Contenidos con fecha 2016
Cuando supe que una compañía francesa se ocuparía de manejar nuestros aeropuertos tuve una mezcla de sentimientos. Primero de satisfacción por la necesidad que tenemos de que llegue al país no solo inversión monetaria sino también de conocimiento. El deseo de que las cosas funcionen mejor de lo que sabemos o podemos hacerlas funcionar nosotros. Que se haga en todo lo que necesitamos aprender: en los supermercados, en los bancos, en la telefonía, en los servicios públicos.
Retornar de cierta forma a aquella dinámica de transferencia de tecnología y conocimiento que tuvimos con los países del Campo Socialista.
Pero aquella era una relación propia del socialismo, aunque no sin dificultades y peligros para nosotros como país dependiente. Esperemos que la habilidad de los funcionarios cubanos encargados de las condiciones contractuales, produzca que en unos años hayamos aprendido algo y seamos capaces de volver a manejar nuestros aeropuertos nosotros mismos.
Cuando hablo de mezcla de sentimientos ante la noticia, fue porque al leerla también en algún lugar dentro de mí como cubano se cayó un pedazo. No es lo mismo llamar al diablo que verlo llegar. Tampoco es igual tantas veces señalar nuestras incapacidades, a finalmente ver plasmadas las consecuencias en la realidad.
Lo real, más allá del entusiasmo, es que si hemos tenido que llamar a una empresa francesa para que nos dirija los aeropuertos es porque somos incapaces de hacerlo nosotros.
No olvido la vez que estando en una capital latinoamericana me dijeron que los semáforos de la ciudad los operaba una empresa norteamericana. El contrato había expirado y la ciudad era un caos de semáforos apagados.
Siempre he confiado en que no sea ese el futuro que nos espera en Cuba.
En cuanto al título de este texto, está motivado por lo que una de las contrapartes cubanas en el negocio aeroportuario declaró a la prensa: ¨Por regla general no se sustituirá al personal que labora en las terminales¨. Entonces uno recuerda al Prof. Manuel Calviño preguntándose en un video viral sobre el cambio de mentalidad: ¨ ¿Es posible cambiar con los mismos?¨
¿Cómo se pretende mejorar realmente los servicios con los mismos individuos? ¿Con los mismos empleados, oficiales de migración y aduaneros? Estoy seguro, de que una parte de ellos, con nuevas condiciones y una autoridad superior que los eduque, podrán cambiar con el paso del tiempo. Pero una buena parte no.
Por supuesto que habría que ponerse en el lugar de los directivos, porque hablar de sustituir personal es fácil, pero por experiencia sé que lograrlo es muy difícil. Especialmente cuando es un personal que necesita capacitación, experiencia, dominio de tecnología. El capital humano no se compra en una ferretería.
Es por eso que el proyecto fidelista dentro de la Revolución Cubana, siempre hizo énfasis en la producción de recursos humanos capacitados, para llevar adelante el desarrollo y el funcionamiento del país. En una isla pobre en recursos naturales, los veía como la riqueza principal.
En gran medida esa perspectiva ha dado sus frutos, teniendo hoy los servicios médicos al exterior como una de las principales fuentes de divisas para el país. Aunque la concepción extrema de esa visión nos llevó a la lamentable ¨Doctrina del Capital Humano¨ qué concebía y trataba a las personas como si fueran propiedad del Estado que los había capacitado. En la última década de Reformas hemos venido superándola, no sin retrocesos, por otra concepción socialmente más humana, objetiva y respetuosa de la libertad.
En la Cuba del 2016 la realidad es que, más allá de espejismos ilusorios o de la rimbombancia triunfalista, luego de haber trabajado durante décadas por ello, estamos ante una enorme crisis de capital humano.
La pobreza del salario, la pérdida del valor del trabajo con la consiguiente corrupción, la marginalidad rampante, la extinción de la ética y la moral, no ya de la moral socialista sino simplemente de la moral a secas. La indolencia y la cómoda costumbre de decir que ¨no hay recursos¨. La larga tarea como nación de convertir a una parte de la población de esclavos a ciudadanos. Son todos factores que han desembocado en esta crisis.
Cada vez es más difícil para un directivo encontrar personal adecuado para realizar labores con calidad, ya sea complejas o sencillas. Incluso para aquellas que no reciben precisamente una baja remuneración.
De paso también es difícil encontrar directivos o administradores. La mayoría se inmoviliza ante la impotencia de no poder solucionar los problemas de empleomanía o ni siquiera poder identificar y solucionar problemas en general. Muchos padecen de las mismas deformaciones que sus subordinados.
Hay una crisis de confiabilidad en un país donde las condiciones objetivas de muchas personas empujan al delito. Las tradiciones culturales desde la antigua colonia y neo colonia, resurgidas luego de controlarlas durante parte de la Revolución, llevan a otros a buscar el enriquecimiento a toda costa. Son escasos a los que se les puede poner capital o recursos en las manos sin que los roben.
Profesiones completas están secuestradas por la mediocridad. Agravado esto por la migración de miles de personas talentosas cada año.
Hace poco un grupo se rasgó las vestiduras por el tema de moda, al saber que en la construcción de un hotel habanero laboraban obreros indios. Entre sus gritos ofendidos no les quedó espacio para hacerse la pregunta principal: ¿Por qué una empresa foránea prefirió traer trabajadores extranjeros? ¿Qué características tenemos los trabajadores cubanos que no les satisfacían? ¿Tienen los indios mayor habilidad, mayor disciplina, mayor respeto por la calidad? Si la empresa francesa decidió traerlos a pesar de su costo probablemente sí. No solamente deben pagarles mucho más que a un cubano, si no también mucho más que a un indio en la India.
Curiosamente a los que se ofendieron en su cubanísimo honor por los hindúes, no les molestó nada que los franceses se hayan hecho con los aeropuertos de nuestra ex colonia española. Al contrario, aplaudieron emocionados.
Las preguntas de más arriba son válidas en estos tiempos en que se perfila un futuro de inversiones, de zonas francas y parques industriales.
Pero no solo para eso, si no para vivir nosotros mismos como cubanos en una Cuba que funcione y en la que el día a día haga deseable vivir en ella. Algo imposible si los que tienen que hacer que muchas funcionen bien, no saben en qué consiste ese buen funcionamiento. No hay que culparlos, simplemente nunca lo han experimentado y ni siquiera imaginado. No se puede saber lo que no se conoce.
También hay miles de cubanos que trabajan en oficinas del gobierno, en empresas estatales, que van cada día para intentar que todo vaya mejor y deben enfrentarse a esos otros miles. El subdesarrollo es una lucha constante entre la convicción de necesitar una realidad mejor y nuestra incapacidad de lograrla.
Tendrán que cambiar muchas cosas y demorará mucho. Pero aun así hay soluciones y hay esperanzas. Las mías están depositadas en el anhelo de que mis hijos conozcan el mundo, pero que deseen vivir en Cuba. Que cuando usen el aeropuerto que lleva el nombre de José Martí, sean tratados bien. Sin haber tenido que pedir permiso para viajar. Que para ese entonces sea este un país mejor que el que le tocó vivir a sus padres. Que hayamos aprendido mucho de los franceses y seamos capaces de manejar por nosotros mismos nuestros propios aeropuertos.
Espero no anhelar demasiado.