. ¡¡¡Nos vemos en el 2018!!!

31 diciembre 2017 19 comentarios 443 vistas
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Pare taxista

por Consejo Editorial 30 diciembre 2017
escrito por Consejo Editorial

Por: Lilibeth Alfonso Martínez

(Este texto publicado en Febrero 2017 fue de los más leídos en el año)

La gente pedía que el gobierno de La Habana hiciera y este hizo. Estableció, para los almendrones de la capital, rutas más cortas a cinco pesos. Los faculta la ley, y la necesidad real de cuidar de sus ciudadanos.

Pero el resultado no es el esperado, el que se suponía. Algunos lo sabían de antemano. Lourdes, una amiga de los años, no es adivina pero el mismo día de la medida vaticinó que las próxima semanas serían como son: una especie de huelga de almendrones a la cubana, con menos carros en la calle, y los que están, imponiendo sus propias reglas, portezuelas adentro.

En la calle, apilados en el parque El Curita, bajando Monte y tratando de adelantar por 23, la misma gente que pidió al gobierno hacer algo, ahora se queja.

“Antes me cobraban 20 pesos para llegar a mi casa, dice una mujer en la televisión, pero ahora no paran, y llevo horas aquí”, recalca, visiblemente molesta, acalorada.

No se sabe lo que es peor, me dice Lourdes. Yo, desde Guantánamo, prefiero no responder y escucharla, en el fondo, es lo único que quiere. Pero pienso. Es peor, realmente, cada vez que sale una medida de arriba que ni siquiera se molesta en valorar qué tienen que decir los escalones intermedios.

Pasó en los mercados, en cada momento en que alguna resolución intentaba poner límite a los precios, pasó el pasado año con los propios boteros de La Habana, que entonces se las ingeniaron para que la soga siguiera rompiéndose por el lado más débil.

Son buenas las intenciones, pero lo que cuenta es la práctica, que las personas que se quiere proteger, de los altos precios, de la especulación…, se sienta como tal y no como víctimas colaterales de un choque de trenes, por un lado el Estado y todas sus fuerzas, y del otro, el que tiene el medio y, por tanto, de él dispone.

La periodista pregunta a los boteros, y uno le dice que no da la cuenta dar los viajes por cinco pesos, y sugiere que se les rebaje el combustible o que se les pase la mano en los impuestos. Tienen sus exigencias: saben cuán importantes son para el transporte de la capital y tienen, técnicamente, también derecho a que se les atienda.

En otro espacio televisivo, una funcionaria del transporte da detalles de la medida y recalca que no es nueva, sino una readecuación de lo ya hecho, bien parapetada en sus argumentos. Y algo me dice que no es el último capítulo de esta historia.

Es, en todo caso, una ecuación compleja. Por un lado, el gobierno que tiene la ley, los cuerpos de inspectores, la policía…, pero no el transporte público suficiente como para abastecer todas las necesidades de la población, y del otro, el transportista privado, que tiene el carro “viejo pero que resuelve”, un sistema bien engrasado para conseguir el combustible más barato que en los CUPET, ayudantes, mecánicos, y torneros que hacen milagros ante la falta de piezas de repuesto. Estos últimos tienen, además, suficiente dinero acumulado como para plantarle, al menos por un tiempo, cara al Estado.

Uno, depende del otro, y viceversa, en  igual medida por lo menos ahora, en estas condiciones. Quizás, si mañana circularan ómnibus suficientes, si los boteros fueran una apuesta de más confort pero no una  necesidad, el dominó sería diferente.

Es, o al menos debería ser un pacto. En otras circunstancias, han funcionado los acuerdos, las partes cediendo en pos de un resultado común. Funcionó en  Santiago de Cuba cuando un consenso inteligente logró que se legalizaran la gran mayoría de los motoristas –si en La Habana, los almendrones son el transporte alternativo predilecto, en Santiago son las motos.

Pudiera funcionar ahora. Aplicar la fuerza, halar cada cual para su lado, lo único que logrará es que nada, y sobre todo, nadie, pueda llegar a ninguna parte.

