Por: Hector Almaguer Quiñones. Estudiante de 6to año en Comunicación Social y Periodismo. Filial Universitaria Urbano Noris.
“Carlos, buenos días -replica el jefe de una forma no habitual- después de haber desarrollado en el centro el proceso de disponibilidad laboral, se le transmite que usted queda disponible” Así recibe la información el joven Carlos que como cubo de agua fría cayó sobre su cuerpo.
Esta escena se repite a lo largo y ancho de la isla de Cuba. Forma parte del reordenamiento laboral y actualización del modelo económico cubano, que tan necesario es en estos momentos, por lo que los jóvenes no estamos al margen del asunto.
Carlos es un joven que con tan solo 25 años de edad es graduado universitario y de esta forma queda desempleado, si, desempleado, porque las ofertas laborales que le ofrecieron son en la agricultura, labor que es muy importante en la producción de alimentos pero Carlos no sabe ni que es un azadón para labrar la tierra, porque no se lo enseñaron.
Él vive en San Germán, poblado sureño dela Provincia de Holguín. Mira a su alrededor y lo único que ve es un imponente CAI Azucarero Urbano Noris que es leyenda y vida del pueblo, además de capos sembrados de caña de azúcar que se tornan infinitos, pero Carlos no sabe nada de eso y no comprende.
Desde su casa se pregunta que hacer con su título universitario, con su juventud y conocimientos si todo ello no pega con la realidad que vive Cuba y que nunca se previó. Él sigue desempleado pero tiene otra opción para trabajar y ganarse la vida honestamente y es el llamado trabajo por cuenta propia, que de hecho, nunca nadie nos habló a los jóvenes de ello ni en los centros estudiantiles ni en el ámbito social.
Es un mundo nuevo para nosotros el trabajo particular, del cual no tenemos las bases para desarrollarlo y quedan muchas interrogantes que responder, porque no tenemos cultura de ventas, negocios o término que se le asemeje. Los jóvenes de hoy tenemos mucha preocupación por nuestro futuro. Ayer se nos dijo una cosa y hoy se nos dice otra, por lo que necesariamente tenemos que ser actores de la construcción de nuestro porvenir.
Precisamente ayer, antes de redactar este trabajo, pasé por un merendero particular y vi al joven Carlos vendiendo refrescos y confituras, pero otros no han tenido tanta suerte y siguen esperando sin comprender ni saber que hacer con sus incomprensiones disponibles.