30 diciembre 2017 2 comentarios 384 vistas
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Fotos de Cuba que no quieren publicar

por Consejo Editorial 29 diciembre 2017
escrito por Consejo Editorial

Por: Osmany Sánchez

(Este texto publicado en Mayo 2010 fue uno de los más leídos en el 2017)

Alguien que se hace llamar tvcubana, el mismo que en una ocasión me acusó de ser inocente por pensar que Santiago Álvarez Magriñat financiaba a las Damas de Blanco y otros disidentes en Cuba, y que después estuvo un tiempo “desaparecido” del blog cuando le mostré las pruebas, ahora nos presenta una serie de datos estadísticos que pretenden demostrar que Cuba, antes del triunfo de la Revolución, era un verdadero paraíso.

Aquí les presento ahora varias fotos  de ese paraíso que él nos quiere mostrar. Quiero aclarar que las fotos fueron tomadas por periodistas de la revista Bohemia antes del triunfo de la Revolución.

Imágenes como estas sólo fueron borradas de la historia de Cuba, el primero de enero de 1959, gracias a la obra de la Revolución. Lamentablemente las escenas que se muestran en estas fotos, persisten hoy en los países del tercer mundo, donde el capitalismo que nos proponen,  sirve a las clases gobernantes y se olvida del reclamo de los pueblos.

29 diciembre 2017 135 comentarios 857 vistas
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El salario en Cuba

por Consejo Editorial 28 diciembre 2017
escrito por Consejo Editorial

Por: Guillermo L. Andrés Alpízar

(Este texto publicado en septiembre 2017 fue uno de los más leídos en el año)

El salario, una vez más. Es una variable relevante para la macroeconomía y para el bolsillo de los trabajadores. Por allí pasa el consumo, la calidad de vida, la posición del individuo en la sociedad, el desarrollo del ser humano. El salario influye en definir lo que somos y cómo percibimos el entorno que nos rodea. Moldea el comportamiento y el dinamismo de la economía. Es algo sencillamente importante.

Sin embargo, en Cuba el salario como norma es bajo, aunque vaya creciendo en porcentajes considerables los últimos años. Según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, en 2015 ascendió a 687 pesos mensuales como promedio, lo cual, a la tasa de cambio de CADECA implica 27,48 CUC. Eso significa disponer de menos de 0,90 centavos de dólar por día, suficiente para que el Banco Mundial declare en la pobreza extrema a la mayor parte de los trabajadores cubanos. Pero no es así.

Nuestro pueblo dispone de los mecanismos para que el nivel de ingreso sea suficiente para una alimentación básica, y los ciudadanos no tienen que preocuparse por pagar su educación o la asistencia de salud. Esos beneficios, por sí mismos contribuyen a expandir enormemente la capacidad de ingreso individual, elevando el nivel de consumo hasta cifras que permiten etiquetar a la Isla como un país de desarrollo humano alto.

Esto no significa que el salario no siga siendo una preocupación cotidiana para muchas familias en Cuba. La economía de subsistencia, con una buena provisión de servicios sociales, si bien pudo ser aceptable en cierto período histórico, cada vez va siendo menos funcional. El desarrollo tecnológico ha ido imponiendo el surgimiento de nuevas necesidades, y la satisfacción de las mismas no puede posponerse de forma ilimitada.

Por esta causa, muchos optan por dejar su tierra natal, buscando asentarse en países con mayor nivel de desarrollo donde, aunque no tengan similares niveles de protección social, puedan disfrutar de los beneficios de una más alta remuneración por su trabajo.

Otros, sin cambiar de país, buscan las actividades mejor pagadas, aunque estas no impliquen necesariamente la plena utilización de los conocimientos profesionales que recibieron. Así, es posible encontrarse con un ingeniero sirviendo bebidas en un bar, o con un abogado vendiendo frituras en el puesto de la esquina de su casa. A esta distribución del salario sin conexión con el nivel de calificación formal se le ha llamado “pirámide laboral invertida”.

Muchos de quienes se quedan en sus puestos de trabajo, principalmente en actividades presupuestadas, carecen de los incentivos para ser más productivos. No les importa mejorar su desempeño, pues saben que a fin de mes el cobro será el mismo. Esto obliga no pocas veces a mantener contratado a dos, o quizás tres personas para actividades que bien pudiera desempeñar una sola, inflando las plantillas laborales excesivamente.

En contraste, ciertos segmentos poblacionales que tienen acceso a divisas internacionales (porque reciben remesas, trabajan para el turismo, ofrecen servicios profesionales en el extranjero, etc.) pueden mostrar niveles de vida muy superiores. Esto conduce a elevados niveles de desigualdad que -si bien no es la típica dicotomía millonario-indigente tan común en otros países latinoamericanos-, provoca malestar y desánimo en la población.

El carácter de economía pequeña, altamente dependiente de las relaciones económicas externas y bloqueada que tiene la isla, contribuye a empeorar la situación haciendo más difícil manejar la variable salario.

Simplificando la explicación, en una economía cerrada se consume aquello que se produce, por lo que si un trabajador recibe un salario bajo, ese costo de la fuerza de trabajo permitirá tener un precio igualmente bajo y se podrán adquirir los bienes que se producen.

En contraste, Cuba no tiene las condiciones tecnológicas de producir la mayor parte de lo que demanda el consumo interno, por muy austero que este sea. Es por ello que necesita importar bienes y servicios, con lo cual una parte de los precios en la economía, son precios extranjeros. Estos precios formados externamente, contribuyen a generar una brecha entre los bienes ofertados en el mercado doméstico o mundial (por ejemplo, refrigeradores o computadoras) y las posibilidades del trabajador cubano para adquirirlos.

Por esta razón, a diferencia de lo que ha ocurrido durante muchos años, la política salarial en Cuba no puede “desconectarse” del nivel de salarios en el resto del mundo. Hacerlo implica la exclusión de muchos trabajadores del acceso a bienes y servicios que hoy por hoy son normales en cualquier otro país.

Mantener la brecha tiene además un alto costo económico, dado que una restricción tan importante en el nivel salarial se ve reflejada en la demanda agregada, por lo que el país renuncia a que esta sea una fuente de crecimiento económico, pasando a depender del componente demanda externa, las inversiones o el consumo del gobierno.

Diciendo lo anterior con otras palabras, si los trabajadores cubanos no reciben un salario que converja de forma creciente con los estándares internacionales, las empresas cubanas que les ofertan bienes y servicios renuncian a uno de los motores impulsores de la demanda interna que más puede contribuir a la expansión de la esfera productiva.

Por otro lado, el estancamiento del salario no se puede seguir justificando en términos de la inflación. Es cierto que en los años 90 el país experimentó un incremento extraordinario en sus precios, lo cual deja una huella indeleble en la memoria del pueblo y de los formuladores de la política económica. Aún no se puede olvidar aquellos días en los que una libra de arroz se conseguía por 60 pesos y se introdujo aquella “creación” que fue el CUC. Pero esto no implica que se deje de hacer hoy, cuanto se pueda, por incrementar los ingresos de los trabajadores, no solo de los que producen directamente bienes y servicios, sino de todos los trabajadores del país, y en especial de sectores estratégicos como la educación y la ciencia.

Además, frente a la inflación se genera un discurso contradictorio. Por una parte, esta se toma muy en cuenta para evitar “excesivos” incrementos de salario, pero no para evitar que se produzca una disminución del salario real. Recordemos que cuando el salario nominal no crece al mismo ritmo que la tasa de inflación, entonces hay una disminución del salario real a lo largo del tiempo.

¿Solución? La evidencia histórica ha dejado claro que la solución nunca será utilizar mecanismos administrativos para expandir la capacidad de compra, como los topes de precios, pues introduce distorsiones en el mercado que desestimulan la producción y desvían los recursos disponibles hacia la especulación con el precio, formando un mercado negro que para nada beneficia al país.

Sí resultan válidos los mecanismos económicos que vinculan el incremento de la productividad al incremento del salario, pero prestando el debido cuidado a los círculos viciosos que se forman cuando ambos permanecen estancados. En estos casos, es mejor utilizar estímulos salariales para cambiar la trayectoria vigente, antes que sentarse a esperar a que por arte de magia se incremente la productividad para que los trabajadores puedan ganar más.

En el caso del sector presupuestado, que no genera ingresos, es importante comenzar a concebir un mecanismo que permita reflejar en su salario una parte de los incrementos de la productividad del trabajo que se den en el sector productivo, de forma automática y directa, sin que tengan que mediar decisiones burocráticas en el proceso. Empleando nuevamente datos de la ONEI, si entre 2014 y 2015 el salario medio se incrementó 103 pesos, ¿qué impide que una parte de ese aumento llegue a estas “actividades no productivas” que tan importante son para el país?

La inversión extranjera directa (IED), con su aporte de nuevas tecnologías y capital, y en la mayor parte de las veces con acceso a mercados de exportación, es una las fuentes disponibles para crear condiciones para un incremento del salario. No obstante, siempre hay que tomar en consideración que la IED sigue su propia lógica, y que en consecuencia resulta muy difícil integrarla a la concepción estratégica de desarrollo de la nación.

Sin las políticas adecuadas, la IED puede promover aún más la desigualdad salarial dentro del país, por lo que resulta necesario disponer del marco regulatorio proactivo, donde se incluya la posibilidad de ofrecer salarios internos competitivos que eviten un desplazamiento hacia estas empresas con capital foráneo de los trabajadores más capacitados, “descapitalizando” de sus recursos humanos a otras esferas económicas del país.

Cuba hoy puede exponer que, a diferencia de la mayor parte de los países del mundo, sus trabajadores y trabajadoras reciben un salario igual por igual trabajo. Que puede pagar poco, pero nadie muere de hambre. Que los servicios sociales son un derecho para el pueblo. Esas son conquistas alcanzada que a veces, en la vorágine cotidiana no se valoran lo suficiente. Pero ya no se trata solo de eso. Como nunca antes es relevante que ese salario tenga la capacidad para satisfacer las necesidades de todo el pueblo. He ahí la necesaria, impostergable e ineludible próxima gran batalla económica que debe enfrentar la nación.

Sobre el autor:

Guillermo L. Andrés Alpízar (Matanzas, 1985): Investigador del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial y Profesor Adjunto de la Facultad de Economía de la Universidad de La Habana. Doctorante en Ciencias Económicas, especialidad en Economía Política por la Universidad de La Habana. Cursó la Maestría en Economía, Gestión y Políticas de Innovación en la Universidad Autónoma Metropolitana, México y es Licenciado en Economía por la Universidad de Matanzas.

28 diciembre 2017 12 comentarios 520 vistas
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Los fantasmas de tiempos pasados

por Consejo Editorial 27 diciembre 2017
escrito por Consejo Editorial

Por: Harold Cárdenas Lema

(Este texto publicado en Enero 2017 fue uno de los más leídos en el año)

Desde hace meses vemos cómo el dogma recupera posiciones en Cuba y asesta golpes a quienes le son incómodos. Animado primero por la reacción a la visita de Obama, ahora seguro tratará de secuestrar el legado de Fidel. También hemos visto la práctica común de contaminarnos con sospechas sobre una u otra persona. Ahora es el turno de Julio Antonio Fernández Estrada en la Universidad de la Habana y René Fidel González García en la Universidad de Oriente pero el fenómeno es mucho mayor.

Ambas separaciones responden a una técnica sectaria que margina a los sectores menos dóciles en el país. Esos no son los principios en que se fundó la Revolución, así no se construye un país sano, mucho menos socialista. No voy a contar la historia de ambos, empezaré por una que me toca más de cerca porque este será un año de pelea entre sectores progresistas y arcaicos dentro de las filas revolucionarias. Mejor saber a qué nos enfrentamos antes de entrar en la lucha.

En septiembre de 2012 un muchacho llega temprano todos los días a la universidad. No se le ve apurado, saluda a sus amigos, conversa sobre temas intrascendentes, saca la merienda y deja pasar el tiempo. Al mediodía va al parque un par de horas más hasta que termine la jornada laboral. Su nombre es Roberto Peralo, uno de los administradores de La Joven Cuba.

Lo que ocurre en Internet no queda en Internet, Roberto había probado los límites y un grupo de funcionarios tomaron con entusiasmo la idea de hacerle pagar por ello. Roberto era hasta ese momento cuadro profesional de la Unión de Jóvenes Comunistas y dejó de serlo en cuestión de días. Con un pretexto se le despidió de la organización, a disposición del Ministerio de Trabajo. Desempleado, con su esposa embarazada y sin decir nada en casa a su familia o sus amigos. Ninguno de sus amigos sabíamos de su situación, él tenía más vergüenza que sus acusadores.

Cada jornada salía a “trabajar” en Matanzas. A la universidad, el parque y donde pudiera. A esperar que pasara el tiempo y regresar a casa. El día que descubrimos su situación fue el primero de nuestra lucha por reivindicar La Joven Cuba. La desfachatez de sus acusadores en hacer circular rumores y conspirar a las sombras, contrastaba con la vergüenza de que estas cosas ocurran en el país que defendemos. Historias así se repiten siempre que la inteligencia colectiva del país baja la guardia.

A Julio Antonio Fernández Estrada lo deben haber felicitado muchas personas el Día del Educador en Cuba sin importar cualquier medida. Durante un largo período lo fueron sacando de la Universidad de la Habana, como pasó con muchos otros anteriormente en la Facultad de Derecho, en realidad Julito era un sobreviviente. Y lo sacaron, le quitaron sus estudiantes en el curso para trabajadores, lo único que le quedaba en la docencia.

Como si la academia cubana estuviera en condiciones de marginar a sus mejores intelectuales. Hemos alimentado funcionarios que ya son expertos en generar antipatía hacia las instituciones cubanas. La CIA y la contrarrevolución deben estar descorchando el champagne, lo que no han logrado ellos en medio siglo, lo hacen eficazmente algunos de nuestros compañeros. Pero la falta de legitimidad en el hecho se evidencia en el silencio que lo acompaña. Sancionar en las sombras, evitar que la noticia llegue a los medios, reparar daños y utilizar voceros que generen dudas sobre la reputación de una persona sin necesidad de demostrarlo. Lamentablemente algunos terminan siendo cómplices de la injusticia: “por algo será”, un razonamiento triste. Pero Julio Antonio no es el único en esta situación.

En la Universidad de Oriente otro profesor de derecho acaba de ser expulsado bajo la acusación de “perder prestigio” a través de sus publicaciones en Internet. El motivo real es todo lo contrario. A René Fidel González García estaban empezando a leerlo más y más personas, quizás demasiados lectores e influencia sobre los estudiantes. O es simplemente un caso de la administración buscando pretextos para dirimir rencillas personales, no será el primero. La misma administración que desaprobó mi artículo La revolución de las portañuelas, donde contaba la revuelta ocurrida en la Universidad de Oriente hace unos años. Para mantener silencios que favorecen a la derecha y expulsar revolucionarios, somos más eficientes que para la inversión extranjera.

La educación superior en Cuba tiene sobrados profesionales para una correcta gestión, es muestra de lo mejor que ha dado la Revolución y de la inteligencia colectiva del país. Siendo profesor en una universidad vi cómo las personas de más prestigio y conocimientos carecían de acceso estable a Internet y estaban ajenos al debate público. Dudo mucho que ellos permitieran excesos de este tipo, como no aprobaron los ataques a Esteban Morales en su momento.

Sin embargo existe un fenómeno de burocratización y verticalismo que provoca acciones de este tipo. Quizás a René Fidel le ocurra como a La Joven Cuba, que quienes aplicaban una medida en la mañana pedían disculpas en la tarde porque se veían obligados a ello por una disposición superior.

Haciendo un análisis marxista del fenómeno identificaremos la regularidad y sistematicidad con que errores así vienen ocurriendo. Quizás sea una acumulación de contradicciones en el país y la incapacidad que tienen algunos de lidiar con esta nueva realidad. Quizás el preámbulo a una sociedad distinta que pueda mantener los éxitos de la Revolución y genere mejores condiciones para alcanzar otros nuevos.

Lo que sí está claro es que el modelo social paternalista y controlador no es posible ya en un país instruido. El acoso exterior no puede convertirnos en una sociedad acomplejada y a la defensiva, ni justifica el silencio. Porque no existe un modelo de socialismo opresivo, ni la injusticia es justificable de forma alguna.

Lo ocurrido con Roberto no son fantasmas de épocas pasadas, los decisores que se ensañaron con él son los que hoy lo hacen con Julio Antonio y René Fidel. No han ido a ninguna parte, bajaron su perfil el tiempo necesario para su regreso y están aquí entre nosotros. El buen revolucionario no es el que se mantiene al margen de la construcción de su futuro, dentro de límites cómodos y el sistema de premios que brinda ser políticamente correcto al Estado o servil a intereses foráneos. El revolucionario útil es el que se enfrenta a nuestros propios fantasmas y vive para luchar otro día.

Para contactar al autor: haroldcardenaslema@gmail.com

27 diciembre 2017 18 comentarios 441 vistas
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La última navidad soviética

por Consejo Editorial 25 diciembre 2017
escrito por Consejo Editorial

Por: Harold Cárdenas Lema

El 25 de diciembre se celebra la Navidad en Occidente pero en Rusia la mayoría de la población es cristiana ortodoxa. Ese día hace 26 años los televisores soviéticos se encendieron para escuchar al presidente Mijaíl Gorbachov. El que sería el último líder de la Unión Soviética, anunció su renuncia y la disolución de la URSS. Con una firma, se terminaban la Guerra Fría, la bipolaridad mundial y el sueño de Lenin. Cuba quedaba sola, traumada por la experiencia del gigante que quiso actualizarse y pereció, necesitando cambiar pero temerosa del cambio. Quizás en lugar de paralizarnos por el resultado debimos mirar las raíces en la disolución de la URSS.

Muy poca influencia le quedaba ya a Gorbachov, forzado a firmar ese día por políticos como Boris Yeltsin, presidente de Rusia que ahora tendría la mayor parte del poder en sus manos, incluyendo las armas nucleares. Gorbachov aludió “razones de principio” en su renuncia, para esconder su propia debilidad. Siete décadas de sacrificios y luchas terminaban por la debilidad de un hombre con demasiado poder en sus manos. Pero esa no es la única lección para los cubanos.

Alocución de renuncia de Mijaíl Gorbachov

Hace un año Gorbachov dio una entrevista a la agencia Interfax donde alega: “estuve actuando y llamando a mantener la unidad, como suele decirse, con espuma en la boca. Pero el pueblo se mantuvo callado…”. La desmovilización del pueblo soviético, incluso de los militantes partidistas que permanecieron impasibles ante los errores de sus dirigentes, es otra lección para Cuba.

Que una revolución de siete décadas se haya venido abajo sin que hubiera una verdadera defensa popular, porque entre otras razones, nadie dio la orientación de defenderla, debería enseñarnos algo sobre los peligros del verticalismo. Que un pueblo vea el fin de su utopía en los televisores de casa y no sepa resistir sin un mecanismo superior que lo organice, provoca temor.

Matar la iniciativa popular sistemáticamente solo porque no provienen de las instituciones o porque no sean controlables, aniquila el espíritu revolucionario. Eso ocurrió en la URSS, entre muchas otras cosas como una política de cuadros invisible a los ojos y la aprobación del pueblo que terminó promoviendo dirigentes errados.

El fin de la URSS era totalmente evitable. Incluso si fuera inevitable podría haber sido de una manera muy distinta pero habían grupos con interés en implosionar la unión y así poder recoger los pedazos. Las élites regionales que luego devoraron los 15 pedazos en que se dividió la URSS. He ahí otra lección para los cubanos. Siempre habrán sectores ansiosos por el fin del socialismo, porque saben que serán los beneficiados con lo que venga detrás, probablemente hayan hecho alianzas para ello.

Gorbachov culpa a Yeltsin diciendo que este “llevaba a cabo un doble juego: ante las cámaras declaraba que estaba por la Unión (Soviética), pero en secreto encabezó el proceso de su demolición”. La debilidad del propio Gorbachov, su necesidad de reconocimiento y ansia de trascender como un gran demócrata para los estándares occidentales, no lo exoneran de culpas. Pero hablar de culpables históricos es perder el tiempo, mejor es aprender sus lecciones.

Cuba tiene el reto de trascender los errores de la URSS. Quizás lo logre no desmovilizando a su sociedad movidos por un control verticalista, o buscando mecanismos más directos de control popular sobre el poder, donde la política de cuadros esté refrendada en la aprobación ciudadana. Buscando socializar la toma de decisiones en lugar de convertirla en tarea y privilegio de pocos. Y debe hacer todo eso bajo condiciones de acoso externo y crisis económica.

Ese espíritu de estar por encima de las circunstancias y ser mejores cada día sin importar las fuerzas que se opongan, fue el sueño en que se fundó el socialismo cubano, expresado mejor que nunca en los años sesenta. Desviarnos de eso y parecernos a los últimos años de la URSS, son los síntomas de una enfermedad que puede llevarnos a otra alocución anunciando el fin de esta revolución. Hay que estar atentos, principalmente en navidades.

Para contactar al autor: haroldcardenaslema@gmail.com

25 diciembre 2017 27 comentarios 422 vistas
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La hora de las cartas

por Osmany Sánchez Roque 20 diciembre 2017
escrito por Osmany Sánchez Roque

El 19 de diciembre de 2013 Cuba se despertaba con la noticia de que se había decidido “eliminar los mecanismos existentes de aprobación para la compra de vehículos de motor al Estado”. Hasta ahí, todo bien, todo el mundo contento. Los menos porque tenían el dinero para comprar, la mayoría porque se eliminaba una prohibición más, pero el problema venía en la oración siguiente: “De este modo quedan sin efecto las cartas de autorización emitidas por el Ministerio del Transporte.”

Según la nota, esta decisión se tomó después de “varios meses de estudio” y a partir de “datos aportados por el Registro Nacional de Vehículos, alrededor del 30 % de las ventas realizadas en el año 2012 a través de las comercializadoras cambió de propietario poco tiempo después de haberse inscrito el auto en dicho Registro, lo cual indica que ese procedimiento administrativo motivó que algunas personas se sirvieran de él para obtener ingresos adicionales. Se ha podido comprobar, además, que a través de Internet se realizaban ventas de las referidas cartas incluso antes de comprar el vehículo.”

A mi juicio, esta medida ha sido una de las más impopulares y más dañinas en todos los años de revolución porque por cada afectado directamente por la retirada de la carta, también habían “daños colaterales” como la familia, por ejemplo. Algunas veces el país –obligado por las circunstancias- se ha visto obligado a tomar algunas medidas impopulares, pero este no es el caso.

Varios músicos y artistas se vieron afectados, pero al final los viajes y las ganancias de su trabajo les permitirán “paliar” la situación. Reclamo por todos, pero no quiero hablar de ellos sino de mi sector, de la educación y de los profesores que se vieron afectados.

La nota de Granma señala que la entrega de cartas para comprar los carros “motivó que algunas personas se sirvieran de él para obtener ingresos adicionales” pero para entender eso, vayamos por parte. Un profesor que está a miles de kilómetros de distancia de su casa, tiene un salario de cerca de un 20% de su contrato.

Ese mismo profesor puede –como es común en Cuba- no tener casa propia y vivir con su familia, en la casa de sus suegros o en la de sus padres. O en muchos casos alejados de la Universidad lo que significa un gran gasto en transportación y desgaste físico.

No albergo la menor duda de que el dinero del resto de su contrato se invierte en el desarrollo de la nación, pero si les pagaran más, al final ese dinero ingresaría igual al país.

Si ese profesor vendía su carro –obtenido a través de una carta y merecidamente- no estaba obteniendo “ingresos adicionales”, sino accediendo a la única vía de hacerse de una casa propia. No estaba lucrando, estaba creando con su trabajo mejores condiciones de vida para él y su familia.

El éxodo en el sector de la educación es grande y el país puede tomar medidas para aliviar eso. Un amigo del que ya escribí hace un tiempo me contaba que en un viaje de trabajo a Ecuador podía haberse comprado una moto para aliviar el tema de los viajes a la Universidad, sin embargo eso no está autorizado.

Permitirlo es mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, pero me imagino que algún estudio determinó que eso podía convertirse luego en una forma de “obtener ingresos adicionales”, por lo tanto, mejor prohibir.

La medida de retirar las cartas no tenía sentido ni política ni económicamente. Se trataba de vender autos con miles de kilómetros rodados a precios muy por encima de su valor. El Hyundai atos 4 mil CUC, el Geely 3500 a 4 mil CUC, los Kia rio 6 mil CUC. Más o menos por ahí estaban los precios.

No se puede regresar en el tiempo y hacer las cosas mejor. Por ejemplo, no otorgar más cartas, pero cumplir con aquellos que las tenían ya otorgadas o al menos darle la posibilidad de comprar una moto.

No tenemos máquina del tiempo, pero sí el suficiente sentido común para darnos cuenta de que el costo político de esa medida fue muy grande como para no revisar el tema nuevamente.

En los últimos meses se han tomado medidas importantes y bien recibidas por el pueblo. Creo sinceramente que es la hora de hacer un nuevo estudio. Es la hora de las cartas.

Para contactar con el autor: jimmy@umcc.cu

20 diciembre 2017 33 comentarios 686 vistas
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